Hoy comenzamos una nueva estrofa, relacionada
con la letra Vav (ו)…
(Salmo 119:41-44) Vav.
(41) Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; tu salvación, conforme a tu
dicho [Imra].
(42) Y daré por respuesta a mi avergonzador, que en tu palabra [Dabar] he
confiado.
(43) No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra [Dabar] de verdad,
porque en tus juicios [Mishpatim] espero.
(44) Guardaré tu ley [Torá]
siempre, para siempre y eternamente.
Mucha gente tiende a ver sólo la severidad de
Dios cuando leen la Ley de Dios. Pero si
abrimos bien los ojos, en la Torá también encontraremos una amplia
manifestación de la misericordia divina (heb. Jesed, también: bondad,
piedad, benevolencia, benignidad, clemencia), al igual que el plan de
salvación y redención.
(Miqueas 7:18-20) ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida
el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque
se deleita en misericordia. (19) El
volverá a tener misericordia de nosotros;
sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos
nuestros pecados. (20) Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la
misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos.
Lo que mucha gente no entiende es que la misericordia
de Dios no es “licencia para pecar”; más bien, es otra oportunidad que Dios nos
da para hacer bien las cosas. El Señor
no cambió de opinión, ni se equivocó al darnos los mandamientos, pues la Ley es
eterna (119:44). Quiénes nos equivocamos
fuimos nosotros al abandonar el Buen Camino.
Aún así, Dios nos perdona; y no sólo nos da una segunda oportunidad,
sino que nos ayuda, nos enseña y nos encamina.
(Salmo 25:5-10)
Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi
salvación; en ti he esperado todo el día.
(6) Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias, que
son perpetuas. (7) De los pecados de mi
juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia
acuérdate de mí, por tu bondad, oh Jehová.
(8) Bueno y recto es Jehová; por tanto, él enseñará a los pecadores el
camino. (9) Encaminará a los humildes
por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera. (10) Todas las sendas de Jehová son
misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios.
En el mundo, la gente se burla de los que
guardan los mandamientos de Dios. El
mundo hace lo que quiere, pero, ¿cuál es el resultado? Aunque creen salirse con la suya, el
resultado es maldición. Por el
contrario, la obediencia trae bendición; sin embargo requiere de fe, porque el
resultado a veces tarda en verse.
(Salmo 42:10-11) Como quien hiere mis huesos, mis
enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? (11) ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por
qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación
mía y Dios mío.
El salmista dice que “esperará en los juicios
de Dios” (119:43), pues sabe que el Señor recompensará al justo y castigará al
impío.
(Salmo 7:8-11) Jehová juzgará a los pueblos; júzgame,
oh Jehová, conforme a mi justicia, y conforme a mi integridad. (9) Fenezca ahora la maldad de los
inicuos, mas establece tú al justo; porque
el Dios justo prueba la mente y el corazón.
(10) Mi escudo está en Dios, que
salva a los rectos de corazón.
Oremos…
Muchos son los que dicen de mí: “No hay para él
salvación en Dios”. Pero yo sé que Tú,
Yehová, eres escudo alrededor de mí y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Ti, Señor, y me
respondiste desde Tu monte santo. Te
alabo, Señor, porque Tú eres bueno, porque para siempre es Tu
misericordia. Dichosos los que guardan
juicio, los que hacen justicia en todo tiempo.
Acuérdate de mí, oh Yehová, según tu
benevolencia para con tu pueblo; visítame con tu salvación, para que yo vea el
bien de tus escogidos, para que me goce en la alegría de tu nación, y me gloríe
con tu heredad. Venga también a mí tu
misericordia y tu salvación conforme a tu palabra. Y tendré respuesta para el que me afrenta,
pues confío en tu palabra. No quites
jamás de mi boca la palabra de verdad, porque yo espero en tus ordenanzas. Y guardaré continuamente tu ley, para siempre
y eternamente.
[Salmo 3:2-4; Salmo 106:1-5; Salmo 119:41-44]
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