El Señor Jesús comenzó el Sermón del Monte diciendo cuales son las virtudes en el Reino de los Cielos que traen bendición espiritual. La primera verdad es ésta:
(Mateo 5:3) “Benditos” los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los
cielos.
Aquí el Señor se refiere a la “pobreza espiritual”, no a la
material.
La definición de “pobre” es: la persona que no tiene lo
necesario para vivir.
Por lo tanto, “pobre en espíritu” es aquel que reconoce que
no tiene lo suficiente para vivir en el Reino de Dios.
La pobreza no es un estado deseable, pero en el sentido
espiritual, es una realidad que debemos reconocer. Si creemos que tenemos lo suficiente para
“ganarnos el Cielo”, entonces estamos engañados y no apreciaremos la necesidad espiritual
que tenemos. Eso podría costarnos el acceso al Reino de
Dios.
(1 Juan 1:8-9) Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la
verdad no está en nosotros. (9) Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y
justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.
El boleto de entrada al Reino de los Cielos es la justicia
perfecta. Pero, ¿quién puede pagar ese
precio?
(Romanos 3:10-12) como está escrito: No hay justo, ni aun uno; (11) no
hay quien entienda, no hay quien busque a Dios;
(12) todos se han desviado, a una
se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
No hay hombre justo, sólo el Señor Jesús. Él pagó el precio de nuestro pecado, y sólo
creyendo en Él podremos tener acceso a Su Reino.
(Romanos 3:23-26) por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, (24)
siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la
redención que es en Cristo Jesús,
(25) a quien Dios exhibió
públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como
demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los
pecados cometidos anteriormente,
(26) para demostrar en este tiempo
su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe
en Jesús.
Aun cuando hayamos alcanzado la salvación al creer en Jesús,
seguiremos necesitando a Dios para crecer, para ser transformados, para vivir
la plenitud que Dios tiene para nosotros.
Si estamos conscientes de esto, le seguiremos buscando con fervor porque
sabemos que lo necesitamos, y que deseamos más y más de Él.
Ser “pobre en
espíritu” es reconocer que tenemos necesidad de Dios.
IGLESIA POBRE,
IGLESIA RICA
En las iglesias de Apocalipsis, había una que era pobre
materialmente, pero Jesús la miraba con otros ojos.
(Apoc. 2:9) Yo conozco tu tribulación y tu pobreza (pero tú eres rico)…
Pero había otra que era exactamente lo opuesto.
(Apoc. 3:17-18) Porque dices: "Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo
necesidad"; y no sabes que eres un miserable y digno de lástima, y pobre,
ciego y desnudo, (18) te aconsejo que de mí compres oro refinado
por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no
se manifieste la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos para
que puedas ver.
Esta iglesia era rica materialmente, y por eso creían no
tener necesidad. Se creían tan
autosuficientes, que habían dejado al Señor afuera de sus puertas (3:20). Pero la realidad es que eran espiritualmente
paupérrimos, ya que sin el Señor no somos nada.
Jesús dijo:
(Juan 15:5) Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en
él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.
¡Qué peligroso es creer que uno no tiene necesidad! Si uno se cree rico espiritualmente, no
buscará; pero si reconocemos la necesidad que tenemos de Dios, lo buscaremos
continuamente, como un0 busca el pan diario para comer.
A veces nos creemos “ricos espiritualmente” porque nos
comparamos con otros que tienen menos. Nos
sentimos “superiores”, y por eso creemos que ya alcanzamos el éxito. ¡No nos conformemos! Mientras que todavía no hayamos alcanzado la
estatura de Cristo, aún nos falta más.
Él es nuestra meta, nuestro ejemplo.
ORACIÓN
Señor, te pido perdón
porque me he creído autosuficiente. He
vivido mi vida tomando decisiones sin tomarte en cuenta. He cosechado el fruto de mis malas
decisiones, y hoy lo reconozco y te pido perdón. Te he fallado a Ti, y me he fallado a mí
mismo. Pero hoy vengo arrepentido,
dispuesto a cambiar.
Hoy reconozco que
soy pobre en espíritu. Sin Ti, Señor, nada
puedo hacer. Quiero más y más de
Ti. Te necesito, como una planta
necesita agua para reverdecer. Quiero
ese el oro refinado por fuego, las vestiduras blancas que cubren la vergüenza
de mi desnudez, y también ese colirio para ungir mis ojos para poder ver la
realidad espiritual.
Señor, estoy
dispuesto a reconocer mi pobreza espiritual para ser rico en Ti.
[Juan 15:5; Apoc. 3:18]
Es verdad hnos, pensamos que ya tenemos todo asegurado el cielo, y ya no queremos estudiar, orar, congregar y predicar el evangelio. estamos tan equivocados. ten misericordia de nosotros oh Dios.
ResponderEliminarBendiciones... me ha servido de mucho esta palabra!!! Bebemos anhelar siempre su presencia como una gran necesidad!
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