domingo, 25 de diciembre de 2011

JANUKA VII: Profanación del Templo

SACERDOCIO CORRUPTO
Lo peor de la época de los Macabeos no fue la persecución de los enemigos, sino la que provenía de los mismos hermanos judíos que se habían helenizado y asimilado.  Uno de los casos más notables fue el de Jason, quien compró el derecho al sacerdocio.
(II Macabeos 4:7-12) Después que murió Seleuco y le sucedió en el trono Antíoco, llamado Epífanes, Jasón, hermano de Onías, usurpó fraudulentamente el sumo sacerdocio, prometiendo al rey en una entrevista trescientos sesenta talentos de plata, y ochenta de otras rentas. Se comprometió, además, por escrito a pagar otros ciento cincuenta talentos, si se le concedía la facultad de instalar por su propia cuenta un gimnasio y un ateneo juvenil y de inscribir en un registro a los antioquenos residentes en Jerusalén. Con el asentimiento del rey y teniendo los poderes en su mano, comenzó rápidamente a introducir entre sus compatriotas el estilo de vida de los griegos…derogó las instituciones legales e introdujo nuevas costumbres contrarias a la Ley: así se dio el gusto de fundar un gimnasio al pie mismo de la Acrópolis e indujo a lo mejor de la juventud a los ejercicios atléticos.




La corrupción y la contaminación no se limitó al pueblo en general, sino que llegó hasta el sacerdocio. 
(II Macabeos 4:13-16) Era tal el auge del helenismo y el avance de la moda extranjera, debido a la enorme perversidad de Jasón —el cual tenía más de impío que de Sumo Sacerdote—que ya los sacerdotes no tenían ningún celo por el servicio del altar, sino que despreciaban el Templo. Apenas se daba la señal de lanzar el disco, dejaban de lado los sacrificios y se apresuraban a participar en los ejercicios de la palestra, que eran contrarios a la Ley. Sin mostrar ningún aprecio por los valores nacionales, juzgaban las glorias de los griegos como las mejores. Pero esto mismo los puso en grave aprieto, porque después tuvieron como enemigos y opresores a aquellos mismos cuya conducta emulaban y a los cuales querían imitar en todo.

OCUPACIÓN DEL TEMPLO
El colmo de los males en Jerusalén fue cuando Antíoco ocupó el Templo en Jerusalén.  Y lo peor de todo fue que lo entró Menelao, quien también había comprado la posición de sumo sacerdote después de Jasón.  Pero Antíoco no sólo entró en el Templo, sino que se llevó todos sus tesoros y lo profanó. 
(II Macabeos 5:15-18) Antíoco tuvo la osadía de entrar en el Templo más santo de toda la tierra, llevando como guía a Menelao, el traidor de las leyes y de la patria. Con sus manos impuras tomó los objetos sagrados, y arrebató con manos sacrílegas los presentes hechos por otros reyes para realzar la gloria y el honor de ese Lugar.  Él se engreía porque no tenía en cuenta que el Señor se había irritado por poco tiempo a causa de los pecados cometidos por los habitantes de la ciudad, y por eso había apartado su mirada del Lugar. Si ellos no se hubieran dejado dominar por tantos pecados, también Antíoco habría sido golpeado y hecho desistir de su atrevimiento apenas ingresó en el Santuario, como lo había sido Heliodoro cuando fue enviado por el rey Seleuco para inspeccionar el Tesoro.

Esto fue tan sólo el principio de la profanación.  Continuó aún después que se hubiera marchado Antíoco de Jerusalén, por medio de sus delegados.
(II Macabeos 6:1-7) Poco tiempo después, el rey envió a un consejero ateniense para que obligara a los judíos a abandonar las costumbres de sus padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios; a profanar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a Júpiter Olímpico, y a dedicar el del monte Garizím a Júpiter Hospitalario, conforme a la idiosincrasia de los habitantes de aquel lugar. Este recrudecimiento del mal se hacía penoso e insoportable para todos.  El Templo se llenó del desenfreno y las orgías de los paganos, que se divertían con prostitutas y tenían relaciones con mujeres en los atrios sagrados, e incluso, introducían allí objetos prohibidos. El altar estaba repleto de ofrendas ilegítimas, proscritas por la Ley. No se podía observar el sábado, ni celebrar las fiestas de nuestros padres, y ni siquiera declararse judío.  Por el contrario, todos se veían penosamente forzados a participar del banquete ritual con que se conmemoraba cada mes el nacimiento del rey; y cuando llegaban las fiestas dionisíacas, se los obligaba a seguir el cortejo de Dionisos, coronados de guirnaldas.


¿POR QUÉ?
Uno podría preguntarse: ¿Por qué Dios permitió que todo esto ocurriera?
El escritor de Macabeos hace una pausa en la narrativa para comentar al respecto.
(II Macabeos 6:12) Ruego a los lectores de este libro que no se dejen impresionar por estas calamidades. Piensen más bien que estos castigos no han sucedido para la ruina, sino para la educación de nuestro pueblo. Porque es una señal de gran benevolencia no tolerar por mucho tiempo a los impíos, sino infligirles rápidamente un castigo.  Antes de castigar a las otras naciones, el Soberano espera pacientemente que colmen la medida de sus pecados; pero con nosotros ha decidido obrar de otra manera, para no tener que castigarnos más tarde, cuando nuestros pecados hayan llegado al colmo.  Por eso nunca retira de nosotros su misericordia, y aunque corrige a su pueblo por medio de la adversidad, no lo abandona.  Que esto sirva solamente para recordar ciertas verdades. Y después de estas consideraciones, prosigamos la narración.

Luego de la corrección viene la restauración…

Referente a la restauración del Templo, el texto dice:
(II Macabeos 5:19-20)  Pero el Señor no eligió al pueblo a causa de este Lugar, sino a este Lugar a causa del pueblo. Por eso, el mismo Lugar, después de haber participado de las desgracias del pueblo, también participó de su restauración y, habiendo sido abandonado en el tiempo de la ira del Todopoderoso, fue de nuevo restaurado con toda su gloria, cuando el gran Soberano se reconcilió con él.

PURIFICACIÓN DEL TEMPLO
El Señor dio la oportunidad al pueblo arrepentido de vencer al enemigo, en forma milagrosa.  De inmediato, ellos se dedicaron a purificar el Templo.
(II Macabeos 10:1-8) Macabeo y sus partidarios, guiados por el Señor, recuperaron el Templo y la Ciudad, derribaron los altares erigidos por los extranjeros en la vía pública y también los recintos sagrados.  Una vez purificado el Templo, construyeron otro altar. Luego, sacando fuego del pedernal, ofrecieron un sacrificio, después de dos años de interrupción, y renovaron el incienso, las lámparas y los panes de la ofrenda. Hecho esto, postrados profundamente, suplicaron al Señor que nunca más los dejara caer en semejantes desgracias, y si alguna vez volvían a pecar, los corrigiera él mismo con bondad, en lugar de entregarlos a los paganos blasfemos y crueles.
El mismo día en que el Templo había sido profanado por los extranjeros —es decir, el veinticinco del mes de Quisleu— tuvo lugar la purificación del Templo. Todos la celebraron con alegría, durante ocho días, como se celebra la fiesta de los Tabernáculos, recordando que poco tiempo antes habían tenido que pasar esa misma fiesta en las montañas y las cavernas, igual que las fieras. Por eso, llevando en la mano tirsos, ramas verdes y palmas, elevaban himnos a Aquel que había llevado a término la purificación de su Lugar santo. Y por una resolución votada públicamente, ordenaron que toda la nación de los judíos celebrara cada año esta misma fiesta.

…y por esta razón, en estos días estamos celebrando JANUKA, la Fiesta de la Dedicación.

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