sábado, 1 de octubre de 2011

Nehemías 4:22-23: Otra Defensa



Otras estrategias de defensa que Nehemías implementó son las siguientes:

e.  No Se Desnudaron
Además del apoyo mutuo, hay otra estrategia relacionada que menciona Nehemías al final del capítulo:
(Nehemías 4:22-23)  También dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado se quede dentro de Jerusalén, para que de noche nos sirvan de centinelas, y de día en la obra.  (23)  Y ni yo, ni mis hermanos, ni mis mozos, ni la gente de guardia que me seguía, desnudamos nuestra ropa; cada uno se desnudaba solamente para lavarse.

Los guardias tenían que estar alertas en todo tiempo.  No podían con nada, ni aun cambiándose la ropa.  Pero, ¿por qué menciona Nehemías esto es particular?  Nehemías lo menciona en un sentido natural, pero también tiene una aplicación espiritual.

“Desnudarse” es quitarse lo que nos cubre las partes privadas.  En un sentido espiritual, “desnudar” implica hacer pública una vergüenza privada.  La única razón por la que debe exponerse un pecado oculto es para lavarlo, y para nada más.  Sobre todo en un tiempo de guerra espiritual, es importante que el pueblo esté unido. Pero la crítica y el chisme no sólo distraen, sino que traen división y desunión.

Un problema serio en la Iglesia es la crítica a aquellos que piensan diferente a uno.  Por eso hay tanta división en el Cuerpo de Cristo.  Pero es importante que hagamos a un lado las diferencias y nos concentremos en lo que tenemos en común.  Primero está Dios, y Él puede reconciliarnos.  Pero también tenemos un enemigo en común, y él quiere dividirnos.  Contra ese enemigo debemos pelear, no entre los hermanos.

La lengua es capaz de edificar o destruir.  Tiene poder de vida o de muerte.
(Proverbios 18:20-21)  Del fruto de la boca del hombre se saciará su vientre; del producto de sus labios será saciado.  (21)  La muerte y la vida están en poder de la lengua; y el que la ama comerá de sus frutos.

Cuidemos que lo que salga de nuestra boca sea para edificación, no destrucción.
(Efesios 4:29)  Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca; sino la que sea buena y sirva para edificación, para que dé gracia a los oyentes.


e.  Temor a Dios, no al hombre
Una de las principales armas de defensa en contra de los ataques del enemigo es la FE en Dios.
(Efesios 6:16)  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

Lo opuesto a la fe es el miedo.  El miedo nos desarma, y aún nos lleva a hacer locuras que nunca hubiéramos pensado hacer.  Por eso es crucial superar el miedo cuando vamos a pelear.  Nehemías lo sabía, y por eso dijo:
(Nehemías 4:14)  Cuando vi su temor, me levanté y dije a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo: No les tengáis miedo; acordaos del Señor, que es grande y temible, y luchad por vuestros hermanos, vuestros hijos, vuestras hijas, vuestras mujeres y vuestras casas.


¿Cómo podemos quitarnos el miedo el enemigo?  Volviendo los ojos a Dios.  Si vemos Quién es Él y de lo que es capaz, el miedo se desvanecerá.  Mientras más conocemos a Dios, menos miedo del hombre tendremos. 

Esta lección la aprendió el rey Ezequías, y por eso pudo decir lo siguiente:
(II Crónicas 32:7-8)  Sed fuertes y valientes; no temáis ni os acobardéis a causa del rey de Asiria, ni a causa de toda la multitud que está con él, porque el que está con nosotros es más poderoso que el que está con él.  (8)  Con él está sólo un brazo de carne, pero con nosotros está el SEÑOR nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas. Y el pueblo confió en las palabras de Ezequías, rey de Judá.

Oremos…
Señor, hoy te quiero pedir perdón por hablar mal de mis hermanos.  Hoy entiendo que con mi boca debo edificar, y no destruir.  Ayúdame a sacar de mi vida la crítica y las habladurías.  Quiero que ninguna palabra corrompida salga de mi boca; sino la que sea buena y sirva para edificación, y dé gracia a los oyentes.

También, Señor, quiero armarme de fe.  Sé que “la fe viene por el oír”, y por eso quiero conocerte y escucharte.  Creeré en Ti, y no me dejaré llevar por mis ojos naturales.  No tendré miedo del hombre, porque tendré temor de Ti.  Que los dardos del enemigo se apaguen en el escudo de mi fe.

[Efesios 4:29; Hebreos 11:1]

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