domingo, 1 de septiembre de 2013

Zacarías 9:9-17


TU REY VIENE
La segunda parte del capítulo nueve trae buenas nuevas: El Rey viene.  No será cualquier rey, sino el Mesías. 
(Zac. 9:9)  Regocíjate sobremanera, hija de Sion. Da voces de júbilo, hija de Jerusalén. He aquí, tu rey viene a ti, justo y dotado de salvación, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de asna. 




En su primera venida, Jesús vino para traer salvación.  Pero su presencia no era de realeza, sino humilde.  Quienes lo esperaban, lo reconocieron lo que las Escrituras decían de Él cuando lo vieron entrar sobre un pollino en Jerusalén…
(Juan 12:12-16)  El siguiente día, mucha gente que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén,  (13)  tomaron ramas de palmas, y salieron a recibirle, y aclamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el Rey de Israel, que viene en el nombre del Señor!  (14)  Y halló Jesús un asnillo, y se montó sobre él, como está escrito: (15)  No temas hija de Sión: He aquí tu Rey viene, sentado sobre un pollino de asna.  (16)  Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas de Él, y que le habían hecho estas cosas.

Los judíos de ese tiempo esperaban que el Mesías tomara su rol de Rey en esa ocasión.  Pero no era el tiempo; Jesús vendrá como rey hasta su segunda venida.  Durante todo este tiempo, el Señor ha dado la oportunidad para que el Evangelio llegue a todas las naciones…luego Él vendrá a tomar el lugar que le pertenece.
(Zac. 9:14)  Entonces el SEÑOR aparecerá sobre ellos, y saldrá como un rayo su flecha; el Señor DIOS tocará la trompeta, y caminará en los torbellinos del sur. 

Sin lugar a duda, esto describe la segunda venida del Mesías, que se dará en forma rápida, a la vista de todos (Apoc. 1:7), con el sonido de trompeta (1 Tes. 4:16; 1 Cor. 15:52).

Jesús describió su segunda venida de una forma similar:
(Mat. 24:27)  Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.
(Mat. 24:30-31)  Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, con poder y gran gloria.  (31)  Y enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

Cuando el Señor venga, El establecerá un reino de paz y justicia sobre toda la Tierra.  Su pueblo ya no tendrá que luchar más…
(Zac. 9:10)  Destruiré el carro de Efraín y el caballo de Jerusalén, y el arco de guerra será destruido. El hablará paz a las naciones, y su dominio será de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. 


HAY ESPERANZA
La esperanza de liberación y restauración no es sólo para el final, pues podemos comenzar a disfrutar de las bendiciones del Reino de Dios aquí en la Tierra.

David sabía esto:
(Salmo 27:13-14)  Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que había de ver la bondad del SEÑOR en la tierra de los vivientes.  (14)  Espera al SEÑOR; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al SEÑOR.

La Biblia dice que la desobediencia lleva al cautiverio.  La buena nueva es que hay esperanza de ser liberados…
(Zac. 9:11)  Y en cuanto a ti, por la sangre de mi pacto contigo, he librado a tus cautivos de la cisterna en la que no hay agua.
 
En el cautiverio que describe Zacarías, no había agua, que es la Palabra de Dios (Isa. 55:10-13).  El Señor quiere librarnos del pozo en que caemos por la desobediencia.  Nos libra con el perdón en Su Sangre y por el lavamiento de la Palabra.

La desobediencia nos hace esclavos del pecado (Rom. 6:16-18).  Pero el Señor nos libra de ese cautiverio, para hacernos siervos de justicia.  No somos librados para hacer luego lo que queremos, sino para hacer lo que debemos. El Señor quiere librarnos del cautiverio de la desobediencia, y nos invita a hacernos “cautivos de la esperanza”… 
(Zac. 9:12)  Volved a la fortaleza, oh cautivos de la esperanza; hoy mismo anuncio que el doble te restituiré. 

Al ser libres, el Señor nos llama a regresar a la “Fortaleza” (heb. Bitzaron). Ésta es un lugar alto, inaccesible, fuera del alcance del enemigo.  La obediencia es una muralla que no deja abierta la puerta al enemigo.  Cuando regresamos a la obediencia, nos hacemos “siervos de justicia”.  Y el siervo obediente también es “cautivo de esperanza”, porque no puede evitar tener esperanza.

¡Hay esperanza para quien regresa a la Fortaleza!

Isaías también consoló al pueblo con esperanza, y con la promesa de una doble restitución…
(Isaías 40:1-5)  Consolad, consolad a mi pueblo--dice vuestro Dios.  (2)  Hablad al corazón de Jerusalén y decidle a voces que su lucha ha terminado, que su iniquidad ha sido quitada, que ha recibido de la mano del SEÑOR el doble por todos sus pecados.  (3)  Una voz clama: Preparad en el desierto camino al SEÑOR; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios.  (4)  Todo valle sea elevado, y bajado todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso, y lo abrupto, ancho valle.  (5)  Entonces será revelada la gloria del SEÑOR, y toda carne a una la verá, pues la boca del SEÑOR ha hablado.

[Nota: les recomiendo leer el cap. 61 de Isaías, pues afirma y amplía este mensaje.]  

GUERRA ESPIRITUAL
Al final del capítulo 9, se habla de una guerra espiritual…
(Zac. 9:13)  Porque entesaré a Judá como mi arco, y cargaré el arco con Efraín. Incitaré a tus hijos, oh Sion, contra tus hijos, oh Grecia, y te haré como espada de guerrero. 

Los hijos de Sion representan al pueblo de Dios (Judá y Efraín, tanto judíos como gentiles creyentes). Los hijos de Grecia representan el mundo.

Dios le promete a su pueblo, no sólo que los defenderá, sino que los capacitará para la batalla.  Si el pueblo se pone del lado del Señor, Él promete defenderlos y bendecirlos…
(Zac. 9:15-17)  El SEÑOR de los ejércitos los defenderá; ellos devorarán y pisotearán las piedras de la honda, beberán y alborotarán como embriagados de vino, se llenarán como tazón de sacrificio, empapados como las esquinas del altar.  (16)  Los salvará el SEÑOR su Dios aquel día como rebaño de su pueblo; porque como piedras de una corona brillan sobre su tierra.  (17)  Pues ¡cuánta es su gracia y cuánta su hermosura! El trigo hará florecer a los jóvenes y el mosto a las doncellas.


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