martes, 17 de septiembre de 2019

17. Acusación del enemigo (Dan. 3:8-15)


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Cuando los jóvenes judíos, amigos de Daniel, no se postraron ante la imagen del rey, pronto llegaron los acusadores:
(Daniel 3:8) Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos.

La frase que se traduce: “acusar maliciosamente”, en el idioma arameo (original) usa literalmente palabras muy gráficas que hablan de: “comerse o masticar a alguien con acusaciones o chismes”. También dicen que “se acercaron” a ellos (arameo, Kerev), lo cual es significativo, ya que los que acusaron a los judíos lo hicieron adrede y con malas intenciones. Se acercaron a ellos buscando la oportunidad para destruirlos.

ADVERSARIO ACUSADOR
Este ataque nos recuerda a las tácticas del diablo, el adversario, que busca destruir al pueblo de Dios. Pedro también lo describe como alguien que “devora”.
(1 Pedro 5:8) Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.

La Biblia describe al diablo como “el acusador de los hermanos”, que los acusa delante de Dios día y noche (Apoc. 12:10). Y las acusaciones no son “mentiras”, sino son señalamientos de cómo le han fallado a Dios. Un ejemplo de esto lo encontramos en Zacarías, que describe cómo el sumo sacerdote Josué fue acusado por el diablo ante Dios, pero allí mismo describe que la intención del Señor no es condenar sino limpiar (Zac. 3:2-5; Rom. 8:1).

ACUSAN A LOS JUDÍOS
En el mismo patrón del diablo, los enemigos de los judíos quisieron destruirlos al acusarlos de fallar a la ley de Babilonia, y lo hicieron ante la máxima autoridad:
(Daniel 3:9-12) Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre vive. Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, se postre y adore la estatua de oro; y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado.

El rey no reaccionó bien ante las noticias de desacato a su mandato.
(Daniel 3:13-15) Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Al instante fueron traídos estos varones delante del rey. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?

Lo interesante es que el rey todavía les dio el beneficio de la duda. Les dio la oportunidad de obedecer para evitar su muerte. Sin embargo, si no aprovechaban esa oportunidad, les advirtió que no les perdonaría su vida.
(Daniel 3:15) Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?

En la próxima entrada veremos cuál fue la respuesta de Sadrac, Mesac y Abed-nego…

Oración…
Señor, estaré alerta porque sé que hay un adversario que anda como león rugiente, buscando a quien devorar. Ese adversario nos acusa delante del trono de Dios, de día y de noche. Pero sé que, aunque yo falle, no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, porque nos das la oportunidad de arrepentirnos y recibir tu perdón.
Esto sé: que Dios está a favor mío. En Dios, cuya palabra alabo, en el SEÑOR, cuya palabra honro; en Dios he confiado, no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?
No importa lo que digan los hombres, yo pondré mi confianza en Ti, Jehová, porque de ti viene la salvación. Mis enemigos retrocederán el día en que yo te invoque. El enemigo ya fue vencido por la sangre del Cordero. Obtendré inspiración de la palabra del testimonio de los hermanos, quienes no amaron sus vidas, sino que estuvieron dispuestos a morir por su fe.
…(Continúa en tu oración personal)…

(ref. 1 Pedro 5:8; Salmo 56:9-11; Romanos 8:1; Apocalipsis 12:10-11)

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