La fiesta de Tabernáculos se celebra por siete días (15-21 Tishri), pero en realidad son ocho, ya que hay un día extra de fiesta.
(Lev. 23:36) Durante siete días presentaréis al SEÑOR una ofrenda encendida. El octavo día tendréis una santa convocación, y presentaréis al SEÑOR una ofrenda encendida; es asamblea solemne. No haréis trabajo servil.
El octavo día es una santa convocación. Este último día está conectado con Tabernáculos, pero es señalado aparte. En hebreo se conoce como Shmini Atzeret (lit. octavo final), y marca la conclusión de Sucot.
En la Biblia, el número 7 representa la perfección y algo completo. El número 8 representa un nuevo inicio.
7 Días y Milenios
La semana
tiene 7 días. Representa un tiempo
completo. La Biblia explica que el día
también representa un milenio. (Salmo 90:4) Porque mil años delante de tus ojos, son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche.
(II Pedro 3:8) Mas, amados, no ignoréis esto: Que un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día.
El séptimo milenio es la Era Mesiánica, los mil años en los cuales el Señor Jesús reinará sobre todo el mundo en perfecta paz. Este milenio es el equivalente al día de reposo (Shabat), que es el séptimo día.
El octavo día de Sucot representa un nuevo inicio. Proféticamente representa el tiempo que vendrá luego del milenio mesiánico, con una tierra nueva y cielos nuevos. Es un nuevo inicio en la relación del hombre con Dios, luego de su completa redención y restauración.
(Isaías 65:17-19) Porque he aquí que yo creo nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. (18) Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo he creado alegría para Jerusalén, y gozo para su pueblo. (19) Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor.
(Apocalipsis 21:1-5) Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado, y el mar no existía ya más. (2) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido. (3) Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos, y será su Dios. (4) Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (5) Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
(II Pedro 3:13-14) Pero nosotros esperamos según su promesa, cielos
nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. (14)
Por lo cual, amados, estando en espera de estas cosas, procurad con
diligencia que seáis hallados de Él en paz, sin mácula y sin reprensión.
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