Luego de recibir los
mensajes a las iglesias, Juan vio una puerta abierta:
(Apocalipsis 4:1) Después de esto miré, y
vi una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que yo había
oído, como sonido de trompeta que hablaba conmigo, decía: Sube acá y te
mostraré las cosas que deben suceder después de éstas.
En el momento en que
Juan recibió la visión, él estaba preso y exiliado en la isla de Patmos. Pero,
en medio de esas circunstancias negativas, Juan recibió la revelación de los
últimos tiempos. Le fue abierta una puerta en el cielo, que le
permitió ver la realidad espiritual, no sólo de su tiempo sino de los tiempos
finales, similar a lo que le sucedió a Daniel (Dan. 10).
Lo interesante es que la
revelación de lo que va a suceder en la Tierra comienza con una visión del
Cielo, ya que desde allí procede todo, pues Dios es
Soberano. Actualmente el Reino del Cielo y el Reino de la Tierra
están separados, pero eso no será para siempre. El Plan de Dios es que el Reino
de Dios descienda a este mundo, y sean uno. Por eso Jesús nos enseñó a orar
así:
(Mateo
6:9-10) Vosotros, pues, orad de esta manera: Padre nuestro que estás en
los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así
en la tierra como en el cielo.
Aunque ambos Reinos
están ahora separados, hay momentos en que el Señor abre puertas que conectan
el Cielo con la Tierra. El Señor abrió esa puerta a Juan para prmitirle ver la
realidad del Cielo. Jesús le dijo: “¡Sube!”. Él quería que Juan
viera las cosas desde la perspectiva divina. También a nosotros nos invita a
“subir” y ver las cosas basados en la realidad espiritual, ya que lo que
sucederá en los últimos tiempos no nos hará sentido si lo vemos con ojos
terrenales.
Volvamos a leer lo que
Jesús le dijo a Juan:
(Apocalipsis 4:1) Después de esto miré, y he
aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como
de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te
mostraré las cosas que sucederán después de estas.
Subamos con Juan,
entonces, para ver y entender el Plan de Dios…
SENTADO EN EL TRONO
Lo primero que vio Juan
al subir fue un trono:
(Apocalipsis 4:2) Y al instante yo estaba en el
Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno
sentado.
El trono habla de reino
y autoridad. Y no es un trono vacío, sino que alguien está sentado y está en
control. El Salmo 103 revela quien está sentado en ese trono:
(Salmo 103:19-22) Jehová estableció en los
cielos su trono, y su reino domina sobre todos. Bendecid a Jehová, vosotros sus
ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz
de su precepto. Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos, ministros
suyos, que hacéis su voluntad. Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras, en
todos los lugares de su señorío. Bendice, alma mía, a Jehová.
Dios es quien gobierna,
en los Cielos y en la Tierra. Él está en control.
SEMEJANTE A…
A continuación, Juan
cuenta lo que vió en el Cielo, y es evidente que se le dificulta describirlo—y
no podemos culparlo, porque es algo fuera de este mundo.
(Apocalipsis 4:3) Y el aspecto del que estaba
sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del
trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.
Todos los personajes
bíblicos que han tendio la dicha de haber visto a través de la puerta abierta
hacia el Cielo (Ezequiel, Daniel, Isaías, Moisés, Juan), se expresan de la misma manera
al tratar de explicar lo que vieron: “es semejante a…se parece a…es como …” Si
nos cuesta entenderles, imagínense lo difícil que es explicar algo que ninguno
de nosotros ha visto jamás. No podemos culparlos; más bien debemos estar
agradecidos de tener aunque sea la “sombra” de lo que es. Y seguramente en esta
descripción hay tesoros escondidos.
DESCRIPCIÓN DE LA SALA
DEL TRONO
El enfoque de la visión
de Juan comienza con el trono, pero luego Juan sigue describiendo lo que estaba
alrededor:
(Apocalipsis
4:4-5) Y
alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a
veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus
cabezas. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del
trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus
de Dios.
Más adelante estudiaremos
cada uno de los elementos que allí se encuentran, pero primero veamos la
perspectiva general…Lo que vio Juan no fue algo extraño y único, como los
sueños o visiones que sólo tienen significado espiritual pero que no son
“reales”. Juan vio la realidad de lo que existe en el Cielo, en la Presencia de
Dios. La “Sala del Trono de Dios” es un lugar real—lo más real que existe en el
Universo. No sólo eso, sino que es la habitación más privada de Dios. No
cualquiera entra a esa habitación. Pero Juan tuvo el privilegio de ser
invitado, al igual que Ezequiel e Isaías (Isa. 6:1-7).
VISIÓN DE EZEQUIEL
El libro del profeta
Ezequiel comienza con una descripción similar a la de Juan. Lo
interesante es que él recibió esta visión en uno de los momentos más difíciles
de su vida. Él y otros líderes de Israel habían sido llevados cautivos a
Babilonia. Todo parecía haber acabado, pero Dios le abrió una puerta
al ámbito espiritual para que entendiera lo que estaba pasando y lo
transmitiera al pueblo de Dios.
(Ezequiel 1:1) Sucedió que en el año treinta,
al quinto día del cuarto mes, estando yo entre los desterrados junto al río
Quebar, los cielos se abrieron y vi visiones de Dios.
De nuevo vemos que se
mencionan “cielos abiertos”. Una puerta se abrió para que Ezequiel
“subiera” a ver las cosas desde la perspectiva de Dios. Al igual que Juan,
también Ezequiel trata de describir el trono y a los seres vivientes que están
a la par (que más adelante describe como “querubines”—Eze. 10:1):
(Ezequiel 1:26-28) Y sobre la expansión que había
sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de
piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que
parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce
refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el
aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía
como fuego, y que tenía resplandor alrededor. Como parece el arco iris que está
en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor.
Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando
yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.
Ezequiel vio que había
un trono por sobre todas las cosas, aún sobre el Cielo. El trono representa
autoridad, a alguien que está en control y gobierna sobre todo. Y al
que estaba sentado sobre el trono, vio a alguien que parecía hombre, pero era
Dios. La Biblia dice que Jesús es la imagen del Dios invisible (Colosenses
1:15-18).
Analicemos ahora las
partes de lo que Juan y Ezequiel vieron en la Sala del Trono:
a. EL TRONO:
Ezequiel lo describe
como “piedra de zafiro” (Eze. 1:26). El zafiro es de un color azul oscuro, pero
a la vez traslúcido. Esta es la misma descripción que da Moisés del Trono de
Dios. El día en que el pueblo de Israel confirmó el Pacto con Dios, sellado con
sangre, se abrió una puerta en el cielo, y Moisés y los líderes de Israel
vieron el trono de Dios. No subieron, pero lo vieron desde abajo, y lo
describen de forma similar a Juan y Ezequiel:
(Éxodo 24:7-12) Y tomó el libro del pacto y lo
leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha
dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo,
y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas
estas cosas. Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos
de Israel; y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un
embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. Mas no extendió
su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron
y bebieron. Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y
te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles.
Moisés vio la base del
trono de Dios, y la describe como un “embaldosado de zafiro”, comparándolo con
el cielo. Existe la posibilidad que lo que se describe como “zafiro”, se
refiera al lapis lazuli, que era llamado “zafiro” en el
Oriente antiguo. Este tiene un color turquesa claro, con destellos dorados.
Juan lo describe como un mar de vidrio (Apoc. 4:6), y Ezequiel lo define como
un firmamento o expansión (Ezequiel 1:26; 10:1). Este mar o firmamento azul, al
pie del trono, es una expansión que separa a Dios de todo lo demás. Él está
sobre todo, separado. Por eso, los seres vivientes cantan: Santo,
Santo, Santo (que literalmente significa: “apartado”).
(Apoc. 4:8) Y los cuatro seres vivientes
tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de
ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor
Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
Desde el principio, Dios
ha estado separado. Esto lo representa la expansión y el mar. Esto puede estar
relacionado con lo que pasó en el segundo día de la creación. La palabra usada
por Ezequiel como “firmamento” en hebreo es “Rakiyá”, y es la
misma palabra que se usa en Génesis 1 como “expansión” (Gen. 1:6-8).
Curiosamente, de todos los días de la creación, este fue el único día en que
Dios no dijo: “Es bueno”. Tal vez fue porque no era “buena” esa
separación, aunque era necesaria.
Aunque la Tierra está
ahora separada del Cielo por esa expansión, esto no será así para siempre. El
Plan de Dios es unir a ambos. Al final de Apocalipsis dice que ya no habrá
“mar”. No podemos confirmar que se refiera a la “Rakiyá” (ya que
Apocalipsis nos llegó en griego, no en hebreo), pero por el contexto podemos
conectarlo con “el mar de cristal” que separa al trono de Dios de toda Su
creación.
(Apoc. 21:1-3) Vi un cielo nuevo y una tierra
nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no
existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender
del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y
oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los
hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará con ellos como su Dios.
b. SENTADO EN
EL TRONO
En Apocalipsis, Juan no
describe el trono, pero sí a quien está sentado sobre éste:
(Apoc. 4:2-3) Y al instante yo estaba en el
Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno
sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y
de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a
la esmeralda.
Juan lo describe como
semejante al “jaspe y cornalina”. El “jaspe” viene
de una palabra griega que significa: “manchada o veteada”. Es una
piedra de quarzo que se presenta de varios colores, dependiendo de los
sedimentos minerales que se encuentren en la tierra donde se
forma. El color más común es el rojizo. De la misma
manera, “la cornalina” es una piedra de color rojizo (también
conocida como sardio o sardonia). Ambas piedras que están en el Pectoral del
Sumo Sacerdote (Exo. 28:15-21), y forman parte de los cimientos y del muro de
la Nueva Jerusalén (Apoc. 21:16-20).
¿En qué sentido se
parece el Rey con “el jaspe y el sardio”? Ezequiel nos da la pauta,
ya que él lo describe de la siguiente manera:
(Ezequiel 1:27) Y vi apariencia como de bronce
refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en
derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para
abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor.
Ezequiel lo describe
como “fuego”. De forma similar lo describe Daniel, quien también vio el Trono
de Dios en una visión relacionada con los últimos tiempos:
(Daniel 7:9-10) Estuve mirando hasta que
fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era
blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono
llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego
procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones
de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron
abiertos.
Es interesante que todas
las descripciones del trono y quien está sentado sobre éste se enfocan en el
color y brillo, y no en los detalles. Posiblemente era tan brillante que el ojo
humano no lo podía observar.
En la próxima entrada
continuaremos con la descripción de Juan de la “Sala del Trono de Dios” …
Más capítulos de este estudio en: Apocalipsis
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bueno
ResponderEliminarBuenas tardes! Podrías decirme por favor la fuente de inteerpretación para hacer el paralelo entre los 4 estandartes principales con el rostro del querubín (entiendo tiene origen talmúdico). Por lo que veo, los estandartes parecen tomar simbolismo tanto de la bendición de Jacob (Gn 49) como la de Moisés (Dt 33), pero no veo q haya una mención explícita sobre el emblema empleado en los estandartes a ciencia cierta (hay varias teorías) Muchas gracias por tu aporte! Atento a tus comentarios desde Argentina
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