martes, 9 de septiembre de 2014

Salmo 119:41-44. VAV

(Día 15)


Hoy comenzamos una nueva estrofa, relacionada con la letra Vav (ו)…

(Salmo 119:41-44) Vav.

(41) Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; tu salvación, conforme a tu dicho [Imra].
(42) Y daré por respuesta a mi avergonzador, que en tu palabra [Dabar] he confiado.
(43) No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra [Dabar] de verdad, porque en tus juicios [Mishpatim] espero.
(44) Guardaré tu ley [Torá] siempre, para siempre y eternamente.


Mucha gente tiende a ver sólo la severidad de Dios cuando leen la Ley de Dios.  Pero si abrimos bien los ojos, en la Torá también encontraremos una amplia manifestación de la misericordia divina (heb. Jesed, también: bondad, piedad, benevolencia, benignidad, clemencia), al igual que el plan de salvación y redención. 
(Miqueas 7:18-20)  ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.  (19) El volverá a tener misericordia de nosotros;  sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.  (20)  Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos.

Lo que mucha gente no entiende es que la misericordia de Dios no es “licencia para pecar”; más bien, es otra oportunidad que Dios nos da para hacer bien las cosas.  El Señor no cambió de opinión, ni se equivocó al darnos los mandamientos, pues la Ley es eterna (119:44).  Quiénes nos equivocamos fuimos nosotros al abandonar el Buen Camino.  Aún así, Dios nos perdona; y no sólo nos da una segunda oportunidad, sino que nos ayuda, nos enseña y nos encamina.
(Salmo 25:5-10)  Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día.  (6) Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias, que son perpetuas.  (7) De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh Jehová.  (8) Bueno y recto es Jehová; por tanto, él enseñará a los pecadores el camino.  (9) Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera.  (10) Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios.

En el mundo, la gente se burla de los que guardan los mandamientos de Dios.  El mundo hace lo que quiere, pero, ¿cuál es el resultado?  Aunque creen salirse con la suya, el resultado es maldición.  Por el contrario, la obediencia trae bendición; sin embargo requiere de fe, porque el resultado a veces tarda en verse. 
(Salmo 42:10-11) Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?  (11) ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.

El salmista dice que “esperará en los juicios de Dios” (119:43), pues sabe que el Señor recompensará al justo y castigará al impío.  
(Salmo 7:8-11) Jehová juzgará a los pueblos; júzgame, oh Jehová, conforme a mi justicia, y conforme a mi integridad.  (9) Fenezca ahora la maldad de los inicuos,  mas establece tú al justo; porque el Dios justo prueba la mente y el corazón.  (10)  Mi escudo está en Dios, que salva a los rectos de corazón.


Oremos…
Muchos son los que dicen de mí: “No hay para él salvación en Dios”.  Pero yo sé que Tú, Yehová, eres escudo alrededor de mí y el que levanta mi cabeza.  Con mi voz clamé a Ti, Señor, y me respondiste desde Tu monte santo.  Te alabo, Señor, porque Tú eres bueno, porque para siempre es Tu misericordia.  Dichosos los que guardan juicio, los que hacen justicia en todo tiempo. 
Acuérdate de mí, oh Yehová, según tu benevolencia para con tu pueblo; visítame con tu salvación, para que yo vea el bien de tus escogidos, para que me goce en la alegría de tu nación, y me gloríe con tu heredad.  Venga también a mí tu misericordia y tu salvación conforme a tu palabra.  Y tendré respuesta para el que me afrenta, pues confío en tu palabra.  No quites jamás de mi boca la palabra de verdad, porque yo espero en tus ordenanzas.  Y guardaré continuamente tu ley, para siempre y eternamente. 

[Salmo 3:2-4; Salmo 106:1-5; Salmo 119:41-44]


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