(Día 22)
La estrofa Tet termina así:
(Salmo 119:69-72)
(69) Contra mí forjaron mentira los
soberbios, mas yo guardaré de todo corazón tus mandamientos [Pikudim].
(70) Se engrosó el corazón de ellos
como sebo, mas yo en tu ley [Torá] me he
regocijado.
(71) Bueno me es haber sido
humillado, para que aprenda tus estatutos [Jukim].
(72) Mejor me es la ley [Torá] de tu boca
que millares de oro y plata.
El salmista usa una expresión: “engrosado el
corazón”. Esto implica un corazón lleno de grasa o sebo, lo cual está
relacionado con la soberbia del hombre.
(Salmo 17:10) Envueltos están con su grosura; con
su boca hablan arrogantemente.
(Salmo 73:6-8) Por tanto, la soberbia los corona;
se cubren de vestido de violencia. Los
ojos se les saltan de gordura; logran con creces los antojos del corazón. Se
mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería.
El efecto que tiene un corazón engrosado por la
soberbia y la arrogancia es ceguera y sordera espiritual. Se les cierra el entendimiento y ya no pueden
entender las cosas espirituales.
(Isaías 6:10)
Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos,
para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni
se convierta, y haya para él sanidad.
La ceguera espiritual no es algo que Dios desee
para el hombre; más bien, es el resultado de su propia soberbia y falta de
humildad hacia Dios.
Los soberbios tienden a atacar a los creyentes
a causa de su fe. De esto se queja el
salmista. Sin duda es difícil enfrentar
esos ataques de gente que no entiende la realidad espiritual. Pero debemos estar preparados para esos
momentos, porque llegarán.
Debemos saber que no sirve de mucho entrar en
argumentos con los arrogantes, porque su corazón está duro y “engrosado”. Simplemente debemos seguir adelante haciendo
lo que Dios manda. Aunque los otros no
lo hagan, uno debe guardar los mandamientos de todo corazón y mantenerse
humilde delante de Dios para aprender sus estatutos.
(1 Pedro 5:5) …revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da
gracia a los humildes.
(Proverbios 16:18-19) Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes
de la caída la altivez de espíritu.
Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con
los soberbios.
(Mateo 23:12)
Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido.
Oremos…
Dios mío, guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme
bajo la sombra de tus alas, de la vista de los malos que me oprimen. Envueltos están con su grosura; con su boca
hablan arrogantemente, y tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra. Son como león que desea hacer presa, y como
leoncillo que está en su escondite.
Aunque los soberbios forjen mentira contra mí,
yo seguiré adelante, y de todo corazón guardaré tus preceptos. El corazón de los soberbios está cubierto de grasa,
pero yo me deleito en tu ley.
Tú eres Dios, Alto y Sublime, que habitas la
eternidad, y cuyo nombre es el Santo. Tú
habitas en la altura y la santidad, y atraes hacia Ti al quebrantado y humilde
de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el
corazón de los quebrantados. Bueno es
para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos. Mejor es para mí la ley de tu boca que
millares de piezas de oro y de plata. El
hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi
corazón. Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad.
[Salmo 17:8-12; Isaías 57:15; Salmo 119:65-72;
Salmo 40:8; Salmo 119:35]
No hay comentarios:
Publicar un comentario