A lo largo de la historia, los hombres han
luchado por tener el control. Nabucodonosor creía estar en control y tener todo
el poder del mundo. El quería hacerlo evidente obligando a todos a adorar su
imagen.
Cuando los jóvenes judíos se negaron a adorar
la imagen, él dijo: “¿Qué dios los podrá librar de mí?” (Dan. 3:15). El rey
sintió su autoridad retada, y decidió acabar con esa amenaza. Y para hacer un
ejemplo de ellos, intensificó el fuego del horno.
(Daniel 3:19-20) Entonces Nabucodonosor se llenó de
ira, y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y
ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y
mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac,
Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo.
Es interesante que el rey mandó a atar las
manos de los jóvenes judíos. La intención era evitar que pudieran defenderse.
Con las “manos atadas”, no había posibilidad humana para salvarse…
Medita…
Tal vez hay circunstancias en tu vida que te
hacen sentir que tienes atadas tus manos, porque no hay nada humanamente
posible que puedas hacer para salir de esa situación. En la vida, Dios espera
que hagamos nuestra parte…pero podemos confiar que Él hará Su parte también. Yo
hago lo posible, y Dios lo imposible.
(Lucas 18:27) Y El respondió: Lo imposible para
los hombres, es posible para Dios.
LA
MANO DE DIOS
Sadrac, Mesac y Abednego no vieron el provecho
de salvar su vida, pero perder su alma (Mateo 16:25-26). Ellos prefirieron
perder sus vidas antes que doblar rodilla ante otro que no fuera Dios.
(Dan. 3:21-23) Entonces estos varones fueron
atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron
echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y como la orden del rey era
apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que
habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadrac,
Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.
El Señor honra a los que le honran (1 Sam.
2:30), y Él salvó milagrosamente a los jóvenes judíos que permanecieron fieles
a Dios.
(Daniel 3:24)
Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente
y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego?
Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo
cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún
daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses. Entonces
Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo:
Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces
Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego. Y se juntaron
los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para
mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus
cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban
intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían.
Al final, lo único que se quemó fueron las
“ataduras” y los verdugos que los lanzaron al fuego. Como dice el profeta:
(Isaías 43:2-3) Cuando pases por las aguas, yo
estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego,
no te quemarás, ni la llama te abrasará. Porque yo soy el SEÑOR tu Dios, el
Santo de Israel, tu Salvador…
Oración…
Señor,
tú hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido;
nada es imposible para Ti. Mi confianza está puesta en Dios, y por la
misericordia del Altísimo no seré conmovido.
Aunque
se levanten enemigos contra mí por tu causa, yo sé que tu diestra hallará a
aquellos que te odian. Aunque intentaron el mal contra mí y fraguaron conspiración,
no prevalecerán, pues tú los pondrás en fuga. Los harás como horno de fuego en
el tiempo de tu enojo. En su ira, el Señor devorará a sus enemigos y fuego los
consumirá. Engrandécete, oh SEÑOR, en tu poder.
No
temeré, aunque sea probado y venga tribulación. Seré fiel hasta la muerte, pues
sé que al vencedor le darás la corona de la vida.
…(Continúa
en tu oración personal)…
(ref.
Jeremías 32:17; Sal 21:7-13; Apocalipsis 2:10)
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