Seguimos estudiando el
mensaje que Jesús le dio a la iglesia de Sardis…
COMO LADRÓN EN LA NOCHE
En el versículo tres, el
Señor habla sobre Su segunda venida:
(Apocalipsis 3:3) Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete.
Por tanto, si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre
ti.
¿En qué sentido vendrá
“como ladrón”? Hay muchas implicaciones escondidas en esta frase,
pero la más obvia es la que se alude directamente en ese mismo versículo:
vendrá a la hora en que no lo esperan. También implica que vendrá de noche,
como lo hacen los ladrones, es decir, en el tiempo de mayor oscuridad en la
Tierra. En esas horas, todos están durmiendo, menos los que le estén esperando.
Jesús explicó esto en una parábola:
(Lucas 12:35-40) Estad siempre preparados y mantened las lámparas encendidas, y sed
semejantes a hombres que esperan a su señor que regresa de las bodas, para
abrirle tan pronto como llegue y llame. Dichosos aquellos siervos a quienes el
señor, al venir, halle velando; en verdad os digo que se ceñirá para servir, y
los sentará a la mesa, y acercándose, les servirá. Y ya sea que venga en la
segunda vigilia, o aun en la tercera, y los halla así, dichosos son aquellos
siervos. Podéis estar seguros de que si el dueño de la casa hubiera sabido a
qué hora iba a venir el ladrón, no hubiera permitido que entrara en su casa.
Vosotros también estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora
que no esperéis.
A primera vista, parecería
que estamos “condenados” a no saber cuándo vendrá el Señor, pero al estudiar
con más detenimiento veremos que los que estén velando podrán esperar la hora
de su venida. Jesús dijo:
(Mateo 24:42-46) Por tanto, velad, porque no sabéis en qué día vuestro Señor viene. Pero
comprended esto: si el dueño de la casa hubiera sabido a qué hora de la noche
iba a venir el ladrón, hubiera estado alerta y no hubiera permitido que entrara
en su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no
pensáis vendrá el Hijo del Hombre.
Esto mismo enseñó Pablo
en su carta a Tesalonica.
(1 Tesalonicenses
5:2-6) Pues vosotros mismos sabéis perfectamente
que el día del Señor vendrá así como un ladrón en la noche; que cuando estén
diciendo: Paz y seguridad, entonces la destrucción vendrá sobre ellos
repentinamente, como dolores de parto a una mujer que está encinta, y no
escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que el día os
sorprenda como ladrón; porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del
día. No somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los
demás, sino estemos alerta y seamos sobrios.
En la primera venida del
Señor, el pueblo de Dios estaba esperando al Mesías. Ellos conocían
los tiempos y las épocas de Dios. El problema fue que no reconocieron a Jesús
como el Mesías. En el día de su visitación, sólo un remanente lo recibió.
Ahora, en su segunda venida, el problema es lo opuesto. Los
creyentes esperan a Jesús, pero no conocen los tiempos, debido a que se han
desconectado del calendario divino. Pero Su venida no tiene por qué
sorprendernos “como ladrón”. Si estamos en la luz, teniendo entendimiento de
los tiempos de Dios y estando conectados con lo que el Espíritu está diciendo a
la iglesia, entonces le estaremos esperando. Si no nos dormimos, sino estamos
alerta, viviendo una vida sobria, entonces no nos sorprenderá Su venida.
Más adelante en
Apocalipsis el Señor vuelve a decir:
(Apocalipsis
16:15) He aquí, vengo como ladrón. Bienaventurado el
que vela y guarda sus ropas, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza.
Aquí menciona las dos
principales exhortaciones dirigidas a los creyentes de Sardis: deben velar, y
también deben guardar sus ropas…
VESTIDURAS
La vestidura es lo que
protege el cuerpo, y también lo que cubre la desnudez. En cierta
forma, también revela mucho de lo que uno es.
Sobre la iglesia de
Sardis, Jesús dice que hay un remanente que han cuidado sus vestiduras.
(Apocalipsis 3:4) Pero tienes unos pocos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y
andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos.
En griego se usan varias
palabras para “vestidura”, y la que se usa en este versículo es: “jimation”,
que se refiere a un manto o capa. Es una prenda que se usa para cubrirse. Esto
es precisamente lo que el Señor nos da, tal como lo dice el profeta Isaías:
(Isa. 61:10) En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque
me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a
novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas.
En la parábola de la
Boda del hijo del Rey, Jesús explicó que nuestros propios vestidos no son
suficientes para presentarnos delante de Él.
(Mateo 22:11-13) Pero cuando el rey entró a ver a los comensales, vio allí a uno que no
estaba vestido con traje de boda, y le dijo: "Amigo, ¿cómo entraste aquí
sin traje de boda?" Y él enmudeció. Entonces el rey dijo a los sirvientes:
"Atadle las manos y los pies, y echadlo a las tinieblas de afuera; allí
será el llanto y el crujir de dientes."
El Rey estaba consciente
que el invitado era pobre y no tenía suficiente dinero para comprar un traje de
bodas. Pero, con la invitación, también recibieron el derecho de usar ropas que
el mismo Rey haría disponibles a los invitados. De la misma manera, Dios nos ha
invitado a todos a las Bodas de Su Hijo. Pero no podemos pretender presentarnos
con nuestras propias vestiduras, ya que nuestras obras de justicia son
consideradas como “trapos de inmundicia” (Isa. 64:6). Debemos cubrirnos con el
manto de salvación y justicia que Él nos provee.
En realidad, todos hemos
pecado, y así hemos manchado nuestras vestiduras. Pero eso no es
problema para el Señor, pues Él mismo se ha ofrecido a limpiarnos.
(Efesios 5:25-27; Isaías
1:16-18). El Señor nos limpia, no para que volvamos a revolcarnos, sino para
que vivamos en esa pureza dada por Él.
VESTIDURAS BLANCAS
En la antigüedad, las
personas que iban a los templos llevaban sus mejores ropas, que por lo general
eran blancas. No podían pensar en presentarse ante sus “dioses” con sus ropas
comunes. Esto debería hacernos pensar sobre la forma en que nos presentamos
ante Dios. Tal vez Él no se deja impresionar por las apariencias, pero ciertamente
le importan nuestras vestiduras espirituales. La Biblia habla de presentarse
ante el Señor con vestiduras blancas, que denotan pureza y santidad.
Más adelante en
Apocalipsis hace mención de las vestiduras blancas:
(Apoc. 7:13-15) Y uno de los ancianos habló diciéndome: Estos que están vestidos con
vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? Y yo le respondí: Señor
mío, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que vienen de la gran
tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre
del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche
en su templo; y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre
ellos.
Los vestidos se volverán
blancos al lavarlos con la sangre del Cordero. Los que los visten son los que
han salido como vencedores en tribulación, la cual servirá como fuego
purificador.
Al final de Apocalipsis,
vemos que la Novia de Cristo llevará este vestido blanco.
(Apocalipsis
19:7-8) Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a Él
la gloria, porque las bodas del Cordero han llegado y su esposa se ha
preparado. Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y
limpio, porque las acciones justas de los santos son el lino fino.
Al que salga vencedor en
la iglesia de Sardis, le será concedido vestirse de blanco.
(Apocalipsis 3:5) Así el vencedor será vestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre
del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de
sus ángeles.
NOMBRE DEL VENCEDOR
Además de las vestiduras
blancas, el vencedor recibirá dos recompensas relacionadas con el nombre: No se
borrará su nombre del libro de la vida, y su nombre será reconocido delante del
Padre y de sus ángeles.
a. No borrará
su nombre del libro de la vida
Algunos toman esta frase
como una “amenaza”, pero más bien es una promesa. El Señor está
asegurando que NO borrará el nombre del vencedor. Y la Biblia dice que los que
estén inscritos en el Libro de la Vida, vivirán en la Nueva Jerusalén (Apoc.
21:23-27; Isaías 4:2-5).
En contraste, la Biblia
dice que quien no esté inscrito en el Libro de la Vida, éstos terminarán
adorando a la Bestia (Apoc. 13:2-8; 7:8), y al final serán lanzados al lago de
fuego (Apoc. 20:15).
Al final de los tiempos,
el Señor juzgará a toda la tierra. En ese día se abrirán los libros:
(Apocalipsis
20:12-15) Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de
pie delante del trono, y los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto,
que es el libro de la vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba
escrito en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que
estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron a los muertos que estaban en
ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras. Y la Muerte y el Hades
fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego.
Y el que no se encontraba inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago
de fuego.
b. Reconocerá
su nombre delante del Padre y de los ángeles.
Los creyentes de Sardis
tenían “nombre” de que vivían, pero en realidad estaban muertos. Eran
cristianos nominales—sólo de nombre, pero no de estilo de vida.
(Tito 1:16) Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables
y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena.
Un cristiano, un hijo de
Dios, no es el que lleva el nombre, sino el que se comporta como tal.
En la carta a Sardis, el
Señor dijo que sólo unos pocos creyentes no estaban muertos, sino daban buen
testimonio de su nombre. En el versículo cuatro, la palabra que se traduce como
“unos pocos” literalmente dice “unos nombres”.
(Apocalipsis 3:4) Pero tienes unos pocos [lit. unos nombres] en
Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo vestidos de
blanco, porque son dignos.
No sólo se trata de
confesar al Señor con los labios, sino también vivir la fe y demostrarla con
las acciones.
Por otro lado, también
está la confesión de fe. Quien confiese a Dios y no se avergüence de Él ante
los demás, tampoco el Señor se avergonzará de él en el día del juicio. En ese
día, Jesús confesará su nombre ante el Padre y los ángeles.
(Lucas 12:8-9) Y os digo, que a todo el que me confiese delante de los hombres, el Hijo
del Hombre le confesará también ante los ángeles de Dios; pero el que me niegue
delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
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