Filadeflia era una
ciudad de Asia Menor que fue fundada por el rey de Pérgamo, quien le puso este
nombre en honor a su hermano a quien quería mucho. La palabra griega: “Filadelfia”
significa: amor fraternal.
Era una ciudad muy
próspera por su comercio, el cual floreció por estar situada en la principal
ruta comercial de la región. Por su localización estratégica, era considerada
“la puerta” que unía el Este y el Oeste.
Filadelfia se encuentra
en una región volcánica. En un sentido positivo, la actividad volcánica ayudaba
a que la tierra fuera muy fértil, especialmente para el cultivo de viñedos. Sus
vinos llegaron a ser muy reconocidos y apreciados. En un sentido negativo, la
ciudad tuvo que se evacuada en varias ocasiones por amenazas de erupción o
temblores fuertes. También está situada sobre una falla geológica, y en dos
ocasiones fue destruida por terremotos, aunque luego fue reedificada.
Filadelfia era conocida
como la “pequeña Atenas” debido a sus numerosos templos y festivales paganos.
Por ello, los cristianos de la ciudad tuvieron que contender contra la fuerte
corriente pagana. También recibieron un fuerte rechazo por parte de la colonia
judía del lugar, muchos de los cuales no aceptaron que Jesús era el Mesías.
DESCRIPCIÓN DE JESÚS
En el caso de las otras
iglesias de Apocalipsis, la descripción de Jesús se toma de la visión que Juan
tuvo en el primer capítulo. Pero en el caso de la iglesia de Filadelfia, el
Señor se sale del marco y se presente de una forma diferente:
(Apocalipsis
3:7) … El Santo, el Verdadero, el que tiene
la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre…
a. El Santo
“Santo” literalmente
significa “apartado”. Es alguien que está apartado de todo lo común, y está
dedicado a algo especial.
A lo largo de la Biblia,
se describe a Dios como Santo. Él está apartado de todo, y no hay nadie como Él
(Isaías 40:25). El libro bíblico donde más se usa la expresión “el Santo de
Israel” es en Isaías. Desde el principio de su ministerio, el
profeta supo lo que significaba la santidad de Dios, ya que tuvo una visión del
Señor sentado en su trono.
(Isaías 6:1-5) En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono
alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había
serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos
cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces,
diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está
llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz
del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que
soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de
pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los
ejércitos.
Isaías señala que el
Santo es también el Redentor de Israel (Isaías 47:4; 41:13-14). Al describirse
como “el Santo”, Jesús estaba diciendo que Él era Dios. Pedro reconoció a Jesús
como el “Santo de Israel” (Juan 6:68-69). El sabía que no había nadie como Él.
b. El
Verdadero
Las apariencias engañan,
y por eso muchas personas se hacen pasar por alguien que no son—y esto incluye
al Mesías. La Biblia advierte que habrá muchos falsos mesías. Pero Jesús aclara
que Él es el genuino, el auténtico y el real (algo que los creyentes de
Filadelfia necesitaban oír). Jesús es el verdadero Mesías; y Él es
Dios. El apóstol Juan lo explica de la siguiente manera:
(1 Juan 5:20) Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin
de que conozcamos al que es verdadero; y nosotros estamos en aquel que es
verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna.
c. La Llave
de David
Una llave representa
acceso, control, posesión y autoridad. Quien posee la llave de un lugar es el
dueño, pero también puede ser delegada a alguien de confianza. Esta
persona tendrá acceso a lugares que están cerrados a otros. No sólo eso, sino
también puede abrir o cerrar puertas a los demás, como lo hace un mayordomo o
ama de llaves.
La referencia a la
“llave de David” aparece por primera vez en Isaías.
(Isaías 22:22) Entonces pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; cuando él
abra, nadie cerrará, cuando él cierre, nadie abrirá.
La “Casa de David” es el
linaje real, la familia gobernante en Israel. La “llave de David”
es el acceso al palacio real, en tiempos de David. Esta la llevaba el mayordomo
del palacio, la persona de mayor confianza del rey. Él es quien tiene la
autoridad de abrir y cerrar las puertas. El decide quien entra o no
al palacio. Al presentarse Jesús como “el que tiene la llave de David”
(Apoc. 3:7), él se revela como el Mesías. Él tiene acceso al trono y la
autoridad del reino.
Jesús viene del linaje
de David, y es el hijo heredero del trono (Lucas 1:31-33). Isaías profetizó al
respecto.
(Isaías 9:6-7) Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su
hombro; y se llamará su nombre Admirable, consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno,
Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite,
sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en
juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los
ejércitos hará esto.
En su primera venida,
Jesús vino como el Mesías Sufriente, el cordero de Dios que quita el pecado del
mundo (Juan 1:29). Pero en su segunda venida, Él se presentará como el Mesías
Rey, quien vendrá a gobernar sobre toda la tierra para siempre.
Luego que Pedro
reconociera a Jesús como el Mesías, el Señor le dijo:
(Mateo 16:16-19) Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo [Mesías], el Hijo del Dios viviente. Y Jesús,
respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto
no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo
también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y
las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del
reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo
que desates en la tierra, será desatado en los cielos.
La roca es el
reconocimiento de que Jesús es el Mesías. Sobre esta roca, esta confesión, está
edificada la iglesia del Señor. Esta roca también es la llave que cierra la
puerta del Hades (el infierno). Al confesar a Jesús como nuestro Señor y
Salvador le cerramos la puerta a la muerte eterna. Esto hace referencia a otras
llaves que el Señor tiene en sus manos, las cuales se mencionan también en
Apocalipsis: las llaves de la muerte y del Hades (Apocalipsis 1:18).
PUERTA ABIERTA
Jesús tiene las llaves
del Reino de Dios, y esto implica que Él tiene la autoridad y el poder de abrir
y cerrar puertas. En el caso de la iglesia de Filadelfia, el Señor les dijo que
Él abría una puerta delante de ellos.
(Apocalipsis 3:8) …Mira, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar,
porque tienes un poco de poder, has guardado mi palabra y no has negado mi
nombre.
Estas palabras fueron de
aliento para los creyentes de Filadelfia, ya que ellos habían sido expulsados
de la sinagoga por haber creído en Jesús como el Mesías. Pero, como dice el
refrán: “Donde se cierra una puerta, se abre otra”. A los creyentes en
Jesús se le cerró la puerta de la sinagoga, pero el Señor les abrió la puerta
al Reino de Dios.
CREYENTES JUDÍOS
En la comunidad judía de
Filadelfia, hubo un remanente de judíos que sí creyeron en Jesús como su
Mesías. A ellos no les permitieron regresar a la sinagoga; y no sólo eso, sino
que los acusaban de “ya no ser judíos”. Pero Jesús los consoló en su carta,
diciéndoles que ellos eran verdaderos judíos—y eran los otros quienes eran
falsos judíos:
(Apocalipsis 3:9) He aquí, yo entregaré a aquellos de la sinagoga de Satanás que se dicen ser
judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren
a tus pies, y sepan que yo te he amado.
En esta misma línea,
Pablo explica que los verdaderos judíos son los de corazón.
(Romanos 2:28-29) Porque no es judío el que lo es exteriormente, ni la circuncisión es la
externa, en la carne; sino que es judío el que lo es interiormente, y la
circuncisión es la del corazón, por el Espíritu, no por la letra; la alabanza
del cual no procede de los hombres, sino de Dios.
Este pensamiento no es
particular del Nuevo Testamento, sino de toda la Biblia. El Antiguo Testamento
también habla de la circuncisión del corazón:
(Deuteronomio
10:15-16) Solamente de tus padres se agradó Jehová
para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre
todos los pueblos, como en este día. Circuncidad, pues, el prepucio de
vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.
(Deuteronomio
30:6) Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y
el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu
corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.
(Jeremías 4:4) Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de
Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego, y se
encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras.
El Señor es quien tiene
la llave del Reino, no los religiosos. Las religiones creen poseer “la verdad”,
y creen tener la llave de la salvación; pero sólo Jesús tiene la llave de la
vida eterna y la llave del Reino. Él es quien abre y nadie puede cerrar, y
quien cierra y nadie puede abrir. Jesús dijo:
(Juan 10:9) Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo; y entrará y saldrá y
hallará pasto.
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