(Día 1)
El “Sermón del Monte” es la enseñanza que Jesús dio al
principio de su ministerio. Se le conoce
por ese nombre porque Jesús subió a un monte desde el cual enseñó a la multitud
que le seguía.
De los cuatro evangelios, esta enseñanza sólo está
registrada en Mateo y Lucas. En el
Evangelio de Mateo abarca tres capítulos (5-7), mientras que Lucas sólo hace un
resumen en medio capítulo (6:20-49).
Hay una aparente incongruencia entre ambos textos: en Mateo
dice que Jesús subió a un monte (5:1), mientras que Lucas dice que se detuvo en
una planicie (6:17). Pero basta ver una foto del lugar para saber que ambos
hablaban del mismo evento, pero de una perspectiva distinta.
Noten que en la foto hay una planicie, y al lado izquierdo
sube una colina. Tanto Jesús como la
multitud que le seguía, subieron desde el lago, hasta llegar a la
planicie. Allí permaneció la gente, mientras
que Jesús subió un poco más, en la ladera, para que todos pudieran verlo y
escucharlo. De todas las áreas alrededor
del Mar de Galilea, ésa se caracteriza por tener una buena acústica. Al Señor no se le pasa nada por alto, ni el más
mínimo detalle.
¿Por qué Mateo escribió más detalles sobre esa
enseñanza? Tal vez sea porque su Evangelio
está más enfocado en el tema del Reino de los Cielos, lo cual también es central
en el “Sermón del Monte”. En este
sermón, Jesús habla de lo que se espera de un ciudadano del Reino de Dios. El requisito obvio es vivir según el orden de
Dios, lo cual está plasmado en los mandamientos. En el Reino de los Cielos, Dios es el Rey, y
la constitución es la Palabra de Dios.
Pero la enseñanza de Jesús va más allá que lo obvio. Él enseña que no basta con las acciones, sino
también cuentan las intenciones.
Muchas veces los creyentes nos conformamos con un estilo de
vida que es un poquito mejor que el estándar del mundo…lo suficiente para
hacernos sentir “mejores”, pero muy por debajo de la medida que Dios quiere y
espera de nosotros.
¿Cuál es la medida? El
Señor lo dijo en el Sermón del Monte:
(Mateo 5:48) Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es
perfecto.
Este mismo mensaje lo encontramos a lo largo y ancho de la
Biblia:
(2 Corintios 13:11) Por lo demás, hermanos, regocijaos, sed perfectos, confortaos, sed de un
mismo sentir, vivid en paz; y el Dios de amor y paz será con vosotros.
(Levítico 19:2) Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles:
"Seréis santos porque yo, el SEÑOR vuestro Dios, soy santo.
(1 Pedro 1:14-16) Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais
en vuestra ignorancia, (15) sino que así como aquel que os llamó es
santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; (16)
porque escrito está: SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO.
(Santiago 1:2-4) Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas
pruebas, (3) sabiendo que la prueba de vuestra fe produce
paciencia, (4) y que la paciencia tenga su perfecto resultado,
para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.
La medida a la que debemos apuntar es ser santos y
perfectos. ¿Suena imposible? Humanamente sí, pero el Señor nos ayuda a ir
perfeccionándonos poco a poco. El cambio
no es de un día para otro; lo importante es que no nos conformemos hasta haber
alcanzado la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
(Efesios 4:13-15) hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno
del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo;
(14) para que ya no seamos niños,
sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de
doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del
error; (15) sino que hablando la verdad en amor,
crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.
ORACIÓN
En este día que
inicia el ayuno, dispongo mi corazón, Señor, para recibir lo que Tú tienes para
mí en este tiempo.
No quiero
conformarme a este siglo, sino que quiero ser transformado por medio de la
renovación de mi entendimiento, ya que quiero saber cuál es Tu perfecta
voluntad.
Señor, quiero
ser santo, como Tú eres Santo; deseo ser perfecto como Tú lo eres. Me parece algo imposible, pero sé que Tú me
puedes ayudar en el proceso. Pongo mi
voluntad y mi disposición a ser transformado, y confío en que Tú harás Tu Obra
perfecta en mí. Me basta Tu Gracia, pues
Tu Poder se perfecciona en mi debilidad.
Yo no considero
haber alcanzado la perfección; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás
y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
[Rom. 12:2; 2 Cor. 12:9; Fil. 3:13-21]
No tengo mucho que decir,excepto que sugerirles que no desmayen en su trabajo y que el Dios de toda gracia les continúw bendiciendo.
ResponderEliminarAme9
ResponderEliminarMuy buena enseñanza. Confiando que el que comenzó la buena obra en nosotros la perfeccionara
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