Luego de la introducción general al Día de
Expiación, hoy veremos los detalles de la ceremonia especial que se realizaba
ese día (Levítico 16)…
En el Día de Expiación se hacía un sacrificio
especial para expiar por los pecados de todo el pueblo de Israel. Este sacrificio lo llevaba a cabo el Sumo
Sacerdote.
Pero antes de hacerlo en nombre de todo el
pueblo, el Sumo Sacerdote debía hacer primero expiación por sus propios pecados
y por los de su casa (Lev. 16:6). Luego
también santificaba todo el Templo y sus utensilios (Lev. 16:16-20).
EXPIACIÓN POR TODO EL PUEBLO
Cuando ya el Sacerdote y el Templo estaban
purificados, podía comenzar a hacer el sacrificio en nombre de todo el pueblo
de Israel. Para entonces, todo el pueblo
estaba ayunando, arrepintiéndose y poniéndose a cuentas con Dios, y sólo
quedaban a la expectativa si Dios les perdonaría ese año.
Para el sacrificio de expiación por todo el
pueblo, se elegían dos machos cabríos, cada uno de los cuales tenía un
propósito especial…
(Levítico 16:7-8) Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de
Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión.
Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por
Jehová, y otra suerte por Azazel.
a. Macho
cabrío por Jehová.
(Lev. 16:9)
Y hará traer Aarón el
macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Jehová, y lo ofrecerá en
expiación.
Luego de sacrificarlo en el Altar del
Holocausto, el Sumo Sacerdote llevaba la sangre al Lugar Santísimo, y la
rociaba en el propiciatorio (la cubierta de oro sobre el Arca del Pacto). Pero antes de eso, llenaba el Lugar santísimo
con el humo de incienso, para no morir a causa de estar en la Presencia de Dios
(Lev. 16:12-13)
El propiciatorio es el lugar más especial del
Templo, pues allí era el lugar de encuentro entre Dios y su pueblo (Exo.
25:22). Representa estar “cara a cara”
con Dios. Esto tendrá su cumplimiento final
cuando el Señor Jesús (heb. Yeshua) venga por segunda vez. Él vendrá a quitar toda iniquidad y a
prepararnos para ese día, ya que “sin santidad nadie verá al Señor” (Heb.
12:14).
Sólo el Sumo Sacerdote entraba en el Santuario
en ese día (Lev. 16:17). Y en cuanto al
Lugar Santísimo, ésta era la única vez al año en él que podía entrar allí (Lev.
16:2). Para esta ocasión, el Sumo
Sacerdote llevaba un vestimenta especial: se quitaba el pectoral, efod y
diadema, y sólo vestía las piezas de lino (Lev. 16:4).
b. Macho
cabrío por Azazel.
El destino del otro macho cabrío era diferente…
(Lev. 16:10)
Mas el macho cabrío
sobre el cual cayere la suerte por Azazel,
lo presentará vivo delante de Jehová para hacer la reconciliación sobre
él, para enviarlo a Azazel al desierto.
El nombre que recibe este chivo es: Azazel,
que literalmente significa: Chivo que se aleja, se aparta, desaparece. Éste es lo que conoce como “chivo
expiatorio”.
Lo que se hacía con este chivo es lo siguiente:
(Lev 16:21-22) y pondrá Aarón
sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas
las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus
pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al
desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío
llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará
ir el macho cabrío por el desierto.
Según la tradición, a este chivo le colocaban
una cinta escarlata a su cuello, y también amarraban otra cinta roja en la
puerta del Templo. El hombre encargado
llevaba al chivo expiatorio al desierto, pero no sólo lo dejaba allí sino que
lo acorralaba al borde de un despeñadero hasta que éste caía.
Según registros históricos, cada año en Yom
Kipur sucedía un milagro: luego que el chivo expiatorio moría en el desierto, la
cinta roja del Templo se volvía blanca.
Eso servía de señal para que el Pueblo supiera que Jehová les había
perdonado. Pero un dato curioso es que
después de la muerte de Jesús, no volvió a verse ese milagro y la cinta
permaneció roja.
UN MEJOR SACRIFICIO
Aunque el Templo ya no está de pie, los
principios del Día de Expiación siguen vigentes. Guardar este día es un estatuto perpetuo
(Lev. 16:29-31), pero debemos entender cómo aplica esto a la luz del
Mesías.
El libro de Hebreos nos explica que los
sacrificios en el Templo no borran el pecado, pero sirven como sombra de lo que
ha de venir (Col. 2:16-17).
(Heb. 10:1-4)
Porque la ley, teniendo
la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca
puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer
perfectos a los que se acercan. De otra
manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una
vez, no tendrían ya más conciencia de
pecado. Pero en estos sacrificios cada
año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los
machos cabríos no puede quitar los pecados.
Al guardar el Día de Expiación, entramos en
conciencia de nuestras faltas.
Reconocemos que no somos justos…pero esto no es para condenación, sino
para que tengamos conciencia que somos justificados por la gracia de Dios. Hebreos explica que los sacrificios no nos
salvan, pero sirven para apuntarnos a Aquel que nos salva: el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo (Juan 1:29).
(Hebreos 10:10-14) En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre. Y
ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo,
habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se
ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus
enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo
perfectos para siempre a los santificados.
Jesús hizo el sacrificio de expiación en su
primera venida, el día de la Pascua. Así
abrió el camino a la reconciliación.
Pero en Su Segunda Venida, el Señor vendrá a terminar la obra que
comenzó. Ya no necesita morir de nuevo,
porque su muerte valió para siempre; pero cuando venga, Él pondrá fin a la
iniquidad (quitando la tendencia al pecado que se abrió con la desobediencia en
el Jardín del Edén, 1 Cor. 15:45-54).
Mientras tanto, al celebrar el Día de Expiación
año con año, recordamos lo que Jesús hizo y hará. No sólo recordamos que Jesús murió y resucitó,
sino que también va a regresar, y cuando lo haga acabará con la iniquidad de
una vez por todas.
En Yom Kipur también entramos en conciencia de
lo que nosotros debemos hacer como respuesta al Sacrificio de Yeshua: la
santificación.
(Heb. 10:21-23) Teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los
corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos
firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que
prometió.
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