(Día 25)
Hoy terminaremos de ver lo que Jesús aclaró con respecto a los
mandamientos en el Sermón del Monte…
* Mandamiento: Amarás al prójimo.
(Mateo 5:43) Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu
enemigo."
El mandamiento de “amar al prójimo” no es exclusivo del
Nuevo Testamento, sino que tiene su origen en la Torá (Pentateuco):
(Levítico 19:18) No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo; yo
soy el SEÑOR.
Lo que Jesús tuvo que corregir es la última parte: “odiarás
a tu enemigo”, la cual fue añadida por los fariseos, pues no está en la
Torá. ¡Todo lo contario! Un versículo antes en Levítico dice
claramente que no debemos odiar:
(Levítico 19:17) No odiarás a tu compatriota en tu corazón; podrás ciertamente reprender
a tu prójimo, pero no incurrirás en pecado a causa de él.
Noten que aquí dice “no odies en tu corazón”. La Torá también habla del corazón, pero los
religiosos se enfocaron sólo en las apariencias, y no en el interior.
(Deuteronomio 30:14) Pues la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para
que la guardes.
Jesús no vino a cambiar la Ley (la Torá), sino a darle su
correcta interpretación y aplicación.
(Mateo 5:44-48) Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os
persiguen, (45) para que seáis hijos de vuestro Padre que
está en los cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover
sobre justos e injustos. (46) Porque si amáis a los que os aman, ¿qué
recompensa tenéis? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de
impuestos? (47) Y si saludáis solamente a vuestros hermanos,
¿qué hacéis más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles? (48)
Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es
perfecto.
Amar a los enemigos es algo muy difícil, y podríamos decir que es humanamente imposible;
necesitamos de la gracia de Dios para hacerlo.
Es fácil amar a los amigos, pero ¿cómo podemos amar al enemigo? Lo que debemos entender es que el amor no es
un “sentimiento”, sino una decisión. Pablo nos explica claramente qué es el amor:
(1 Corintios 13:4-7) El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no
es jactancioso, no es arrogante;
(5) no se porta indecorosamente;
no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; (6) no
se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; (7)
todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Amar es tener un genuino interés por la otra persona; es desearle
y hacerle el bien. Esta es la actitud
que debemos tener, aún hacia los enemigos.
(Proverbios 25:21-22)
Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene
sed, dale de beber agua; (22) porque así amontonarás brasas sobre su
cabeza, y el SEÑOR te recompensará.
El primer paso es por fe: perdonar, orar por el enemigo,
actuar bien con él aunque nos haya tratado mal. Después de haber dado este paso, muchas
veces el Señor trae gracia a nuestro corazón, y aún cambia nuestros
sentimientos hacia el enemigo; aun llegaremos a sentir misericordia.
La naturaleza humana nos lleva hacia la venganza cuando
hemos sido ofendidos. Pero Dios nos dice que debemos soltar la ofensa y dejar
que Él ejecute la venganza, porque lo hará con perfecta justicia y
misericordia—no cobrará más ni menos, sino la justa retribución, pero antes
dará a todos la oportunidad de arrepentirse.
¿Qué mejor justicia que el mal sea transformado en bien? Este es uno de los mayores milagros. ¿No deberíamos desear eso?
El Señor no nos pide nada que Él no hay hecho primero. Jesús nos enseñó con su vida a amar al
prójimo, y aún a los enemigos. Ahora
nosotros debemos seguir su ejemplo.
ORACIÓN
Señor, Tu
Palabra dice que amemos a todos, aun a los enemigos. Nos dices que no nos venguemos, ni guardemos
rencor. Debo confesar que me parece
difícil, pero si me lo pides, sé que Tú me darás la gracia para hacerlo. Señor, Yo lo haré por fe. Tu Palabra estará muy cerca de mí, en mi boca
y en mi corazón para guardarla.
Señor, enséñame
a amar al prójimo y a bendecir a mis enemigos.
No me vengaré, ni devolveré mal por mal; más bien, bendeciré, seré
compasivo, misericordioso y de espíritu humilde. Señor,
enséñame a ser perfecto como Tú eres perfecto.
[Levítico 19:18; Deu. 30:14; 1 Pedro 3:8-9; Mateo 5:48]
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