(Día 10)
¿Qué significa “tener hambre y sed de justicia”? Para entenderlo, primero debemos saber qué
significa “justicia”…
La palabra que se traduce como “justicia”, en griego es: “Dikaiosune”, que también podría
traducirse como “rectitud, justificación, equidad”.
¿Qué es justo? Lo que
es justo no lo determinan las cortes
legales, ni los congresos ni senados humanos, sino Dios, y está plasmado en la
Biblia. Dios decide qué es bueno o malo,
justo o injusto.
Hay mucha gente que se considera buena y “justa”. Tal vez sea así a los ojos de los hombres, pero
no necesariamente a los ojos de Dios.
La Biblia dice:
(Eclesiástes 7:20) Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca
peque.
(Romanos 3:9-12) ¿Entonces qué? ¿Somos nosotros mejores que ellos? De ninguna manera;
porque ya hemos denunciado que tanto judíos como griegos están todos bajo pecado; (10)
como está escrito: No hay justo, ni aun uno; (11) no
hay quien entienda, no hay quien busque a Dios;
(12) todos se han desviado, a una
se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
Esto suena triste, pero es la realidad. Es importante que reconozcamos que no somos
justos, pues sólo así podremos tener “hambre y sed” de ser justificados.
FUE CONTADO POR
JUSTICIA
La primera vez que aparece la palabra “justicia” en la
Biblia es en Génesis:
(Génesis 15:6) Y Abram creyó en el SEÑOR, y El se lo reconoció por justicia.
Desde el principio, el Señor nos ha revelado cómo vamos a
alcanzar la justicia: no es por obras, porque todos fallamos, sino que es por fe.
(Rom. 4:22-25) Por lo cual también su fe le fue contada por justicia. (23) Y
no sólo por él fue escrito que le fue contada,
(24) sino también por nosotros, a
quienes será contada: como los que creen en aquel que levantó de los muertos a
Jesús nuestro Señor, (25) el cual fue entregado por causa de nuestras
transgresiones y resucitado para nuestra justificación.
Nadie ha podido cumplir la ley de Dios a la perfección, por
lo tanto, no hay nadie que pueda considerarse “justo” (sólo Jesucristo). Pero Dios no quiere que seamos condenados y
muramos; su deseo es justificarnos.
(Romanos 6:20-23) Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres en cuanto a la
justicia. (21) ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas
de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de esas cosas es muerte. (22)
Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida
eterna. (23) Porque la paga del pecado es muerte, pero la
dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Romanos 3:21-26) Pero ahora, aparte de la ley, la
justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los
profetas; (22) es decir, la justicia de Dios por medio de la
fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción; (23)
por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, (24)
siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la
redención que es en Cristo Jesús,
(25) a quien Dios exhibió
públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como
demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los
pecados cometidos anteriormente,
(26) para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y
sea el que justifica al que tiene fe en Jesús.
La justificación se obtiene por fe, creyendo en
Jesucristo. Lo único que debemos tener
es “hambre y sed de justicia”.
(Isaías 55:1-3) Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero,
venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin costo alguno. (2)
¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que
no sacia? Escuchadme atentamente, y comed lo que es bueno, y se deleitará
vuestra alma en la abundancia. (3) Inclinad vuestro oído y venid a mí, escuchad
y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros un pacto eterno, conforme a las
fieles misericordias mostradas a David.
La clave es reconocer que uno necesita la
justificación. Eso es “tener hambre y
sed de justicia”. Pero si uno se cree
justo, no deseará ni pedirá ni buscará la justicia que viene por fe, a través
del arrepentimiento y perdón de pecados.
(Mateo 21:31-32) … Jesús les dijo: En verdad os digo
que los recaudadores de impuestos y las rameras entran en el reino de Dios
antes que vosotros. (32) Porque Juan vino a vosotros en camino de
justicia y no le creísteis, pero los recaudadores de impuestos y las rameras le
creyeron; y vosotros, viendo esto, ni siquiera os arrepentisteis después para
creerle.
“Hambre y sed de justicia” es el deseo intenso de que ser considerados
justos delante de Dios. Si manifestamos esa
necesidad ante Dios, Él la saciará.
Lo primero que debemos buscar es esta justicia de Dios, y
todo lo demás será añadido.
(Mateo 6:31-33) Por tanto, no os preocupéis, diciendo: "¿Qué comeremos?" o
"¿qué beberemos?" o "¿con qué nos vestiremos?" (32)
Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro
Padre celestial sabe que necesitáis de todas estas cosas. (33)
Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas.
ORACIÓN
Señor, Tú
eres mi Dios; te buscaré con afán. Mi alma tiene
sed de ti, mi carne te anhela cual tierra seca y árida donde no hay agua. Así te contemplaba, para ver tu poder y tu
gloria. Porque tu misericordia es mejor
que la vida, mis labios te alabarán. Tengo
sed de justicia, pero no tengo cómo comprarla.
Señor,
reconozco que no soy justo, y la paga de mi pecado es muerte. Pero creo que Tú quieres salvarme. Así como Abraham, mi fe será contada por
justicia, porque he creído que en Ti que levantaste a Jesús de los muertos, a quien
entregaste por causa de mis transgresiones y resucitaste para mi justificación.
Señor, Tú nos
salvaste, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme
a Tu misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación
por el Espíritu Santo, que derramaste sobre nosotros abundantemente por medio
de nuestro Salvador, para que justificados por Tu gracia fuésemos hechos herederos
según la esperanza de la vida eterna.
Por fe, he sido
libertado del pecado. Tú has saciado mi hambre y sed de justicia, y por Tu
misericordia recibo el regalo de justificación y vida eterna. Ahora soy siervo
de Dios, y el fruto de mi vida será la santificación.
[Salmo 63:1-3;
Isa. 55:1-3; Rom. 6:20-23; Tito 3:5-7; Rom. 4:20-25]
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