viernes, 16 de agosto de 2013

Zacarías 3


VISION 4. Sumo Sacerdote Josué
 La cuarta visión de Zacarías era concerniente al Sumo Sacerdote.


(Zac. 3:1)  Entonces me mostró al sumo sacerdote Josué, que estaba delante del ángel del SEÑOR; y Satanás estaba a su derecha para acusarlo. 

Josué era el sumo sacerdote en tiempos de Zacarías.  El profeta lo vio en la visión de pie delante del Ángel del Señor (que ahora sabemos que es Jesús).  Pero allí también estaba Satanás.  La Biblia dice que éste es el acusador de los hermanos (Apoc. 12:10).  El diablo acusa y señala las razones por las que deberíamos ser condenados.

Efectivamente, Josué no estaba limpio (Zac. 3:3), pues tenía sus vestiduras sucias; por tanto, la acusación no era sin sustento.  Sin embargo, eso no es lo que está en el corazón de Dios.  Aunque merecemos ser condenados, eso no es lo que Dios quiere para nosotros…El nos quiere redimir de la muerte y reconciliarnos con Él. Por eso, el Ángel del Señor reprendió a Satanás. 
(Zac. 3:2-3)  Y el ángel del SEÑOR dijo a Satanás: El SEÑOR te reprenda, Satanás. Repréndate el SEÑOR que ha escogido a Jerusalén. ¿No es éste un tizón arrebatado del fuego?  (3)  Y Josué estaba vestido de ropas sucias, en pie delante del ángel. 

De todos los israelitas, el sumo sacerdote tenía la mayor responsabilidad de llevar una vida de santidad y rectitud, ya que él era el líder espiritual del pueblo de Dios.  Más importante, él servía a Dios.  Era el único que podía entrar en el Lugar Santísimo una vez al año (para el Día de Expiación—heb. Yom Kipur). Pero, si el sumo sacerdote era considerado injusto, ¿qué nos queda al resto de nosotros?
La realidad es que ningún ser humano es justo; todos tenemos mancha y arruga.
(Eclesiastés 7:20)  Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca peque.
(Rom. 3:10-12)  Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;  (11)  No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios;  (12)  Todos se han desviado, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

Jesucristo fue el único justo.  Pero, en lugar de condenarnos, Él nos redimió. El Señor murió en la cruz para pagar por nuestros pecados.
(2 Cor. 5:21)  Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.

Quien cree en Jesús es justificado, y sus pecados son perdonados.  Por lo tanto, ya no hay condenación porque hubo justificación. 
(Rom. 3:21-26)  Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas;  (22)  es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción;  (23)  por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios,  (24)  siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús,  (25)  a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente,  (26)  para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús.

Como Josué, nosotros somos “tizones arrebatados del fuego”…merecíamos el fuego eterno debido a nuestro pecado y rebeldía, pero El decidió arrebatarnos de la muerte y salvarnos para que tengamos vida eterna.
(Colosenses 1:13-14)  Porque El nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado,  (14)  en quien tenemos redención: el perdón de los pecados.

El deseo de Dios no es condenarnos, aunque lo merezcamos.  El quiere redimirnos y reconciliarnos con Él.  Por eso envío a su Hijo para pagar el precio de nuestro pecado con su vida (viviendo en perfecta justicia) y con su muerte (muriendo aunque era inocente). 
(Col. 1:20-23)  y por medio de El reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de El, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos.  (21)  Y aunque vosotros antes estabais alejados y erais de ánimo hostil, ocupados en malas obras,  (22)  sin embargo, ahora El os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de El,  (23)  si en verdad permanecéis en la fe bien cimentados y constantes, sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, que fue proclamado a toda la creación debajo del cielo, y del cual yo, Pablo, fui hecho ministro.

ROPAS DE GALA
Delante de Dios, todos llevamos ropas sucias. La Biblia dice que aun nuestras buenas obras son como trapos de inmundicia (Isa. 64:5-6).  No podemos salvarnos por nuestras propias fuerzas.  Pero el Señor nos dice que Él nos limpiará, nos redimirá y cambiará nuestras vestiduras. 
(Isaías 61:10-11)  En gran manera me gozaré en el SEÑOR, mi alma se regocijará en mi Dios; porque El me ha vestido de ropas de salvación, me ha envuelto en manto de justicia como el novio se engalana con una corona, como la novia se adorna con sus joyas.  (11)  Porque como la tierra produce sus renuevos, y como el huerto hace brotar lo sembrado en él, así el Señor DIOS hará que la justicia y la alabanza broten en presencia de todas las naciones.

Esto es lo que el Señor le mostró a Zacarías en su visión:
(Zac. 3:4)  Y éste habló, y dijo a los que estaban delante de él: Quitadle las ropas sucias. Y a él le dijo: Mira, he quitado de ti tu iniquidad y te vestiré de ropas de gala.  (5)  Después dijo: Que le pongan un turbante limpio en la cabeza. Y le pusieron un turbante limpio en la cabeza y le vistieron con ropas de gala; y el ángel del SEÑOR estaba allí. 



El Señor le cambió las vestiduras a Josué. Le quitó las ropas viejas, y le puso un traje de gala y manto de justicia.  Ahora ya estaba presentable para estar delante de Dios.

GUARDAR LA SANTIDAD
Ya estando limpio, el Señor le encarga que mantenga limpios sus vestidos. 
(Zac. 3:6-7)  Entonces el ángel del SEÑOR amonestó a Josué, diciendo: (7)  Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Si andas en mis caminos, y si guardas mis ordenanzas, también tú gobernarás mi casa; además tendrás a tu cargo mis atrios y te daré libre acceso entre éstos que están aquí . 

Como ya mencionamos, la gracia de Dios no es licencia para pecar sino la oportunidad para reconciliarnos con Dios y para vivir como Él manda. 

¿Qué pasa si uno se vuelve a caer, y se ensucia de nuevo?  Pues se levanta y se limpia.  Se arrepiente por el pecado cometido, recibe el perdón de Dios y toma la firme decisión de hacer las cosas como Dios manda.  Hasta que venga el Señor, probablemente seguiremos fallando…pero la idea es que cada día cometamos menos errores, y vayamos perfeccionándonos hasta alcanzar la medida de Cristo (Efe. 4:13). 
(Filipenses 3:12-14)  No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús.  (13)  Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante,  (14)  prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

QUITARÉ LA INIQUIDAD
La buena noticia es que, en su segunda venida, el Señor va a quitar la iniquidad, y ya no tendremos más la inclinación a pecar.  ¡Aleluya!
(Zac. 3:8-10) Escucha ahora, Josué, sumo sacerdote, tú y tus compañeros que se sientan ante ti, que son hombres de presagio, pues he aquí, yo voy a traer a mi siervo, el Renuevo.  (9)   Porque he aquí la piedra que he puesto delante de Josué, sobre esta única piedra hay siete ojos. He aquí, yo grabaré una inscripción en ella--declara el SEÑOR de los ejércitos-- y quitaré la iniquidad de esta tierra en un solo día.  (10)  Aquel día--declara el SEÑOR de los ejércitos-- convidaréis cada uno a su prójimo bajo su parra y bajo su higuera.

El mismo mensaje fue revelado a través de otros profetas:
(Jeremías 31:33-34)  porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días--declara el SEÑOR--. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.  (34)  Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: Conoce al SEÑOR, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande--declara el SEÑOR-- pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado.
(Jer. 50:20)  En aquellos días y en aquel tiempo--declara el SEÑOR-- se buscará la iniquidad de Israel, pero no habrá ninguna, y los pecados de Judá, pero no se hallarán; porque perdonaré a los que yo haya dejado como remanente.

(Daniel 9:24)  Setenta semanas han sido decretadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para poner fin a la transgresión, para terminar con el pecado, para expiar la iniquidad, para traer justicia eterna, para sellar la visión y la profecía, y para ungir el lugar santísimo.

(Miqueas 7:18-19)  ¿Qué Dios hay como tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia.  (19)  Volverá a compadecerse de nosotros, hollará nuestras iniquidades. Sí, arrojarás a las profundidades del mar todos nuestros pecados.


NO HAY CONDENACIÓN
Es muy importante entender que el deseo de Dios no es condenarnos, sino salvarnos.  Todo lo que tenemos que hacer es recibir su perdón, y permitir que la gracia de Dios nos transforme. 
(Romanos 8:1)  Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu.

Lastimosamente, algunas personas caen en condenación cuando pecan.  Esto es peligroso, porque se quedan atrapados en un círculo vicioso; no pueden ser libres del pecado y lo vuelven a cometer.  En lugar de arrepentirse y recibir el perdón de Dios, se condenan a sí mismos.  Para ser libre, uno debe recibir el perdón de Dios, y perdonarse a uno mismo. 

Si hay una voz interna que te condena, debes saber que no viene de Dios, sino del acusador.  Dios confronta, pero no condena. La única condena viene de una falta de arrepentimiento.    
(1 Juan 1:8-9)  Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.  (9)  Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.

La forma de vencer al acusador es sabiendo que la sangre del Cordero fue suficiente para cubrir nuestros pecados.  El poder de la sangre que nos perdona y nos da otra oportunidad para vivir como El quiere, en santidad.
(Apocalipsis 12:10-11)  Y oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche, ha sido arrojado.  (11)  Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte.

(Romanos 5:1-2)  Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo,  (2)  por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

NOVIA DE CRISTO
El mensaje del cambio de ropas está relacionado con la preparación de la Novia de Cristo para el día de las Bodas del Cordero.
(Efesios 5:25-27)  Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella,  (26)  para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra,  (27)  a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.



2 comentarios:

  1. Gracias por esta Palabra. El Señor ha hablado a nuestros corazones, mil bendiciones!💟💞😊

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  2. Inspirador y enriquecedor! gracias!

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