lunes, 3 de octubre de 2011

Nehemías 6:1-14

Conforme Nehemías levantaba los muros de defensa, los enemigos se molestaban cada vez más.  Habían tratado de frustrar los planes de reedificación, pero no lo habían logrado.  Hasta el momento, ninguna de sus tretas había funcionado.  Lo único que les quedaba era deshacerse de Nehemías.
(Nehemías 6:1)  Y aconteció que cuando se les informó a Sanbalat, a Tobías, a Gesem el árabe y a los demás enemigos nuestros que yo había reedificado la muralla y que no quedaba ninguna brecha en ella, aunque en aquel tiempo yo no había asentado todavía las hojas en las puertas.

Nehemías ya había logrado cerrar las brechas en el muro.  Por lo tanto, el enemigo no lo podía tocar.  De la misma manera, el adversario tampoco nos puede hacer nada si nosotros no hemos abierto puerta al pecado (a menos que Dios lo permita por un propósito especial, como el caso de Job). 


Trampa de los enemigos
Dado que no podían hacerle nada a Nehemías, gracias a que la ciudad estaba protegida por sus muros, entonces los enemigos hicieron planes de sacar a Nehemías “fuera” de la ciudad. 
(Nehemías 6:2)  Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos juntos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Pero ellos habían pensado hacerme mal.

Si él salía de Jerusalén amurallada, estaría expuesto y podrían hacer con él lo que quisieran.  Con esto en mente, lo mandaron a llamar.  También nosotros, si nos salimos del orden de Dios (de los muros de obediencia), nos exponemos a que el enemigo nos haga daño.

La respuesta de Nehemías nos enseña cómo debemos responder cuando el enemigo nos “invite” a salirnos del orden de Dios.
(Nehemías 6:3-4)  Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros.  (4)  Y enviaron a mí con el mismo asunto por cuatro veces, y yo les respondí de la misma manera.

El enemigo es insistente, porque sabe que algunas personas ceden ante la presión.  Pero Nehemías no iba a ceder porque sabía lo que era bueno y correcto.  Él iba a permanecer dentro de los muros.  ¿Qué hacemos nosotros ante la presión?  Haremos bien en perseverar en la voluntad de Dios, en lugar de ceder ante la voluntad del hombre. 


Denuncia pública
Aun así, el enemigo no se dio por vencido, e insistió aún una quinta vez.  En esta ocasión lo hizo mandando una carta abierta, que hoy equivale a una denuncia pública. 
(Nehemías 6:5-7)  Envió entonces Sanbalat a mí su criado, a decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano,  (6)  en la cual estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros; y que por eso edificas tú el muro, con la mira, según estas palabras, de ser tú su rey;  (7)  Y que has puesto profetas que prediquen de ti en Jerusalén, diciendo: ¡Hay rey en Judá! Y ahora serán oídas del rey las tales palabras; ven por tanto, y consultemos juntos.

Esta era una acusación falsa, a ojos de todos.  La intención era presionar a Nehemías a salir a defenderse y aclarar la situación.  Esta trampa es más sutil, porque parece algo justo y necesario.  Pero Nehemías pudo ver más allá, y sabía que las intenciones eran torcidas. 

¿Cuántas veces el enemigo nos lanza golpes bajos para hacernos reaccionar?  Y, ¿cómo reaccionamos a esas provocaciones: Acaso salimos a la “defensa de nuestra dignidad”, o hacemos lo que es correcto?  Muchas veces el enemigo nos provoca para que salgamos del lugar seguro, pues quiere rebajarnos a su nivel.

Nehemías no salió a defenderse, sino sólo envió un mensaje:
(Nehemías 6:8-9)  Entonces envié yo a decirles: No hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas.  (9)  Porque todos ellos nos intimidaban, diciendo: Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será hecha. Ahora, pues, oh Dios, fortalece mis manos.

Se requiere de mucha firmeza y confianza en Dios para no ceder ante las acusaciones falsas, especialmente si son públicas.  Pero hay instancias en que es mejor quedar callado y seguir haciendo lo que uno debe hacer, y pedirle a Dios que nos ayude. 


La Prueba de Fuego
La prueba más difícil que Nehemías tuvo que enfrentar fue la última, ya que fue la traición de personas cercanas, dentro del pueblo de Dios: por Semaías y falsos profetas. 
(Nehemías 6:10-14)  Vine luego a casa de Semaías hijo de Delaías, hijo de Mehetabel, porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la casa de Dios dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte.  (11)  Entonces dije: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvar su vida? ¡No entraré!  (12)  Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí, porque Tobías y Sanbalat le habían alquilado por salario.  (13)  Porque fue sobornado para que yo fuese intimidado e hiciese así, y que pecase, y les sirviese de mal nombre con que fuera yo infamado.  (14)  Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas sus obras, y también de Noadías profetisa, y de los otros profetas que trataban de intimidarme.

Semaías le estaba tendiendo una trampa.  Pero el mayor peligro no era quedar encerrado con el enemigo.  El verdadero problema era que él le estaba aconsejando a Nehemías que hiciera algo indebido, ya que él no podía entrar en el Templo (probablemente porque era eunuco).  Si hacía algo indebido, aunque sea dentro de las murallas de Jerusalén, quedaría expuesto al enemigo por haber abierto una brecha espiritual. 

El enemigo puede usar a personas cercanas, y aún a personas que parecen santas, para hacernos caer.  Algunos se prestan para recibir algún beneficio personal, pero en realidad le están haciendo un favor al enemigo.  Sin embargo, así como Nehemías, el Señor nos puede dar discernimiento para no dejarnos engañar. 


Oremos…
Señor, el enemigo usa armas sutiles para hacernos caer, y así abramos brecha en nuestro muro para poder atacarnos.  Pero Tú nos has dado armas espirituales para defendernos de las tretas del enemigo.  Enséñanos a usarlas. 

Señor, dejo mi propia sabiduría y mi orgullo a un lado, y confiaré sólo en Ti.  Dame sabiduría y discernimiento para no dejarme engañar.  Pero, sobre todo, yo me comprometo a hacer las cosas como Tú mandas, porque sé que mi obediencia será un muro de defensa a mi alrededor.

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