domingo, 15 de septiembre de 2019

15. Prueba de lealtad (Dan. 3:1-5)


Nabucodonosor tuvo otra reacción como consecuencia del sueño: decidió mandar a levantar una estatua gigante, similar a la de su sueño, pero toda hecha de oro.
(Daniel 3:1) El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia.

La estatua fue construida en la llanura de Dura, que hoy es Tikrit, Irak (lugar donde nació Sadam Hussein). En ese lugar, los arqueólogos encontraron un pedestal enorme que puede ser la base de esta imagen gigante. La Biblia dice que la estatua medía 60 codos de alto, que equivale a 90 pies de altura (aproximadamente ocho pisos).

En el sueño, sólo la cabeza de la imagen era de oro, y representaba el reino de Babilonia. Pero Nabucodonosor quería que toda la imagen fuera de oro, probablemente porque no quería que otro imperio sucediera ni suplantara al de Babilonia.

Medita…
Del mensaje del sueño, Nabucodonosor sólo tomó la parte que le gustó. De igual manera, a veces nosotros sólo tomamos la parte de la profecía o la Palabra que nos gusta, e ignoramos el resto del mensaje. Pero, al final, todo se cumple como Dios ha dicho. Pregunta: ¿Acepto yo el consejo completo de Dios, o sólo la parte que me gusta o me conviene?

CONVOCATORIA A ADORARLO
Nabucodonosor no sólo levantó la estatua gigante por egolatría, sino también porque quería probar la lealtad de la gente que trabajaba para él, muchos de los cuales eran extranjeros.
(Proverbios 20:28) Lealtad y verdad guardan al rey, y por la justicia sostiene su trono.

La Biblia dice que la manera en que un rey conserva el poder no es por las amenazas o por su mano dura, sino por hacer justicia y por poner su confianza en Dios. Aún los enemigos son expuestos cuando el rey confía en Dios.
(Salmo 21:7-8) Por cuanto el rey confía en Jehová, y en la misericordia del Altísimo, no será conmovido. Alcanzará tu mano a todos tus enemigos; Tu diestra alcanzará a los que te aborrecen.

Pero en el caso de Nabucodonosor, lo que lo movió fue el miedo a perder su reino por un golpe de estado. Por lo tanto, para asegurarse la lealtad de sus súbditos, el rey convocó a todos los líderes de las provincias para la dedicación de la estatua.
(Daniel 3:3) Fueron, pues, reunidos los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias, a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado; y estaban en pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor.

Los líderes se mencionan en orden de rango, comenzando con “sátrapa”, que era un tipo de príncipe que gobernaba sobre una provincia del imperio de Babilonia, y rendía cuentas sólo al rey. El último, que se traduce como “gobernador”, en arameo es: Tiftai, que también se puede traducir como jefe judicial o de la policía.

En la fiesta de la inauguración, todos estos líderes de las provincias debían probar su lealtad al rey arrodillándose delante de la imagen.
(Daniel 3:4-5) Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado.

Entre los invitados, estaban los tres amigos de Daniel, a quienes se les puso en puestos importantes en Babilonia (aparentemente Daniel no llegó por estar en la corte real).
(Daniel 2:49) Y Daniel solicitó del rey, y obtuvo que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abed-nego; y Daniel estaba en la corte del rey.

¿También estos jóvenes judíos se postrarían ante la imagen? Esto lo veremos en el estudio de mañana…

Oración…
Señor, Tú eres el Alto y Sublime que vives para siempre, cuyo nombre es Santo; y contigo sólo habitan el contrito y humilde de espíritu. Tú eres excelso, y atiendes al humilde, mas al altivo conoces de lejos.
Tu Palabra dice que “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes”. Por lo tanto, me dispongo a humillarme bajo la poderosa mano de Dios. Echo toda ansiedad sobre Ti, sabiendo que Tú tienes cuidado de nosotros, y que exaltas a su debido tiempo a todo aquel que es humilde.
Señor, tal vez no soy rey, pero busco la lealtad en mis amistades y en mi trabajo. Reconozco que la lealtad no se gana con amenazas sino actuando en justicia. Pero sobre todo, pongo mi confianza en Ti, Jehová, que eres el único que puede guardar mis espaldas. Confío en que Tú sacarás a luz quienes son mis enemigos, y me guardarás de ellos.
…(Continúa en tu oración personal)…

(ref. Isaías 57:15; Salmo 138:6; 1 Pedro 5:5-7; Santiago 4:10; Proverbios 20:28; Salmo 21:7-8)

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