lunes, 17 de septiembre de 2018

DIA DE EXPIACION (Yom Kipur)



Uno de los días más significativos del calendario bíblico es el Día de Expiación (en hebreo, Yom Kipur). Es la sexta fiesta bíblica a la que Dios convocó a su pueblo, en una fecha específica:
(Levítico 23:27-28) A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación;  tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

La razón por la que Dios convoca a su pueblo es muy importante: reconciliarse con Dios. Este es el día de ponerse a cuentas con Dios. Proféticamente, este día representa el momento en que el Señor vendrá como juez de la tierra. Quien se arrepienta, le serán perdonados los pecados; pero quien no lo haga, tendrá que cargar con su culpa. 

EXPIACIÓN
¿Qué significa “hacer expiación”? Hay dos caras de la moneda en cuanto a la expiación:
La Expiación tiene dos lados (como una moneda), y aunque parezcan opuestos, ambas aplican:

1. Una es pagar la pena impuesta por un delito cometido.
2. Otra es borrar la culpa por medio de algún sacrificio.

Cuando alguien comete una falta, éste debe pagar la pena. La única forma de no hacerlo es pagar una compensación o esperar que alguien más lo pague por uno.
El principio de expiación también aplica en un sentido espiritual: Todos hemos pecado, y debemos dar cuentas a Dios.
(Romanos 3:23) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios…

La pena del pecado es la muerte; y dado que todos pecamos, entonces todos estamos condenados a morir, pagando por nuestro propio pecado. Sin embargo, Dios no quiere que muramos (Eze. 18:32).
(Ezequiel 33:10-11) Tú, pues, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros habéis hablado así, diciendo: Nuestras rebeliones y nuestros pecados están sobre nosotros, y a causa de ellos somos consumidos; ¿cómo, pues, viviremos? Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?

El Señor no quiere que muramos, y por eso nos presentó otra opción: que otra persona pagara por nuestra pena. Esto fue lo que hizo Jesús, cuyo sacrificio en la cruz cubre nuestra deuda. El expió por nuestros pecados. 
(1 Pedro 3:18) Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu.

Jesús murió por todo el mundo. Entonces, ¿por qué no todos son salvos? Porque para recibir ese beneficio, se requiere algo de nosotros: arrepentimiento y reconocimiento de Jesús. Quien se arrepiente, le serán perdonados sus pecados; pero quien no lo hace, tendrá que cargar con su culpa.  Esto fue lo que Jesús le explicó a Nicodemo:
(Juan 3:16-18)  Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. El que cree en El no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Jesús ya pagó el precio de nuestra condena, el justo muriendo en la cruz como el Cordero de la pascua (Juan 1:29). Todo lo que debemos hacer es arrepentirnos y aceptar la expiación que Jesús hizo por nosotros. 

Pablo también explica cómo Jesús nos ha reconciliado con Dios…
(Romanos 3:24-26) siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Entonces hay dos opciones:
1. Aceptamos la expiación de Jesús; o,
2. Expiamos cada uno por los pecados cometidos.

ESTATUTO PERPETUO
Mientras que esperamos que el Señor regrese para traer justicia y paz, Él nos ha invitado a celebrar el Día de Expiación como estatuto perpetuo (heb. L’Jukat Olam, que quiere decir: ¡para siempre!)
(Levítico 16:29-31) Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros. Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. Día de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo.
Año tras año repasamos el día en que el Señor vendrá a juzgar al mundo, y perdonará a los que arrepienta. Haremos bien en estar preparados (Mat. 24:44). Y aún cuando no sea la hora de Su venida, el pueblo de Dios se beneficia de entrar en el proceso de arrepentimiento y restauración personal.

DOS MANDATOS PARA EL PUEBLO
Las instrucciones especiales para este día eran simples:
1.  “Humillaréis vuestras almas
2.  “No haréis obra alguna

1.  “Humillaréis vuestras almas
“Humillar” en hebreo es: Aná, que literalmente significa: deprimir. También puede traducirse como: abatir, afligir, debilitar, quebrantar, someterse.

Una forma muy efectiva de afligirse voluntariamente es el ayuno.  Así ha sido interpretado por lo que está escrito en las siguientes referencias bíblicas…
(Salmo 69:10)  Lloré afligiendo con ayuno mi alma, y esto me ha sido por afrenta.
(Isaías 58:3)  ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores.

El propósito del ayuno es humillarse delante de Dios; es doblegar la voluntad propia para someterse a la voluntad del Señor. La aflicción de Yom Kipur no es para condenarnos sino para ponernos en la posición correcta con respecto al Señor y limpiar nuestras vidas.  

2.  “No haréis obra alguna
El reposo es el mensaje central de todas las fiestas.  Debemos aprender a reposar en Dios.  Esto implica soltar el control y confiar en Dios…descansar en Él.  Pero, ¡cuánto le cuesta al ser humano hacer esto!  Si no soltamos el control de nuestra propia vida, el Señor no podrá tomar el timón—y él es el único que puede salvarnos. 

En las instrucciones de Levítico 23 hay una advertencia muy seria, que tiene que ver con el reposo:
(Levítico 23:29-30) Si alguna persona no se humilla en este mismo día, será cortada de su pueblo. Y a cualquier persona que haga trabajo alguno en este mismo día, a esa persona la exterminaré de entre su pueblo.

La consecuencia de no humillarse en ese día y no reposar es muy fuerte: tal persona será cortada del pueblo de Dios.  Suena drástico, pero ahora tratemos de entender lo que quiere en un sentido espiritual… 

En un sentido espiritual, el trabajo representa nuestras obras, y el reposo representa el descanso que encontramos al saber que no son nuestras propias obras las que nos salvan, sino la obra de Dios en nuestras vidas. Nadie es lo suficientemente justo para salvarse a sí mismo (Rom. 3:24; Gal. 2:16): por lo tanto, en Yom Kipur descansamos en la obra de redención que el Mesías hizo por nosotros.
(1 Juan 1:8-9) Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

Jesús murió como el Cordero de Dios en la Pascua, y su sangre nos libra de la muerte.  Él no tendrá que morir de nuevo en su segunda venida (pues ya lo hizo en su primera, Heb. 9:11-12), pero lo que Él hará en ese día será “poner fin a la iniquidad” (Daniel 9:24).  Finalmente se romperá la herencia de pecado que viene desde Adán. 
(Hebreos 9:27-28)  Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

Esto es lo que repasamos y esperamos en el Día de Expiación, Yom Kipur.

EN EL LUGAR SANTISIMO
Un dato interesante de esta celebración es que éste era el único día en que el Sumo Sacerdote podía entrar al Lugar Santísimo en el Templo (Heb. 9:6-8). 
(Levítico 16:2) Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera; porque yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio.

En el Lugar Santísimo, el sumo sacerdote rociaba la sangre del sacrificio sobre el Arca del Pacto (en el propiciatorio), como un acto para pedir perdón por los pecados de todo el pueblo.

En ese momento, el sumo sacerdote se encontraba “cara a cara” con Dios, pues la Biblia dice que la Presencia de Dios se manifestaba sobre el propiciatorio del Arca del Pacto.
(Éxodo 25:22) Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.

El Día de Expiación representa el día en que veremos de nuevo a Dios “cara a cara”, sin morir.
(1 Corintios 13:12)  Ahora vemos por espejo,  oscuramente;  mas entonces veremos cara a cara.  Ahora conozco en parte;  pero entonces conoceré como fui conocido.

FINAL DE YOM KIPUR
La última ceremonia del día de Yom Kipur se conoce en hebreo como Neilá. En el último minuto del día (al caer la tarde), se cierran las puertas de la sinagoga, lo cual simboliza que se cierra la última oportunidad para arrepentirse. En el cumplimiento mesiánico, cuando venga el Día del Señor, esa ceremonia no será un ensayo, sino el evento real. Cuando llegue el Día, ya será demasiado tarde para arrepentirse.

Les invito a que lean sobre la ceremonia especial que se realizaba en el Templo en ese día, la cual es muy significativa. Visiten el siguiente enlace: Ceremonia en Yom Kipur

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