lunes, 21 de septiembre de 2015

Ceremonia en Yom Kipur


Luego de la introducción general al Día de Expiación, hoy veremos los detalles de la ceremonia especial que se realizaba ese día (Levítico 16)…

En el Día de Expiación se hacía un sacrificio especial para expiar por los pecados de todo el pueblo de Israel.  Este sacrificio lo llevaba a cabo el Sumo Sacerdote. 

Pero antes de hacerlo en nombre de todo el pueblo, el Sumo Sacerdote debía hacer primero expiación por sus propios pecados y por los de su casa (Lev. 16:6).  Luego también santificaba todo el Templo y sus utensilios (Lev. 16:16-20).


EXPIACIÓN POR TODO EL PUEBLO
Cuando ya el Sacerdote y el Templo estaban purificados, podía comenzar a hacer el sacrificio en nombre de todo el pueblo de Israel.  Para entonces, todo el pueblo estaba ayunando, arrepintiéndose y poniéndose a cuentas con Dios, y sólo quedaban a la expectativa si Dios les perdonaría ese año.

Para el sacrificio de expiación por todo el pueblo, se elegían dos machos cabríos, cada uno de los cuales tenía un propósito especial…
(Levítico 16:7-8)  Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión.  Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Jehová, y otra suerte por Azazel. 

a.  Macho cabrío por Jehová.
(Lev. 16:9)  Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Jehová, y lo ofrecerá en expiación. 

Luego de sacrificarlo en el Altar del Holocausto, el Sumo Sacerdote llevaba la sangre al Lugar Santísimo, y la rociaba en el propiciatorio (la cubierta de oro sobre el Arca del Pacto).  Pero antes de eso, llenaba el Lugar santísimo con el humo de incienso, para no morir a causa de estar en la Presencia de Dios (Lev. 16:12-13)

El propiciatorio es el lugar más especial del Templo, pues allí era el lugar de encuentro entre Dios y su pueblo (Exo. 25:22).  Representa estar “cara a cara” con Dios.  Esto tendrá su cumplimiento final cuando el Señor Jesús (heb. Yeshua) venga por segunda vez.  Él vendrá a quitar toda iniquidad y a prepararnos para ese día, ya que “sin santidad nadie verá al Señor” (Heb. 12:14).

Sólo el Sumo Sacerdote entraba en el Santuario en ese día (Lev. 16:17).  Y en cuanto al Lugar Santísimo, ésta era la única vez al año en él que podía entrar allí (Lev. 16:2).  Para esta ocasión, el Sumo Sacerdote llevaba un vestimenta especial: se quitaba el pectoral, efod y diadema, y sólo vestía las piezas de lino (Lev. 16:4).

b.  Macho cabrío por Azazel.
El destino del otro macho cabrío era diferente…
(Lev. 16:10)  Mas el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Azazel,  lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto. 

El nombre que recibe este chivo es: Azazel, que literalmente significa: Chivo que se aleja, se aparta, desaparece.  Éste es lo que conoce como “chivo expiatorio”. 

Lo que se hacía con este chivo es lo siguiente:
(Lev 16:21-22)  y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto. 

Según la tradición, a este chivo le colocaban una cinta escarlata a su cuello, y también amarraban otra cinta roja en la puerta del Templo.  El hombre encargado llevaba al chivo expiatorio al desierto, pero no sólo lo dejaba allí sino que lo acorralaba al borde de un despeñadero hasta que éste caía. 

Según registros históricos, cada año en Yom Kipur sucedía un milagro: luego que el chivo expiatorio moría en el desierto, la cinta roja del Templo se volvía blanca.  Eso servía de señal para que el Pueblo supiera que Jehová les había perdonado.  Pero un dato curioso es que después de la muerte de Jesús, no volvió a verse ese milagro y la cinta permaneció roja.

UN MEJOR SACRIFICIO
Aunque el Templo ya no está de pie, los principios del Día de Expiación siguen vigentes.  Guardar este día es un estatuto perpetuo (Lev. 16:29-31), pero debemos entender cómo aplica esto a la luz del Mesías. 

El libro de Hebreos nos explica que los sacrificios en el Templo no borran el pecado, pero sirven como sombra de lo que ha de venir (Col. 2:16-17). 
(Heb. 10:1-4)  Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.  De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez,  no tendrían ya más conciencia de pecado.  Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

Al guardar el Día de Expiación, entramos en conciencia de nuestras faltas.  Reconocemos que no somos justos…pero esto no es para condenación, sino para que tengamos conciencia que somos justificados por la gracia de Dios.  Hebreos explica que los sacrificios no nos salvan, pero sirven para apuntarnos a Aquel que nos salva: el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). 
(Hebreos 10:10-14)  En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.  Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

Jesús hizo el sacrificio de expiación en su primera venida, el día de la Pascua.  Así abrió el camino a la reconciliación.  Pero en Su Segunda Venida, el Señor vendrá a terminar la obra que comenzó.  Ya no necesita morir de nuevo, porque su muerte valió para siempre; pero cuando venga, Él pondrá fin a la iniquidad (quitando la tendencia al pecado que se abrió con la desobediencia en el Jardín del Edén, 1 Cor. 15:45-54). 

Mientras tanto, al celebrar el Día de Expiación año con año, recordamos lo que Jesús hizo y hará.  No sólo recordamos que Jesús murió y resucitó, sino que también va a regresar, y cuando lo haga acabará con la iniquidad de una vez por todas. 

En Yom Kipur también entramos en conciencia de lo que nosotros debemos hacer como respuesta al Sacrificio de Yeshua: la santificación.
(Heb. 10:21-23) Teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.


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