martes, 27 de septiembre de 2011

Nehemías 3: Entre puerta y puerta

Muros entre Puerta y Puerta
Algo que no hemos mencionado aún es que, entre puerta y puerta, los retornados también iban edificando los muros. 

Por lo general, quien colaboraba en la construcción de cada sección del muro eran los que vivían cerca. 
(Nehemías 3:10)  Asimismo restauró junto a ellos, y frente a su casa, Jedaía hijo de Harumaf; y junto a él restauró Hatús hijo de Hasabnías.
(Nehemías 3:23)  Después de ellos restauraron Benjamín y Hasub, frente a su casa; y después de éstos restauró Azarías, hijo de Maasías hijo de Ananías, cerca de su casa.
(Nehemías 3:28-30)  Desde la puerta de los Caballos restauraron los sacerdotes, cada uno enfrente de su casa.  (29)  Después de ellos restauró Sadoc hijo de Imer, enfrente de su casa: y después de él restauró Semaías hijo de Secanías, guarda de la puerta Oriental.  (30)  Tras él restauró Hananías hijo de Selemías, y Hanún hijo sexto de Salaf, el otro tramo. Después de él restauró Mesulam, hijo de Berequías, enfrente de su cámara.

Eso nos enseña que la edificación debe comenzar cerca, en un mismo y en la casa propia…antes de pensar en ir a “salvar al mundo”.  Hasta que uno ya ha limpiado su parte, podría uno considerar ayudar a los otros. 
(Mateo 7:3-5)  ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, pero no consideras la viga que está en tu propio ojo?  (4)  ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí hay una viga en tu propio ojo?  (5)  ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, entonces mirarás claramente para sacar la paja del ojo de tu hermano.

¿Quiénes participaron?
Aquí vemos que todo tipo de persona se unió al proyecto de reconstrucción, tanto sacerdotes como mercaderes, desde perfumistas hasta plateros, hombres y mujeres. 

Pero hubo unos pocos que no querían ensuciar sus manos. 
(Nehemías 3:4-5)  Y junto a ellos restauró Meremot hijo de Urías, hijo de Cos, y al lado de ellos, restauró Mesulam hijo de Berequías, hijo de Mesezabeel. Junto a ellos restauró Sadoc hijo de Baana.  (5)  E inmediato a ellos restauraron los tecoítas; pero sus nobles no prestaron su cerviz a la obra de su Señor.

Tal vez los nobles se creían “demasiado especiales” para manchar sus vestidos y arruinarse las uñas.  Pero sabemos que no debía ser así.  En la obra de Dios, todos debemos trabajar.  Cada uno debe hacer su parte.

El texto dice que los “nobles no prestaron su cerviz a la obra del Señor”.  La cerviz es el cuello, y representa la voluntad.  Ellos no quisieron doblegar su voluntad a la del Señor.  Es impresionante, pero hay gente que cree estar “sobre la ley”, aun la de Dios.  Esto es un gran engaño, porque todos tendremos que dar cuentas a Dios por lo que haya hecho o haya dejado de hacer.

El Señor nos dijo que nos pusiéramos “Su yugo” sobre nuestra cerviz. Es decir, aceptar hacer Su voluntad. 
(Mateo 11:28-30)  Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.  (29)  Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.  (30)  Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

Por lo general, el yugo se pone sobre dos animales que son similares; de lo contrario, uno trabaja más que el otro.  Pero al Señor no le importa llevar la carga sobre Sus hombros, porque Él puede.  Por lo tanto, si nos ponemos el yugo del Señor, será fácil.  
En lugar de ser “carga”, la obediencia al Señor nos permite descansar.  Primero, porque no tenemos que “adivinar” lo que es bueno o malo, como lo hace el mundo.  Segundo, porque todo lo que el Señor espera es que hagamos lo que podamos, y Él nos ayuda al resto.  Pero si endurecemos la cerviz y nos quitamos el yugo para hacer lo que queremos, todo el peso caerá sobre nuestros hombros.
El día de hoy, todos los creyentes estamos llamados a edificar a la Iglesia, comenzando por uno mismo. 

¿Estamos haciendo cada uno nuestra parte? 
No olvidemos que lo que hace cada creyente afecta a toda la congregación.


Oremos…
Señor, reconozco que es más fácil ver las faltas del prójimo.  Pero hoy quiero pedirte perdón por juzgar a los demás e ignorar mis propias faltas.  Yo quiero colaborar en la edificación de Tu Iglesia, por lo tanto comenzaré edificando a mi casa.  Aún más, quiero comenzar por levantar mi propia vida. 

Señor, muéstrame esas áreas en mi persona que aún necesitan ser renovadas y restauradas.  Quiero hacer mi parte.  No quiero ser como los nobles, con cerviz dura.  Voluntariamente me pongo Tu yugo, e iré donde Tú vayas, y haré lo que Tú quieras.  Reposo en Ti, y no en mi propia voluntad. 

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