(Día 10)
La estrofa Guímel termina de la
siguiente manera…
(Salmo 119:21-24)
(21) Reprendiste a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus
mandamientos [Mitzvot].
(22) Aparta de mí el oprobio y el menosprecio, porque tus testimonios [Edot] he
guardado.
(23) Príncipes también se sentaron y hablaron contra mí; mas tu siervo
meditaba en tus estatutos [Jukim],
(24) Pues tus testimonios [Edot]
son mis delicias y mis consejeros.
Esta sección comienza de una forma muy fuerte (v.21),
y debemos entender por qué. Es
importante reconocer que cuando uno se aparta de los mandamientos, viene
maldición.
(Deuteronomio 28:15) Pero acontecerá, si no
oyeres la voz de Jehová tu Dios, para
procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que
vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán.
La reprensión de Dios no es algo malo. No es una condenación eterna, sino un acto de
misericordia, ya que es la oportunidad que Dios nos da para que corrijamos el
camino cuando nos hemos desviado.
¿No queremos recibir reprensión ni ser objeto
de maldición? Entonces hagamos las cosas
como Dios manda. Por eso el salmista
escribe: “Aparta de mí el oprobio y el menosprecio, porque tus testimonios he
guardado” (Salmo 119:22).
Luego el salmista hace referencia a la
persecución. La realidad es que la gente
va a hablar mal de los que se han dispuesto a guardar la Torá. Jesús nos dijo que íbamos a ser perseguidos
por nuestra fe.
(Mateo 5:10-12) Bienaventurados los que padecen
persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos. (11) Bienaventurados sois cuando
por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra
vosotros, mintiendo. (12) Gozaos y
alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
La persecución no debe disuadirnos, porque la obediencia
a Dios traerá bien y bendición a nuestras vidas.
(1 Pedro 3:13-17) Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros
seguís el bien? (14) Mas también si
alguna cosa padecéis por causa de la justicia,
bienaventurados sois. Por tanto, no
os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, (15) sino santificad a
Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar
defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la
esperanza que hay en vosotros; (16) teniendo buena conciencia, para que en lo que
murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian
vuestra buena conducta en Cristo. (17)
Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo
quiere, que haciendo el mal.
Sigamos estudiando y practicando la Torá,
porque en ella encontraremos consejos perfectos para todas las áreas de la
vida.
Oremos…
He aprendido que la bendición viene por la
obediencia, y la maldición nos alcanza si no obedecemos. Por lo tanto, Señor, hoy yo escojo la vida y
la bendición, que vienen por oír y guardar tus mandamientos.
Seguir tu Ley no siempre es lo más popular en
este mundo, pero quiero quedar bien Contigo, Señor, aunque eso implique rechazo
del mundo. Yo no quiero padecer como
homicida, ni ladrón ni malhechor; si he de padecer, que sea como cristiano. Y no me avergonzaré sino glorificaré a Dios
con mi vida. Si soy vituperado por el
nombre de Cristo, me consideraré dichoso.
El siervo no es mayor que su señor; si a Ti te persiguieron, también a
mí me perseguirán. Por lo tanto, aunque
hablen mal de mí y me menosprecien, yo meditaré en tus estatutos y guardaré tus
testimonios. Tu Palabra será mi delicia
y mi consejera.
[Salmo 119:21-24; 1 Pedro 4:14-16; Juan 15:20]
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