viernes, 26 de septiembre de 2014

Salmo 119:113-120. SAMEJ

(Día 32)

Hoy leeremos la estrofa relacionada con la letra Samej (ס)

Salmo 119: 113-120. Samej
(113) Aborrezco a los hombres hipócritas; mas amo tu ley [Torá].
(114) Mi escondedero y mi escudo eres tú; en tu palabra [Dabar] he esperado.
(115) Apartaos de mí, malignos, pues yo guardaré los mandamientos [Mitzvot] de mi Dios.
(116) Susténtame conforme a tu palabra [Imra], y viviré; y no quede yo avergonzado de mi esperanza.
(117) Sostenme, y seré salvo, y me regocijaré siempre en tus estatutos [Jukim].
(118) Hollaste a todos los que se desvían de tus estatutos [Jukim], porque su astucia es falsedad.
(119) Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra; por tanto, yo he amado tus testimonios [Edot].

(120) Mi carne se ha estremecido por temor de ti, y de tus juicios [Mishpatim] tengo miedo.


El salmista comienza la estrofa de una forma fuerte, diciendo que “aborrece a los hipócritas” (119:113).  La palabra que se traduce como “hipócrita” en hebreo es: Seef, que literalmente significa: de mente dividida.  También podría traducirse como “doble ánimo”. 

Santiago relaciona la duda y falta de fe con el doble ánimo:
(Santiago 1:6-8) …porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. (7) No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.  (8) El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

Tal vez nos sorprenda saber que la persona de doble ánimo no se refiere a un impío, sino alguien del pueblo de Dios que “conoce la verdad, pero no cree”; le entran dudas, y por eso no actúa en la justicia de Dios.  Santiago lo describe como alguien “inconstante”, pues a veces obedece, pero en otras ocasiones no porque sus vanos razonamientos se interponen.  El problema de las personas con doble ánimo es que a veces se creen más listos que Dios.  Pero Santiago revela cuál es el remedio a este mal…
(Santiago 4:6-8) …Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. (7) Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. (8) Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.  Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.

La clave está en el corazón. Si le pedimos a Dios, Él nos ayudará a limpiarlo.
(Ezequiel 36:25-27)  Esparciré sobre vosotros agua limpia,  y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. (26) Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros;  y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. (27) Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

El corazón puro se hace evidente en nuestra obediencia a Dios.  
(1 Pedro 1:22-25)  Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro.



Oremos…
Señor, hoy vengo delante de Ti a pedirte perdón si en mi corazón he dejado entrar soberbia, y si he sido hipócrita y de doble ánimo. Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia.  Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado, porque yo reconozco mis rebeliones.  Lo confieso para que Tú seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. Hoy me arrepiento de todo doble ánimo, y en este momento derribo todo argumento y toda altivez que se levante contra el conocimiento de Dios, llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
Señor, Tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.  Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.  Crea en mí un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.  No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente.
Dios mío, Tú eres mi escondedero y mi escudo; en tu palabra espero.  Sostenme conforme a tu promesa, para que viva, y no dejes que me avergüence de mi esperanza.  Sostenme, para estar seguro, y que continuamente preste atención a tus estatutos.
Señor, yo sé que te apartas de todos los que se desvían de tus estatutos, porque su engaño es en vano.  Pero yo no quiero ser contado entre los malhechores; por lo tanto, tendré temor de tus juicios, guardaré tus mandamientos, y amaré tus testimonios.


[Salmo 51:1-12; 2 Corintios 10:5; Salmo 119:113-120]


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