El rey de Babilonia tuvo un año para
atender la advertencia que le fue dada a través del sueño del árbol gigante.
Pero un año después, la soberbia pudo más que la prudencia. El rey se olvidó
del consejo de Daniel, y en ese día hizo una confesión que cayó como sentencia
sobre su cabeza:
(Daniel 4:28-30) Todo esto vino
sobre el rey Nabucodonosor. Al cabo de doce meses, paseando en el palacio
real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que
yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi
majestad?
El corazón del rey se llenó de orgullo y
altivez. Por principio, después de eso viene la caída.
(Proverbios 16:18) Delante de la
destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la altivez de espíritu.
El orgullo de Nabucodonosor se levantó
como el árbol gigante que soñó. Y tal como fue profetizado…ese mismo día cayó.
(Daniel 4:31-32) Aún estaba la
palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey
Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te
arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes
te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el
Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él
quiere.
La interpretación que Daniel dio al sueño
de Nabucodonosor resultó ser profética, y se cumplió al pie de la letra.
(Daniel 4:33) En la misma
hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los
hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del
cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de
las aves.
El rey más poderoso de la historia fue
humillado hasta ser semejante a un animal.
Medita…
¿Qué diferencia hay entre un hombre y un
animal?
Si al hombre le quitamos el espíritu, que es lo que nos conecta con
Dios, se reduce a ser como los animales.
(Salmo 144:3,15) Oh Señor, ¿qué
es el hombre para que tú lo tengas en cuenta, o el hijo del hombre para que
pienses en él? …Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Oración…
Señor,
tú eres el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo. Aunque
tú habitas en lo alto y santo, acercas a ti al contrito y humilde de espíritu,
para vivificar su espíritu y su corazón.
Señor,
tú eres excelso, y atiendes al humilde, mas al altivo conoces de lejos. Tú resistes a los soberbios, pero das gracia a los humildes; por lo
tanto me dispongo a humillarme bajo tu poderosa mano, echando toda ansiedad
sobre ti, porque tú tienes cuidado de nosotros.
…(Continúa
en tu oración personal)…
(ref. Isaías 57:15; 1 Pedro 5:5-7; Salmo 138:6)
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