jueves, 5 de marzo de 2015

JERUSALÉN: Atalayas sobre el Muro


Sobre la muralla de Jerusalén hay una caminata. Originalmente ésta servía para que por allí se pasearan los guardas del muro o atalayas. Estos se turnaban día y noche para proteger la ciudad de los enemigos, en especial durante el día cuando las puertas permanecían abiertas. Desde arriba del muro podían divisar cualquier persona que se acercara a la ciudad; si divisaban un ejército enemigo, de inmediato cerraban las puertas para que ellos no penetraran.

En un sentido espiritual, los intercesores y los profetas sirven como atalayas para el pueblo de Dios. Ellos tienen el don de ver a largo plazo y de divisar los peligros espirituales. Su mandato espiritual es “sonar la trompeta” y advertir al pueblo de alguna amenaza espiritual.
(Jeremías 6:16-19) Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. (17) Puse también sobre vosotros atalayas, que dijesen: Escuchad al sonido de la trompeta. Y dijeron ellos: No escucharemos. (18) Por tanto, oíd, naciones, y entended, oh congregación, lo que sucederá. (19) Oye, tierra: He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos; porque no escucharon mis palabras, y aborrecieron mi ley.

Si somos sabios, haremos bien en oír la voz del atalaya, la advertencia del profeta. Muchas veces ellos nos dicen cosas que no queremos oír, pues a veces la verdad duele. Pero la advertencia es para nuestro beneficio, y deberíamos prestarle atención.

En cuanto al atalaya y el profeta, ellos tienen la obligación de hablar. Aunque corran el riesgo de ser rechazados por el mensaje fuerte que traen, ellos tienen la responsabilidad ante de Dios de advertir al pueblo.
(Ezequiel 3:17-21) Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma.  Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.

RECORDADORES
El profeta Isaías dice que en los últimos tiempos el Señor levantará un ejército de intercesores que orarán por Jerusalén. Ellos no pararán hasta que ella haya sido restaurada.
(Isaías 62:6-7) Sobre tus muros, Jerusalén, he puesto guardas que no callarán ni de día ni de noche. ¡Los que os acordáis de Jehová, no descanséis ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén y la ponga por alabanza en la tierra!

La frase: “los que os acordáis de Yehová”, en hebreo es: Mezajarim, que literalmente significa: “recordadores”. Viene del verbo Zajar, que significa: recordar, mencionar, conmemorar, traer a memoria.

Los “recordadores de Yehová” son aquellas personas que recordarán al Señor lo que ha prometido, a través de oraciones. El Señor les dice que no paren de orar hasta que Jerusalén sea “restablecida” (heb. Kun: levantada, establecida, fig. próspera), es decir, hasta que las naciones le den gloria a Dios por lo que Él hará en ella.

¿Acaso el Señor necesita que le “recordemos” acerca de Jerusalén? Sabemos que Dios no se olvidará jamás de Su Cuidad elegida porque la ama y desea fervientemente su restauración. Más bien, el “recordatorio” es para nosotros, para que no olvidemos lo que Dios ha prometido con respecto a Jerusalén, y para que no nos dejemos llevar por las circunstancias sino que creamos lo que el Señor ha prometido que hará con Jerusalén.

Si en la historia Dios ha permitido que Jerusalén caiga y sea destruida, no es porque Dios se olvidó de ella o porque los enemigos han sido más fuertes. Más bien, Dios lo ha permitido a causa del pecado del pueblo. A Dios le interesa más los corazones que las piedras y los edificios. La restauración de Jerusalén no sólo se dará en el ámbito material sino también espiritual.
(Miqueas 7:8-11) Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz. (9) La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi justicia; él me sacará a luz; veré su justicia. (10) Y mi enemiga lo verá, y la cubrirá vergüenza; la que me decía: ¿Dónde está Jehová tu Dios? Mis ojos la verán; ahora será hollada como lodo de las calles. (11) Viene el día en que se edificarán tus muros; aquel día se extenderán los límites.

Más artículos sobre la Tierra Prometida, en la página: Israel



No hay comentarios:

Publicar un comentario