Hoy comenzamos una nueva estrofa basada en la
letra hebrea Tet (ט)…
(Salmo 119:65-68) Tet.
(65) Bien has hecho con tu siervo, oh
Jehová, conforme a tu palabra [Dabar].
(66) Enséñame buen sentido y
sabiduría, porque tus mandamientos [Mitzvot] he creído.
(67) Antes que fuera yo humillado,
descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra [Imra].
(68) Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame
tus estatutos [Jukim].
El salmista admite haberse desviado (119:67),
lo cual no es nada nuevo bajo el sol. La
realidad es que todos fallamos porque somos humanos. Pero lo importante es que, aunque caigamos,
luego nos levantemos.
(Proverbios 24:16) Porque siete veces cae el justo, y vuelve a
levantarse; mas los impíos caerán en el mal.
El enemigo quiere que uno caiga y se quede en
el polvo; pero el Señor es todo lo contrario, pues Él nos perdona y nos ayuda a
levantarnos.
(Miqueas 7:8-9) Tú, enemiga mía, no te alegres de
mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi
luz. (9) La ira de Jehová soportaré,
porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi justicia; él me
sacará a luz; veré su justicia.
Cuando Dios disciplina, es para nuestro
bien. Lo importante es que aprendamos de
los errores para no cometerlos más.
(Salmo 119:67-68) Antes que fuera yo humillado,
descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra. (68)
Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos.
Dios es bueno, y no sólo nos perdona, sino que
nos ayuda a levantarnos, y luego nos enseña el camino por el cual debemos andar. Por eso el salmista le pide a Dios: “Enséñame
buen sentido (heb. Taam: percepción, razón) y sabiduría
(heb. Daat: conocimiento)” (119:66). No sólo se trata de “conocer” los
mandamientos de Dios, sino saber cómo aplicarlos en el día a día.
Oremos…
Dios mío, estoy muy agradecido por tu
misericordia, ya que me has perdonado aun cuando he fallado contra ti. Me disciplinaste cuando lo necesité, pero Tú
no me condenaste, sino me levantaste, y ahora puedo andar en tu camino y
guardar Tu Palabra. Bueno eres tú, y hacedor
de bien; enséñame tus estatutos.
Enséñame buen juicio y conocimiento. Escucharé
tu instrucción y no menospreciaré tu sabiduría, pues bendición vendrá al hombre
que oiga tus palabras. Quien halle
sabiduría, halla vida, y alcanza Tu favor, Señor; pero el que peca contra Ti,
se daña a sí mismo. Porque el desvío de
los simples los matará, y la complacencia de los necios los destruirá; pero el
que te escucha vivirá seguro y descansará sin temor al mal. Por eso, yo te escucharé mi Dios, porque
dichosos son los que guardan tus caminos.
[Salmo
119:65; Proverbios 8:32-36; Proverbios 1:32-33]
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