martes, 30 de enero de 2018

APOCALIPSIS 4:1-3. Puerta Abierta en el Cielo

Luego de recibir los mensajes a las iglesias, Juan vio una puerta abierta: 
(Apocalipsis 4:1) Después de esto miré, y vi una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que yo había oído, como sonido de trompeta que hablaba conmigo, decía: Sube acá y te mostraré las cosas que deben suceder después de éstas. 

En el momento en que Juan recibió la visión, él estaba preso y exiliado en la isla de Patmos. Pero, en medio de esas circunstancias negativas, Juan recibió la revelación de los últimos tiempos. Le fue abierta una puerta en el cielo, que le permitió ver la realidad espiritual, no sólo de su tiempo sino de los tiempos finales, similar a lo que le sucedió a Daniel (Dan. 10). 

Lo interesante es que la revelación de lo que va a suceder en la Tierra comienza con una visión del Cielo, ya que desde allí procede todo, pues Dios es Soberano.  Actualmente el Reino del Cielo y el Reino de la Tierra están separados, pero eso no será para siempre. El Plan de Dios es que el Reino de Dios descienda a este mundo, y sean uno. Por eso Jesús nos enseñó a orar así:
(Mateo 6:9-10) Vosotros, pues, orad de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.

Aunque ambos Reinos están ahora separados, hay momentos en que el Señor abre puertas que conectan el Cielo con la Tierra. El Señor abrió esa puerta a Juan para prmitirle ver la realidad del Cielo. Jesús le dijo: “¡Sube!”. Él quería que Juan viera las cosas desde la perspectiva divina. También a nosotros nos invita a “subir” y ver las cosas basados en la realidad espiritual, ya que lo que sucederá en los últimos tiempos no nos hará sentido si lo vemos con ojos terrenales. 

Volvamos a leer lo que Jesús le dijo a Juan:
(Apocalipsis 4:1) Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.

Subamos con Juan, entonces, para ver y entender el Plan de Dios…

SENTADO EN EL TRONO
Lo primero que vio Juan al subir fue un trono:
(Apocalipsis 4:2) Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado.

El trono habla de reino y autoridad. Y no es un trono vacío, sino que alguien está sentado y está en control. El Salmo 103 revela quien está sentado en ese trono:
(Salmo 103:19-22) Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos. Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto. Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos, ministros suyos, que hacéis su voluntad. Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras, en todos los lugares de su señorío. Bendice, alma mía, a Jehová.
  
Dios es quien gobierna, en los Cielos y en la Tierra. Él está en control.

SEMEJANTE A…
A continuación, Juan cuenta lo que vió en el Cielo, y es evidente que se le dificulta describirlo—y no podemos culparlo, porque es algo fuera de este mundo.
(Apocalipsis 4:3) Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.

Todos los personajes bíblicos que han tendio la dicha de haber visto a través de la puerta abierta hacia el Cielo (Ezequiel, Daniel, Isaías, Moisés, Juan), se expresan de la misma manera al tratar de explicar lo que vieron: “es semejante a…se parece a…es como …” Si nos cuesta entenderles, imagínense lo difícil que es explicar algo que ninguno de nosotros ha visto jamás. No podemos culparlos; más bien debemos estar agradecidos de tener aunque sea la “sombra” de lo que es. Y seguramente en esta descripción hay tesoros escondidos. 

DESCRIPCIÓN DE LA SALA DEL TRONO
El enfoque de la visión de Juan comienza con el trono, pero luego Juan sigue describiendo lo que estaba alrededor:
(Apocalipsis 4:4-5) Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.

Más adelante estudiaremos cada uno de los elementos que allí se encuentran, pero primero veamos la perspectiva general…Lo que vio Juan no fue algo extraño y único, como los sueños o visiones que sólo tienen significado espiritual pero que no son “reales”. Juan vio la realidad de lo que existe en el Cielo, en la Presencia de Dios. La “Sala del Trono de Dios” es un lugar real—lo más real que existe en el Universo. No sólo eso, sino que es la habitación más privada de Dios. No cualquiera entra a esa habitación. Pero Juan tuvo el privilegio de ser invitado, al igual que Ezequiel e Isaías (Isa. 6:1-7).

VISIÓN DE EZEQUIEL
El libro del profeta Ezequiel comienza con una descripción similar a la de Juan.  Lo interesante es que él recibió esta visión en uno de los momentos más difíciles de su vida. Él y otros líderes de Israel habían sido llevados cautivos a Babilonia.  Todo parecía haber acabado, pero Dios le abrió una puerta al ámbito espiritual para que entendiera lo que estaba pasando y lo transmitiera al pueblo de Dios. 
(Ezequiel 1:1) Sucedió que en el año treinta, al quinto día del cuarto mes, estando yo entre los desterrados junto al río Quebar, los cielos se abrieron y vi visiones de Dios.

De nuevo vemos que se mencionan “cielos abiertos”. Una puerta se abrió para que Ezequiel “subiera” a ver las cosas desde la perspectiva de Dios. Al igual que Juan, también Ezequiel trata de describir el trono y a los seres vivientes que están a la par (que más adelante describe como “querubines”—Eze. 10:1):
(Ezequiel 1:26-28) Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor. Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.

Ezequiel vio que había un trono por sobre todas las cosas, aún sobre el Cielo. El trono representa autoridad, a alguien que está en control y gobierna sobre todo.  Y al que estaba sentado sobre el trono, vio a alguien que parecía hombre, pero era Dios. La Biblia dice que Jesús es la imagen del Dios invisible (Colosenses 1:15-18).

Analicemos ahora las partes de lo que Juan y Ezequiel vieron en la Sala del Trono:

a.  EL TRONO:
Ezequiel lo describe como “piedra de zafiro” (Eze. 1:26). El zafiro es de un color azul oscuro, pero a la vez traslúcido. Esta es la misma descripción que da Moisés del Trono de Dios. El día en que el pueblo de Israel confirmó el Pacto con Dios, sellado con sangre, se abrió una puerta en el cielo, y Moisés y los líderes de Israel vieron el trono de Dios. No subieron, pero lo vieron desde abajo, y lo describen de forma similar a Juan y Ezequiel:
(Éxodo 24:7-12) Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas. Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron. Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles.

Moisés vio la base del trono de Dios, y la describe como un “embaldosado de zafiro”, comparándolo con el cielo. Existe la posibilidad que lo que se describe como “zafiro”, se refiera al lapis lazuli, que era llamado “zafiro” en el Oriente antiguo. Este tiene un color turquesa claro, con destellos dorados. Juan lo describe como un mar de vidrio (Apoc. 4:6), y Ezequiel lo define como un firmamento o expansión (Ezequiel 1:26; 10:1). Este mar o firmamento azul, al pie del trono, es una expansión que separa a Dios de todo lo demás. Él está sobre todo, separado.  Por eso, los seres vivientes cantan: Santo, Santo, Santo (que literalmente significa: “apartado”).
(Apoc. 4:8) Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.

Desde el principio, Dios ha estado separado. Esto lo representa la expansión y el mar. Esto puede estar relacionado con lo que pasó en el segundo día de la creación. La palabra usada por Ezequiel como “firmamento” en hebreo es “Rakiyá”, y es la misma palabra que se usa en Génesis 1 como “expansión” (Gen. 1:6-8). Curiosamente, de todos los días de la creación, este fue el único día en que Dios no dijo: “Es bueno”. Tal vez fue porque no era “buena” esa separación, aunque era necesaria.

Aunque la Tierra está ahora separada del Cielo por esa expansión, esto no será así para siempre. El Plan de Dios es unir a ambos. Al final de Apocalipsis dice que ya no habrá “mar”. No podemos confirmar que se refiera a la “Rakiyá” (ya que Apocalipsis nos llegó en griego, no en hebreo), pero por el contexto podemos conectarlo con “el mar de cristal” que separa al trono de Dios de toda Su creación.
(Apoc. 21:1-3) Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

b.  SENTADO EN EL TRONO
En Apocalipsis, Juan no describe el trono, pero sí a quien está sentado sobre éste:
(Apoc. 4:2-3) Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.

Juan lo describe como semejante al “jaspe y cornalina”. El “jaspe viene de una palabra griega que significa: “manchada o veteada”. Es una piedra de quarzo que se presenta de varios colores, dependiendo de los sedimentos minerales que se encuentren en la tierra donde se forma.  El color más común es el rojizo.  De la misma manera, “la cornalina” es una piedra de color rojizo (también conocida como sardio o sardonia). Ambas piedras que están en el Pectoral del Sumo Sacerdote (Exo. 28:15-21), y forman parte de los cimientos y del muro de la Nueva Jerusalén (Apoc. 21:16-20).

¿En qué sentido se parece el Rey con “el jaspe y el sardio”?  Ezequiel nos da la pauta, ya que él lo describe de la siguiente manera:
(Ezequiel 1:27) Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor.

Ezequiel lo describe como “fuego”. De forma similar lo describe Daniel, quien también vio el Trono de Dios en una visión relacionada con los últimos tiempos:
(Daniel 7:9-10) Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.

Es interesante que todas las descripciones del trono y quien está sentado sobre éste se enfocan en el color y brillo, y no en los detalles. Posiblemente era tan brillante que el ojo humano no lo podía observar.

En la próxima entrada continuaremos con la descripción de Juan de la “Sala del Trono de Dios” …


Más capítulos de este estudio en: 
Apocalipsis


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2 comentarios:

  1. Buenas tardes! Podrías decirme por favor la fuente de inteerpretación para hacer el paralelo entre los 4 estandartes principales con el rostro del querubín (entiendo tiene origen talmúdico). Por lo que veo, los estandartes parecen tomar simbolismo tanto de la bendición de Jacob (Gn 49) como la de Moisés (Dt 33), pero no veo q haya una mención explícita sobre el emblema empleado en los estandartes a ciencia cierta (hay varias teorías) Muchas gracias por tu aporte! Atento a tus comentarios desde Argentina

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