domingo, 5 de septiembre de 2010

Joel (Día 27): Se Restaura la Ofrenda


FRUTOS DE ARREPENTIMIENTO
Ayer vimos que los que siembran con lágrimas de arrepentimiento, cosecharán con frutos de gozo y bendición. Estos son los frutos del arrepentimiento.

En la Primera Venida del Señor, Juan el Bautista preparó el camino haciendo un llamado de arrepentimiento. Muchos llegaban a bautizarse como señal de un cambio. Pero no todos lo hacía de todo corazón.
(Mat. 3:5-12)  Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región alrededor del Jordán; (6) y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán. (7) Pero cuando vio que muchos de los fariseos y saduceos venían para el bautismo, les dijo: ¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? (8) Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento; (9) y no presumáis que podéis deciros a vosotros mismos: "Tenemos a Abraham por padre", porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. (10) Y el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. (11) Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. (12) El bieldo está en su mano y limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible.

El cambio, la transformación de la vida, es lo que da el testimonio de un genuino arrepentimiento. Pero sin frutos, ningún ritual servirá como sustituto. Cuando el Señor venga como fuego, recogerá el fruto, pero quemará la paja.

SE RESTAURA LA OFRENDA
En el capítulo uno de Joel vimos como Dios había quitado la ofrenda diaria (Joel 1:9—Día 11 del ayuno). Aunque el pueblo pecaba, no se arrepentía. No obstante, ellos seguían ofreciendo sacrificios como que si eso bastara para estar bien con Dios.

Pero Dios mandó plagas que afectaron la producción del trigo, aceite, vino, los cuales eran esenciales para los sacrificios. Vimos que esto significaba que Dios había cerrado el camino hacia Su Presencia. Si el pueblo no estaba genuinamente arrepentido, ya no permitiría que se acercaran a Él.

Pero si hay arrepentimiento genuino, esto puede ser revertido (Isa. 65:8-9). En el capítulo dos de Joel vemos que uno de los frutos de arrepentimiento será la restauración de la “ofrenda”.
(Joel 2:13-14)  Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos; volved ahora al SEÑOR vuestro Dios, porque El es compasivo y clemente, lento para la ira, abundante en misericordia, y se arrepiente de infligir el mal. (14) ¿Quién sabe si volverá y se apiadará, y dejará tras sí bendición, es decir, ofrenda de cereal y libación para el SEÑOR vuestro Dios?

La peor consecuencia del pecado no son las maldiciones, las plagas o las enfermedades, sino la separación de Dios.

Podemos engañarnos creyendo que somos “cristianos” sólo porque hicimos la confesión de fe. Pero ese es sólo el inicio. Si no hay un cambio profundo en la vida y no tenemos una relación íntima con Dios, de poco sirve. Ese es el engaño de la “religiosidad”. Este era el mensaje de Juan el Bautista, y también el de Joel.
La reactivación de la ofrenda diaria en el Templo representa la restauración de la comunión con Dios. La mayor bendición que todo hombre puede tener es una relación cercana con Dios. Con Él lo tenemos todo; sin Él, no tenemos nada. Aun lo que podamos tener, al final no significará nada si no tenemos al Señor.

El Señor quiere purificar a Su pueblo, a Su iglesia, para que podamos estar con Él. Lo que prende el fuego de Su corazón no es la venganza, sino el amor, el celo y la pasión que tiene por los suyos.
(Malaquías 3:2-4)  ¿Pero quién podrá soportar el día de su venida? ¿Y quién podrá mantenerse en pie cuando El aparezca? Porque El es como fuego de fundidor y como jabón de lavanderos. (3) Y El se sentará como fundidor y purificador de plata, y purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como a oro y como a plata, y serán los que presenten ofrendas en justicia al SEÑOR. (4) Entonces será grata al SEÑOR la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño y como en los años pasados.


ORACIÓN
Señor, quiero amarte de todo corazón. Quiero arrepentirme de todo corazón. Recoge el fruto de mi arrepentimiento, y quema todo lo que no es bueno. Transfórmame para producir todo buen fruto: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. 

Señor, si he amado en mi corazón a algo o alguien más que a Ti, muéstramelo. Porque yo te quiero amor con todo el corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas. Tú eres lo más importante para mí. No quiero decir que sólo de oídas te conocí, sino quiero sentirte y que mis ojos te vean. Quiero tener una relación cercana Contigo.

[Silencio para escuchar]

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