(Día 36)
En el Evangelio de Juan, Jesús habló sobre la diferencia
entre “ver” y “entrar” en el Reino:
* Cuando nacemos de
nuevo, los ojos espirituales se abren y podemos VER el Reino.
(Juan 3:3) Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no
nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
* Pero para ENTRAR, se necesita de algo más.
(Juan 3:5-6) Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua
y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. (6) Lo
que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu
es.
Nacer del agua y del espíritu es más que el acto físico de “ser
bautizado en agua y hablar en lenguas”.
El nacimiento espiritual implica una transformación que debe venir de
adentro. Es dejar la vieja forma de vida
enterrada para nacer a una nueva vida.
(Efesios 4:17-32) Esto digo, pues, y afirmo juntamente con el Señor: que ya no andéis así
como andan también los gentiles, en la vanidad de su mente, (18)
entenebrecidos en su entendimiento, excluidos de la vida de Dios por
causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón; (19) y
ellos, habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para
cometer con avidez toda clase de impurezas.
(20) Pero vosotros no habéis
aprendido a Cristo de esta manera,
(21) si en verdad lo oísteis y
habéis sido enseñados en El, conforme a la verdad que hay en Jesús, (22)
que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo
hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, (23) y
que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, (24) y
os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado
en la justicia y santidad de la verdad.
(25) Por tanto, dejando a un lado
la falsedad, hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los
unos de los otros. (26) Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol
sobre vuestro enojo, (27) ni deis oportunidad al diablo. (28)
El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus
manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene
necesidad. (29) No salga de vuestra boca ninguna palabra
mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del
momento, para que imparta gracia a los que escuchan. (30) Y
no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, por el cual fuisteis sellados para
el día de la redención. (31) Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo,
ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia. (32)
Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos
a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.
El resentimiento, la amargura, la ira, los malos deseos, y
toda malicia, son cargas que hemos llevado en la vida, pero si queremos entrar
en el Reino, debemos dejarlas atrás, porque no caben a través de la puerta
estrecha, ni pertenecen en el Reino de Dios.
Si fuimos ofendidos, debemos perdonar y soltar; si hemos pecado, debemos
cortar con ese estilo de vida, y vivir como Dios manda.
La puerta al Reino es estrecha, pero bien vale la pena
cruzarla porque lleva a la vida.
(Hebreos 12:11-17) Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de
tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da
después fruto apacible de justicia.
(12) Por tanto, fortaleced las
manos débiles y las rodillas que flaquean,
(13) y haced sendas derechas para
vuestros pies, para que la pierna coja no se descoyunte, sino que se sane. (14)
Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (15)
Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que
ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean
contaminados; (16) de que no haya ninguna persona inmoral ni
profana como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida. (17)
Porque sabéis que aun después, cuando quiso heredar la bendición, fue
rechazado, pues no halló ocasión para el arrepentimiento, aunque la buscó con
lágrimas.
Si queremos entrar al Reino, debemos botar las cargas y
quitar los obstáculos.
(Isaías 62:10-12) Pasad, pasad por las puertas; abrid camino al pueblo. Construid,
construid la calzada; quitad las piedras, alzad estandarte sobre los
pueblos. (11) He aquí, el SEÑOR ha proclamado hasta los
confines de la tierra: Decid a la hija de Sion: "He aquí, tu salvación
viene; he aquí, su galardón está con El, y delante de El su
recompensa." (12) Y los llamarán: Pueblo Santo, redimidos del
SEÑOR. Y a ti te llamarán: Buscada, ciudad no abandonada.
(Isaías 35:8) Allí habrá una calzada, un camino, y será llamado Camino de Santidad; el
inmundo no transitará por él, sino que será para el que ande en ese camino; los
necios no vagarán por él.
(Isaías 57:14-15) Y se dirá: Construid, construid, preparad el camino, quitad los
obstáculos del camino de mi pueblo.
(15) Porque así dice el Alto y
Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: Habito en lo alto y santo,
y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de
los humildes y para vivificar el corazón de los contritos.
ORACIÓN
Señor, yo no me
conformo sólo con ver tu Reino, sino que deseo entrar. Quiero cruzar la puerta estrecha que lleva a
Tu Reino. Estoy dispuesto a dejar atrás
mis cargas. Si alguien me ha ofendido,
hoy lo perdono y lo suelto. Si he
pecado, te pido perdón, y estoy dispuesto a cambiar.
Enséñame, Señor, cuál
es el orden de Tu Reino, porque yo quiero vivir así. Pasaré por la puerta, quitaré las piedras y para
construir mi vida en el Calzada de la Santidad.
Será un proceso, pero estoy dispuesto.
Gracias, Jesús, porque Tú has abierto camino y vas delante mostrándonos
cómo hacerlo.
[Juan 3:3-6; Isaías 35:8]
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