viernes, 24 de agosto de 2012

LLANTO QUE TRAE CONSUELO (Mat. 5:4)


(Día 6)

Ayer vimos que es una bendición llorar, porque al desahogarnos reconocemos que necesitamos a Dios…y cuando clamamos a Él, encontraremos consuelo. 

Hay otras dos razones por las que podemos llorar, pero también traen consuelo: El llanto por arrepentimiento y de intercesión.   



LLANTO DE ARREPENTIMIENTO
A veces el dolor en la vida nos viene por errores que hemos cometido.  Es la consecuencia del pecado.  Pero cuando nos arrepentimos, el Señor trae consuelo, ya que Él nos perdona y nos enseña el camino correcto, para no volver a caer en el mismo error.  Hay consuelo tanto en el perdón como en la lección aprendida.
(Isaías 30:19-21)  Oh pueblo de Sion, morador de Jerusalén, no llorarás más. Ciertamente se apiadará de ti a la voz de tu clamor; cuando la oiga, te responderá.  (20)  Aunque el Señor os ha dado pan de escasez y agua de opresión, tu Maestro no se esconderá más, sino que tus ojos contemplarán a tu Maestro.  (21)  Tus oídos oirán detrás de ti una palabra: Este es el camino, andad en él, ya sea que vayáis a la derecha o a la izquierda.

(Jeremías 31:9)  Con llanto vendrán, y entre súplicas los guiaré; los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy un padre para Israel, y Efraín es mi primogénito.

Muchas personas lloran cuando se arrepienten.  Es el llanto del reconocimiento de haberle fallado a Dios.  Sin embargo, es una congoja que trae consuelo, pues Dios perdona a quien se arrepiente.
(2 Corintios 7:9-11)  pero ahora me regocijo, no de que fuisteis entristecidos, sino de que fuisteis entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrierais pérdida alguna de parte nuestra.  (10)  Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte.  (11)  Porque mirad, ¡qué solicitud ha producido en vosotros esto, esta tristeza piadosa, qué vindicación de vosotros mismos, qué indignación, qué temor, qué gran afecto, qué celo, qué castigo del mal! …


CLAMOR DE INTERCESIÓN
Otra instancia en la que es positivo llorar es en la intercesión.  A veces el Señor pone cargas en los corazones de sus siervos.  No lo hace para “hacerlos sufrir”, sino para empujarlos a interceder, ya sea por una situación o una persona que lo necesita. 



La intercesión abre puertas, y permite que el Cielo baje a la Tierra, y el Señor intervenga en nuestras vidas o en la de aquellos por los cuales oramos. 

El llanto del intercesor es una bendición, porque trae consuelo, sanidad y restauración a quien la necesita.
(Isaías 66:10-14)  Alegraos con Jerusalén y regocijaos por ella, todos los que la amáis; rebosad de júbilo con ella, todos los que por ella hacéis duelo,  (11)  para que maméis y os saciéis del pecho de sus consolaciones, para que chupéis y os deleitéis de su seno abundante.  (12)  Porque así dice el SEÑOR: He aquí, yo extiendo hacia ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente desbordado; y mamaréis, seréis llevados sobre la cadera y acariciados sobre las rodillas.  (13)  Como uno a quien consuela su madre, así os consolaré yo; en Jerusalén seréis consolados.  (14)  Cuando lo veáis, se llenará de gozo vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como hierba tierna; la mano del SEÑOR se dará a conocer a sus siervos, y su indignación a sus enemigos.

Isaías dice que “quien hace duelo, se saciará de las consolaciones del Señor”.  El profeta usa la imagen de un bebé que es consolado con leche de su madre cuando llora.  Esto nos recuerda también el refrán popular que dice: “Quien no llora, no mama”. 

“Benditos los que lloran, pues ellos serán consolados.” (Mat. 5:4)


ORACIÓN
Señor, ya no me tragaré más mis lágrimas; las verteré porque en Ti encontraré consuelo.  Cuando clame, me responderás.  

Con llanto vendré a Ti, pero Tú me guiarás, me harás andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezaré, porque Tú eres mi Maestro.  Me mostrarás el camino recto por el cual debo andar. 

Hoy reconozco que algunas de las lágrimas que he vertido han sido el resultado de mi pecado.  Pero hoy confieso mis faltas, y en arrepentimiento te pido perdón y te pido una nueva oportunidad para hacer las cosas como Tú mandas. 

Señor, quiero servirte a Ti y a Tu pueblo como intercesor.  Dame discernimiento para reconocer cuando una carga viene de Ti, para orar e interceder por otros. 

[Ahora mismo…cierra tus ojos y pregúntale al Señor: ¿Hay alguien por quien quieres que interceda en este momento?]

[Isaías 30:19-21; Jeremías 31:9]

No hay comentarios:

Publicar un comentario