(Día 5)
La segunda de las bendiciones en el Reino de los Cielos es:
(Mateo 5:4)
“Benditos” los que lloran, pues ellos serán consolados.
De nuevo, Jesús nos sorprende. ¿En qué sentido puede ser una bendición
llorar? Aunque parezca extraño, eso es
precisamente lo que debemos hacer cuando experimentamos dolor en la vida.
En el mundo se considera como “fuerte” a quien no llora y se
contiene, pero lo único que se gana con eso es cargarse más. Hay mucha gente amargada en el mundo porque
no se desahogó.
LLANTO POR DOLOR
El dolor es una realidad de la vida; no podemos
evitarla. Eventualmente todos vamos a
experimentar alguna pérdida o alguna desilusión. Por ejemplo: Tendremos que enfrentar la
pérdida de un ser querido, porque todos moriremos algún día; tal vez enfrentaremos
un fracaso personal; tal vez experimentaremos una desilusión amorosa.
Aunque estas situaciones que nos causan dolor no son “deseables”,
no podemos negar que nos ayudan a madurar y apreciar la vida, aun mejor que los
momentos de éxito. Dios usa todo para
bien, aun las circunstancias difíciles.
(Romanos 8:28) Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para
bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.
Aquí no dice que “todo nos irá bien”, sino que “todo (bueno
o malo) nos ayudará para bien”. Tanto los
éxitos o fracasos nos pueden enseñar; y curiosamente los segundos son mejores
maestros, pues nos ayudan a aprender y madurar.
LA BENDICIÓN DE
LLORAR
Cuando pasamos por un momento doloroso en la vida, es una
bendición llorar. No sólo porque así nos
desahogamos, sino porque encontraremos consuelo. Si llevamos ese dolor a los pies del Señor, Él
sanará nuestra alma, Él le dará sentido a lo que no tenía, y Él nos ayudará a
superar la prueba con gracia. Al
desahogarnos, ya no llevaremos la carga sobre nuestras almas, sino que el Señor
la llevará por nosotros, y Él sabrá que hacer con ella.
“Bendito es el que
llora, porque será consolado.”
David entendió ese principio, y por eso nunca dudó en llorar
y desahogarse ante el Señor. Él sabía
que en Él encontraría consuelo.
(Salmo 6:6-10) Cansado estoy de mis gemidos; todas las noches inundo de llanto mi
lecho, con mis lágrimas riego mi cama.
(7) Se consumen de sufrir mis
ojos; han envejecido a causa de todos mis adversarios. (8) Apartaos
de mí, todos los que hacéis iniquidad, porque el SEÑOR ha oído la voz de mi
llanto. (9) El SEÑOR ha escuchado mi súplica; el SEÑOR
recibe mi oración. (10) Todos mis enemigos serán avergonzados y se
turbarán en gran manera; se volverán, y de repente serán avergonzados.
(Salmo 116:3-7) Los lazos de la muerte me rodearon, y los terrores del Seol vinieron
sobre mí; angustia y tristeza encontré.
(4) Invoqué entonces el nombre
del SEÑOR, diciendo: Te ruego, oh SEÑOR: salva mi vida. (5)
Clemente y justo es el SEÑOR; sí, compasivo es nuestro Dios. (6) El
SEÑOR guarda a los sencillos; estaba yo postrado y me salvó. (7)
Vuelve, alma mía, a tu reposo, porque el SEÑOR te ha colmado de bienes.
David sabía que la única forma de salir del “pozo de la
desesperación” es clamar al Señor y confiar en Él.
(Salmo 40:1-5) Al SEÑOR esperé pacientemente, y El se inclinó a mí y oyó mi
clamor. (2) Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo
cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. (3)
Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios;
muchos verán esto, y temerán, y confiarán en el SEÑOR. (4)
Cuán bienaventurado es el hombre que ha puesto en el SEÑOR su confianza,
y no se ha vuelto a los soberbios ni a los que caen en falsedad. (5)
Muchas son, SEÑOR, Dios mío, las maravillas que tú has hecho, y muchos
tus designios para con nosotros; nadie hay que se compare contigo; si los
anunciara, y hablara de ellos, no podrían ser enumerados.
Mañana veremos otras dos instancias en la que el llanto trae
consuelo…
ORACIÓN
Señor, reconozco que
me he tragado lágrimas por vergüenza, por orgullo o por dureza de corazón. Pero eso no me ha ayudado en nada. Cansado estoy de mis gemidos y de mis
lágrimas con que riego mi cama, pero luego las escondo como si nada hubiera
pasado.
Señor, ya no quiero ignorar
mi dolor, sino escojo ponerlo a Tus pies, pues Tú eres el único que puedes
traer consuelo a mi alma. Al llorar,
reconozco que Te necesito.
Sé que Tú oyes la
voz de mi llanto y escuchas mi súplica.
Tú recibes mi oración. Cuando
invoque Tu Nombre, responderás, porque eres clemente, compasivo y justo. Cuando me he postrado, Tú me has salvado y he
encontrado reposo en Ti. Por lo tanto,
clamaré hoy a Ti, y esperaré pacientemente.
Lloraré, y seré consolado.
Gracias, Señor,
porque puedo desahogarme contigo; y gracias porque me traes consuelo, perdón,
sanidad y restauración. Hoy sé que los que siembran con lágrimas, segarán con
gritos de júbilo. El que con lágrimas
anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de
alegría, trayendo una gran cosecha.
[Salmos 6:6-10; 40:1-5; 126:5-6; 116:3-7 ]
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