lunes, 15 de septiembre de 2014

Salmo 119:65-68. TET

(Día 21)

Hoy comenzamos una nueva estrofa basada en la letra hebrea Tet (ט)

(Salmo 119:65-68) Tet.

(65)  Bien has hecho con tu siervo, oh Jehová, conforme a tu palabra [Dabar].
(66)  Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos [Mitzvot] he creído.
(67)  Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra [Imra].
(68)  Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos [Jukim].

El salmista admite haberse desviado (119:67), lo cual no es nada nuevo bajo el sol.  La realidad es que todos fallamos porque somos humanos.  Pero lo importante es que, aunque caigamos, luego nos levantemos.   
(Proverbios 24:16)  Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal.

El enemigo quiere que uno caiga y se quede en el polvo; pero el Señor es todo lo contrario, pues Él nos perdona y nos ayuda a levantarnos. 
(Miqueas 7:8-9) Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz.  (9) La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi justicia; él me sacará a luz; veré su justicia.

Cuando Dios disciplina, es para nuestro bien.  Lo importante es que aprendamos de los errores para no cometerlos más.
(Salmo 119:67-68) Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra.  (68)  Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos.

Dios es bueno, y no sólo nos perdona, sino que nos ayuda a levantarnos, y luego nos enseña el camino por el cual debemos andar.  Por eso el salmista le pide a Dios: “Enséñame buen sentido (heb. Taam: percepción, razón) y sabiduría (heb. Daat: conocimiento)” (119:66).  No sólo se trata de “conocer” los mandamientos de Dios, sino saber cómo aplicarlos en el día a día. 


Oremos…
Dios mío, estoy muy agradecido por tu misericordia, ya que me has perdonado aun cuando he fallado contra ti.  Me disciplinaste cuando lo necesité, pero Tú no me condenaste, sino me levantaste, y ahora puedo andar en tu camino y guardar Tu Palabra.  Bueno eres tú, y hacedor de bien; enséñame tus estatutos. 
Enséñame buen juicio y conocimiento. Escucharé tu instrucción y no menospreciaré tu sabiduría, pues bendición vendrá al hombre que oiga tus palabras.  Quien halle sabiduría, halla vida, y alcanza Tu favor, Señor; pero el que peca contra Ti, se daña a sí mismo.  Porque el desvío de los simples los matará, y la complacencia de los necios los destruirá; pero el que te escucha vivirá seguro y descansará sin temor al mal.  Por eso, yo te escucharé mi Dios, porque dichosos son los que guardan tus caminos.

 [Salmo 119:65; Proverbios 8:32-36; Proverbios 1:32-33]


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