Ayer vimos que el rey Belsasar, de manera irreverente, tomó las copas sagradas
del Templo de Jerusalén, y las usó en una fiesta en el palacio. Pero Dios no
permitió que ese rey profano y arrogante se burlara de Él y de sus cosas
sagradas. Por lo tanto, el Señor le mandó una señal también en público:
(Daniel 5:5) En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de
hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del
palacio real, y el rey veía la mano que escribía.
Los cobardes reaccionan mal cuando se les confronta, y esa fue la
reacción del prepotente Belsasar. Al ver la visión de la mano escribiendo, el
rey se llenó de miedo. Tal vez sabía que el Dios de Israel había llegado a
ponerlo en su lugar, tal como lo había hecho con su abuelo, Nabucodonosor.
(Daniel 5:6) Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron,
y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra.
Dios no manda juicio sin advertencia, y eso es lo que el rey recibió:
un mensaje de advertencia del Dios de Israel, a vista de todos los invitados en
el palacio real.
EL MENSAJE OCULTO
Todos los que estaban en la fiesta de Belsasar vieron la escritura en
la pared. El problema es que nadie entendía el mensaje. Y para interpretarlo, el
rey mandó a llamar a los sabios y adivinos.
(Daniel 5:7-9) El rey gritó en alta voz que hiciesen venir magos, caldeos
y adivinos; y dijo el rey a los sabios de Babilonia: Cualquiera que lea esta
escritura y me muestre su interpretación, será vestido de púrpura, y un collar
de oro llevará en su cuello, y será el tercer señor en el reino. Entonces
fueron introducidos todos los sabios del rey, pero no pudieron leer la
escritura ni mostrar al rey su interpretación. Entonces el rey Belsasar se
turbó sobremanera, y palideció, y sus príncipes estaban perplejos.
Una vez más, los sabios de Babilonia no pudieron interpretar el
mensaje enviado por Dios, porque sólo lo pueden entender los que tienen al
Espíritu de Dios.
(1 Corintos 2:14) Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de
Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen
espiritualmente.
¿Quién podría tener el Espíritu de Dios en la corte real de Babilonia?
En ese momento, alguien se recordó de Daniel, y se lo sugirió al rey…
RECUERDAN A DANIEL
La reina fue quien recordó que Daniel fue el único capaz de
interpretar los sueños y visiones de Nabucodonosor, y ella sugirió llamar al
sabio judío, que para entonces tendría aproximadamente 80 años.
(Daniel 5:10-12) La reina, por las palabras del rey y de sus
príncipes, entró a la sala del banquete, y dijo: Rey, vive para siempre; no te
turben tus pensamientos, ni palidezca tu rostro. En tu reino hay un hombre
en el cual mora el espíritu de los dioses santos, y en los días de tu padre se
halló en él luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría de los dioses; al
que el rey Nabucodonosor tu padre, oh rey, constituyó jefe sobre todos los
magos, astrólogos, caldeos y adivinos, por cuanto fue hallado en él mayor
espíritu y ciencia y entendimiento, para interpretar sueños y descifrar enigmas
y resolver dudas; esto es, en Daniel, al cual el rey puso por nombre Beltsasar.
Llámese, pues, ahora a Daniel, y él te dará la interpretación.
El único que podría interpretar el mensaje de Jehová era alguien que
tuviera el Espíritu de Dios, y éste era Daniel.
Oración…
Señor, en Ti están la
sabiduría y el poder. El consejo y el entendimiento son tuyos.
Tú das sabiduría, y de tu
boca vienen el conocimiento y la inteligencia.
En este día, te pido que me
llenes de tu Espíritu Santo, y que me des sabiduría, la sabiduría que ninguno
de los gobernantes de este siglo ha entendido. Jehová, tú revelas por medio del
Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de
Dios. Nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Anhelo
ver cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre,
porque estas son las cosas que has preparado para los que te aman.
…(Continúa en tu oración
personal)…
(ref. Job 12:13; Proverbios
2:6; 1 Corintios 2:6-16)
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