Luego que el Ángel anunció que “el
misterio de Dios sería consumado” (10:7), el Señor le dijo a Juan que tomara el
libro que el Ángel tenía en su mano.
(Apoc. 10:8) La voz que oí del
cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está abierto en
la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.
Juan obedeció, y se lo pidió al
ángel. Para su sorpresa, él le dijo que no sólo lo agarrara sino que también lo
comiera.
(Apoc. 10:9-10) Y fui al ángel,
diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará
el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel. Entonces tomé el librito
de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero
cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
Hay otro precedente bíblico de
esta imagen. También a Ezequiel Dios le ordenó que se comiera un rollo. El
propósito era asimilar las palabras para luego transmitirlas al pueblo.
(Ezequiel 2:8-10) Mas tú, hijo de
hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu
boca, y come lo que yo te doy. Y miré, y he aquí una mano extendida hacia
mí, y en ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante de mí, y estaba
escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones
y ayes.
(Eze. 3:1-4) Me dijo: Hijo de
hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel. Y
abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo. Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta
tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue
en mi boca dulce como miel. Luego me dijo: Hijo de hombre, ve y entra a la casa
de Israel, y habla a ellos con mis palabras.
La tarea de profeta no es fácil
porque la gente no siempre recibe bien el mensaje, en especial si es un llamado
de atención. Lo amargo para el profeta es que el pueblo no va a querer
escuchar, así como no lo han hecho con Dios (Eze. 3:7).
Las palabras del libro son
advertencias, un llamado al arrepentimiento, antes que venga el juicio final. Todavía
hay tiempo, pero poco…y por eso apremia que el mensaje sea transmitido. Pero,
¡qué tal que el profeta no quiere advertir al pueblo por pena, o por miedo a
ser rechazado, o por cualquier otra razón? La Biblia advierte que si el
mensajero no habla, el Señor le pedirá cuentas a él, por no haber cumplido con
la encomienda. Esta es la tarea del atalaya:
(Ezequiel 3:16-21) Y aconteció que al
cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre,
yo te he puesto por atalaya a la casa de
Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando
yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares,
para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío
morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú
amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino,
él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se
apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él,
él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias
que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero
si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá,
porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.
DULCE, PERO AMARGO
En Salmo leemos que la Palabra
de Dios se describe como dulce:
(Salmo 119:102-103) No me aparté de tus
juicios, porque tú me enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más
que la miel a mi boca.
(Salmo 19:7-11) La ley de Jehová es
perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace
sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el
corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.
9 El temor de Jehová es limpio, que
permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad, todos justos. Deseables
son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que
la que destila del panal. Tu siervo es además amonestado con ellos; en
guardarlos hay grande galardón.
Regresando a Apocalipisis,
vemos que el ángel advirtió que el libro, es decir: las palabras proféticas, serían
dulces al principio, pero luego amargas serían amargas “en las entrañas” (Apoc.
10:9-10). Las entrañas representan nuestra alma y voluntad. La Palabra de Dios puede sentirse amarga para
el alma porque muchas veces el alma quiere lo opuesto a la voluntad de Dios. No
obstante, aunque sean palabras duras, el mensaje de Dios siempre es dulce
porque es para nuestro bien.
Para un profeta, la Palabra de
Dios es dulce al recibirla porque sabe que es buena. Pero lo amargo es tener que transmitirla (en
especial si la gente no quiere oír). Tanto en Apocalipsis y en Ezequiel, la
instrucción luego de comer el libro es: transmitir el mensaje.
(Apoc. 10:11) Y él me dijo: Es
necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y
reyes.
El mensaje también puede ser
“amargo” para el oyente, porque se le pide que doblegue su alma para hacer la
voluntad de Dios y no la propia. Pero si
lo hacemos, será para nuestro bien porque todo lo que viene de Dios es
bueno.
Juan tomó el mensaje de Dios, y
lo comió…lo asimiló y lo transmitió. ¡Gracias a Dios por el mensaje de
Apocalipsis, y a Juan por haberlo comido y transmitido para que nosotros
podamos leerlo el día de hoy y saber lo que vendrá…!
Conocer el futuro es dulce para todo ser humano. Oír(degustar) y creer(digerir) la escritura amarga al ver los juicios que vendran sobre los incrédulos y sobre el mundo.
ResponderEliminarSí,es difícil pero es muy necesario anunciar la voluntad de Dios.
ResponderEliminarExcelente explicación para así tener mas entendimiento de lo que quiere Dios y en atención a el obedemos
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