Milagro y Testimonio
A pesar de todas las adversidades, la muralla alrededor de Jerusalén fue levantada. (Nehemías 6:15) Así que el muro fue terminado el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días.
La terminaron en tiempo record, lo cual sirvió de testimonio del poder del Dios de Israel ante todas las naciones.
(Nehemías 6:16) Y sucedió que cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban en nuestros alrededores, y se sintieron muy humillados ante sus propios ojos, y conocieron que esta obra había sido hecha por nuestro Dios.
De la misma manera, cuando el Señor comienza a obrar en nuestros corazones, nuestras vidas se transforman, más rápido de lo que podríamos imaginar. Sólo el Señor puede hacer el milagro de sanar corazones y cambiar vidas. Al ver esto, muchos creerán (Juan 20:30-31).
Guardianes en los Muros
Nehemías no se durmió en sus laureles. Él sabía que no sólo se deben levantar los muros, sino que se deben cuidar. (Nehemías 7:1-3) Y aconteció que, cuando el muro fue edificado, y hube colocado las puertas, y que fueron señalados porteros y cantores y levitas, (2) di a mi hermano Hanani, y a Ananás el príncipe del palacio, cargo sobre Jerusalén (porque éste era un hombre fiel y temeroso de Dios, más que muchos); (3) y les dije: No se abran las puertas de Jerusalén hasta que caliente el sol; y aun ellos presentes, cierren las puertas, y atrancad. Y señalé guardas de los moradores de Jerusalén, cada cual en su guardia, y cada uno delante de su casa.
Lo que más se debe cuidar en una ciudad amurallada son las puertas, porque por allí se entra y se sale al exterior. En un sentido espiritual, las puertas son los puntos de contacto que los creyentes tienen con el mundo. Jesús dijo que no somos de este mundo, pero estamos en este mundo (Juan 17). Debemos aprender a relacionarnos con todos, pero también debemos poner ciertos límites, y no permitir que nada malo entre a nuestros hogares, ni al pueblo de Dios.
La asignación de los guardias comienza de una forma natural: “cada uno delante de su casa” (7:3). El hombre de la casa debe guardar la parte del muro que está delante de su hogar. En el orden de Dios, los padres son estos guardias que cuidan qué o quién entra y sale de sus casas. El padre, quien es la cabeza del hogar, tiene la llave de la puerta de su casa, y él determina lo qué entra en su hogar. Él es el guardián, el atalaya en el muro, que protege a su familia. Él es quien debe guardar que los muros de su casa estén levantados, y cuidar que por las puertas no entre algo malo, no sólo a su casa sino al pueblo de Dios (la Iglesia).
Nehemías también asignó levitas y cantores. El padre de familia también es el sacerdote del hogar, y quien lleve a la familia a alabar y a honrar a Dios. En nuestra cultura, ese rol se le ha delegado a la madre, pero en realidad el responsable es el padre. El hombre no sólo tiene la responsabilidad de traer pan a la mesa, sino también el pan espiritual.
Claro Como la Luz del Día
Nehemías ordenó que se mantuvieran cerradas las puertas hasta que el día estuviera claro. Esto nos enseña que no debemos abrir las puertas de nuestro hogar a cualquiera que llame, mucho menos si está oscuro, en tinieblas, cuando las cosas no se ven claras. Antes que algo entre a la casa, debemos examinarlo antes; para ello, es necesario que haya “luz”, es decir, debe estar claro “como la luz del día”, y ser lo correcto “a la luz de la Palabra”.
Oremos…
Señor, he estado trabajando en mi vida durante estas semanas de ayuno. He descubierto muros caídos y puertas abiertas, pero con Tu ayuda he estado trabajando para levantar esos muros y cerrar esas puertas. Hoy quiero pedirte que mi vida restaurada sirva de testimonio y buen ejemplo a muchos, para que crean en Ti al ver los milagros que has hecho en mi vida.
También te pido, Señor, que esta restauración sea permanente, y no sólo pasajera. Si Tú no edificas mi casa, en vano trabajo; si Tú no me guardas, en vano velaría. Enséñame a cuidar y a defender lo que me has dado. Sé que, aunque estoy en este mundo, no soy de este mundo, por lo tanto te pido que me guardes en santidad, a mí y a mi familia.
[Juan 17:15-19; Salmo 127:1-5; 1 Cor. 2:1-4]
Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guarda. (2) Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño. (3) He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. (4) Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. (5) Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta.
(Salmo 127:1-5)
K bendición
ResponderEliminarhermosa meditacion y una reflecion para nuestra vida espiritual amen y ser verdaderos guardianes del muro para la gloria de Dios
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