domingo, 19 de agosto de 2012

Introducción: SERMÓN DEL MONTE


(Día 1)



El “Sermón del Monte” es la enseñanza que Jesús dio al principio de su ministerio.  Se le conoce por ese nombre porque Jesús subió a un monte desde el cual enseñó a la multitud que le seguía.   

De los cuatro evangelios, esta enseñanza sólo está registrada en Mateo y Lucas.  En el Evangelio de Mateo abarca tres capítulos (5-7), mientras que Lucas sólo hace un resumen en medio capítulo (6:20-49). 

Hay una aparente incongruencia entre ambos textos: en Mateo dice que Jesús subió a un monte (5:1), mientras que Lucas dice que se detuvo en una planicie (6:17). Pero basta ver una foto del lugar para saber que ambos hablaban del mismo evento, pero de una perspectiva distinta. 


Noten que en la foto hay una planicie, y al lado izquierdo sube una colina.  Tanto Jesús como la multitud que le seguía, subieron desde el lago, hasta llegar a la planicie.  Allí permaneció la gente, mientras que Jesús subió un poco más, en la ladera, para que todos pudieran verlo y escucharlo.  De todas las áreas alrededor del Mar de Galilea, ésa se caracteriza por tener una buena acústica.  Al Señor no se le pasa nada por alto, ni el más mínimo detalle. 

¿Por qué Mateo escribió más detalles sobre esa enseñanza?  Tal vez sea porque su Evangelio está más enfocado en el tema del Reino de los Cielos, lo cual también es central en el “Sermón del Monte”.  En este sermón, Jesús habla de lo que se espera de un ciudadano del Reino de Dios.  El requisito obvio es vivir según el orden de Dios, lo cual está plasmado en los mandamientos.  En el Reino de los Cielos, Dios es el Rey, y la constitución es la Palabra de Dios. 

Pero la enseñanza de Jesús va más allá que lo obvio.  Él enseña que no basta con las acciones, sino también cuentan las intenciones. 

Muchas veces los creyentes nos conformamos con un estilo de vida que es un poquito mejor que el estándar del mundo…lo suficiente para hacernos sentir “mejores”, pero muy por debajo de la medida que Dios quiere y espera de nosotros.

¿Cuál es la medida?  El Señor lo dijo en el Sermón del Monte:
(Mateo 5:48)  Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Este mismo mensaje lo encontramos a lo largo y ancho de la Biblia:

(2 Corintios 13:11)  Por lo demás, hermanos, regocijaos, sed perfectos, confortaos, sed de un mismo sentir, vivid en paz; y el Dios de amor y paz será con vosotros.

(Levítico 19:2)  Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles: "Seréis santos porque yo, el SEÑOR vuestro Dios, soy santo.

(1 Pedro 1:14-16)  Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia,  (15)  sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;  (16)  porque escrito está: SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO.

(Santiago 1:2-4)  Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas,  (3)  sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia,  (4)  y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.

La medida a la que debemos apuntar es ser santos y perfectos.  ¿Suena imposible?  Humanamente sí, pero el Señor nos ayuda a ir perfeccionándonos poco a poco.  El cambio no es de un día para otro; lo importante es que no nos conformemos hasta haber alcanzado la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
(Efesios 4:13-15)  hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;  (14)  para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error;  (15)  sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.


ORACIÓN
En este día que inicia el ayuno, dispongo mi corazón, Señor, para recibir lo que Tú tienes para mí en este tiempo. 

No quiero conformarme a este siglo, sino que quiero ser transformado por medio de la renovación de mi entendimiento, ya que quiero saber cuál es Tu perfecta voluntad. 

Señor, quiero ser santo, como Tú eres Santo; deseo ser perfecto como Tú lo eres.  Me parece algo imposible, pero sé que Tú me puedes ayudar en el proceso.  Pongo mi voluntad y mi disposición a ser transformado, y confío en que Tú harás Tu Obra perfecta en mí.  Me basta Tu Gracia, pues Tu Poder se perfecciona en mi debilidad.

Yo no considero haber alcanzado la perfección; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. 

[Rom. 12:2; 2 Cor. 12:9; Fil. 3:13-21]


3 comentarios:

  1. No tengo mucho que decir,excepto que sugerirles que no desmayen en su trabajo y que el Dios de toda gracia les continúw bendiciendo.

    ResponderEliminar
  2. Muy buena enseñanza. Confiando que el que comenzó la buena obra en nosotros la perfeccionara

    ResponderEliminar