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domingo, 9 de octubre de 2011

Nehemías 13

Aunque nos hayamos arrepentido genuinamente en estos 40 días, eso no significa que mañana seremos perfectos.  Lo bueno es que vamos en camino del perfeccionamiento, acercándonos cada día más a la medida de Cristo.
(Efesios 4:13-15)  hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;  (14)  para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error;  (15)  sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.

Lo importante es ir aprendiendo para avanzar y mejorar poco a poco.  Por ello, es importante cultivar tanto el estudio de la Biblia como la oración.  Es algo que debemos convertir en costumbre y no descuidarlo.  La Palabra nos mantiene centrados y la oración nos mantiene conectados con Dios. 


Mandamientos Olvidados
En el último capítulo de Nehemías vemos que el pueblo siguió estudiando la Palabra.  Un día se toparon con un mandamiento que no estaban guardando (Deu. 2:3-5).
(Nehemías 13:1-3)  Aquel día leyeron del libro de Moisés a oídos del pueblo; y se encontró escrito en él que los amonitas y los moabitas no debían entrar jamás en la asamblea de Dios,  (2)  porque no recibieron a los hijos de Israel con pan y agua, sino que contrataron contra ellos a Balaam para maldecirlos; pero nuestro Dios convirtió la maldición en bendición.  (3)  Y sucedió que cuando oyeron la ley, excluyeron de Israel a todo extranjero.

Los retornados se habían comenzado a mezclar con las naciones paganas que habitaban en la región.  La mayoría de estos matrimonios se habían dado en el tiempo en que Nehemías retornó a Persia.
(Nehemías 13:23-24)  Vi también en aquellos días a judíos que se habían casado con mujeres asdoditas, amonitas y moabitas.  (24)  De sus hijos, la mitad hablaban la lengua de Asdod, y ninguno de ellos podía hablar la lengua de Judá, sino la lengua de su propio pueblo. 

En tan solo una generación, los hijos de los judíos ya estaban olvidando sus raíces.  Si no sabían el idioma hebreo, mucho menos conocía el orden de Dios.  Este es el gran peligro de unirse en yugo desigual.  Todo lo que habían logrado avanzar, lo estaban perdiendo con la siguiente generación.  Por eso Nehemías reaccionó tan fuerte al confrontarlos:
(Nehemías 13:25-27)  Y contendí con ellos y los maldije, herí a algunos de ellos y les arranqué el cabello, y les hice jurar por Dios, diciendo: No daréis vuestras hijas a sus hijos; tampoco tomaréis de sus hijas para vuestros hijos ni para vosotros mismos.  (26)  ¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Sin embargo, entre tantas naciones no hubo rey como él, y era amado por su Dios, y Dios le había hecho rey sobre todo Israel; pero aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras.  (27)  ¿Y se debe oír de vosotros que habéis cometido todo este gran mal obrando infielmente contra nuestro Dios casándoos con mujeres extranjeras?

Lo peor es que también el sumo sacerdote había caído en este grave error. 
(Nehemías 13:28)  Aun uno de los hijos de Joiada, hijo del sumo sacerdote Eliasib, era yerno de Sanbalat horonita, y lo eché de mi lado.

El sumo sacerdote se había emparentado con el enemigo…pero no sólo Sanbalat, sino también con Tobías.
(Nehemías 13:4)  Y antes de esto, Eliasib sacerdote, siendo superintendente de la cámara de la casa de nuestro Dios, había emparentado con Tobías.  

Al hacer alianza con el enemigo, el líder espiritual provocó una crisis en el servicio del Templo.  El enemigo llegó a desplazar y a ocupar el lugar que le pertenecía a los levitas y servidores. 
(Nehemías 13:5)  y le había hecho una grande cámara, en la cual guardaban antes las ofrendas, y el perfume, y los vasos, y el diezmo del grano, y del vino y del aceite, que estaba mandado darse a los levitas, a los cantores, y a los porteros, y la ofrenda de los sacerdotes.

El pueblo dejó de dar ofrendas, y las bodegas comenzaron a quedar vacías.  Los levitas, servidores y cantores ya no recibían ofrenda para vivir, por lo que se vieron obligados a ir a trabajar al campo en lugar de servir en el Templo.  El espacio vacío que dejaron lo ocupó Tobías, el enemigo (Neh. 6:17-19).  La religiosidad ocupó el lugar de un servicio genuino al Señor.

Todo esto sucedió en ausencia de Nehemías.  Pero tan pronto regresó, hizo que las cosas cambiarán.
(Nehemías 13:6-11)  Mas a todo esto, yo no estaba en Jerusalén; porque el año treinta y dos de Artajerjes rey de Babilonia, vine al rey; y al cabo de días obtuve permiso del rey.  (7)  Y vine a Jerusalén, entendí el mal que había hecho Eliasib en atención a Tobías, haciendo para él cámara en los patios de la casa de Dios.  (8)  Y me dolió en gran manera; y eché todos los enseres de la casa de Tobías fuera de la cámara;  (9)  y dije que limpiasen las cámaras, e hice volver allí los utensilios de la casa de Dios, las ofrendas y el perfume.  (10)  Entendí asimismo que las porciones de los levitas no les habían sido dadas; y que los levitas y cantores que hacían el servicio se habían huido cada uno a su heredad.  (11)  Y reprendí a los magistrados, y dije: ¿Por qué está la casa de Dios abandonada? Y los junté, y los puse en su lugar.

Otro mandamiento que no se estaba respetando era el día de reposo.
(Nehemías 13:15)  En aquellos días vi en Judá algunos que pisaban los lagares en sábado, y que acarreaban gavillas, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos, y toda clase de carga, y traían a Jerusalén en día de sábado; y les amonesté acerca del día que vendían el mantenimiento.

Habían convertido el día del reposo en un día de mercado. 

Nehemías les llamó la atención, y cerró la puerta.
(Nehemías 13:17-19)  Y reprendí a los señores de Judá, y les dije: ¿Qué mala cosa es ésta que vosotros hacéis, profanando así el día del sábado?  (18)  ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios sobre nosotros todo este mal, y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el sábado?  (19)  Sucedió, pues, que cuando iba oscureciendo a las puertas de Jerusalén antes del sábado, dije que se cerrasen las puertas, y ordené que no las abriesen hasta después del sábado; y puse a las puertas algunos de mis criados, para que en día de sábado no introdujesen carga.

¿Cómo habían caído en esto?  Aparentemente los levitas, quienes eran los encargados de enseñar la Torá, no estaban instruyendo al pueblo.  En poco tiempo, ya se estaban “abriendo puertas” entre el pueblo.  Por eso Nehemías les dijo a los levitas que se santificaran y que fueran a “guardar las puertas”. 
(Nehemías 13:22)  Y dije a los levitas que se purificasen, y viniesen a guardar las puertas, para santificar el día del sábado. También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y perdóname según la muchedumbre de tu misericordia.

En estos 40 días de ayuno hemos descubierto puertas abiertas en nuestras vidas, y con arrepentimiento las hemos estado cerrando.  Ahora no es tiempo de dormirse, sino de velar para que sigan así, cerradas al enemigo.  Cuidemos que lo que hemos ganado ahora no lo perdamos, sino que sigamos avanzando aún más. 

Hoy terminamos el ayuno, orando el Salmo 51:
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.  (2)  Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.  (3)  Porque yo reconozco mis rebeliones; y mi pecado está siempre delante de mí.  (4)  Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos: Para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio.  (5)  He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.  (6)  He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo; y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.  (7)  Purifícame con hisopo, y seré limpio: Lávame, y seré más blanco que la nieve.  (8)  Hazme oír gozo y alegría; y se recrearán los huesos que has abatido.  (9)  Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades.  (10)  Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí.  (11)  No me eches de delante de ti; y no quites de mí tu Santo Espíritu.  (12)  Vuélveme el gozo de tu salvación; y el espíritu libre me sustente.  (13)  Entonces enseñaré a los prevaricadores tus caminos; y los pecadores se convertirán a ti.  (14)  Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; cantará mi lengua tu justicia.  (15)  Señor, abre mis labios; y publicará mi boca tu alabanza.  (16)  Porque no quieres tú sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto.  (17)  Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.  (18)  Haz bien con tu benevolencia a Sión: Edifica los muros de Jerusalén.  (19)  Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada: Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.

Viene el día para la edificación de tus muros;
aquel día se extenderán tus límites.
(Miqueas 7:11)

sábado, 8 de octubre de 2011

Nehemías 10:28-29: Día de Expiación

En el calendario bíblico, hoy es una cita divina: es el Día de Expiación (heb. Yom Kipur).  Esta es una fiesta que representa el Día del Señor en el cumplimiento mesiánico.  Es el día en que el Señor vendrá a juzgar, perdonando a todo aquel que se haya arrepentido.  La sangre del Cordero de Dios cubre los pecados de aquellos que hayan creído en Él.  Pero quienes no hayan creído ni se hayan arrepentido, tendrán que dar cuentas ante el Juez y Rey eterno. 

El Señor nos ha citado en este día para tener un encuentro con Él. 
(Lev. 23:27-32)  A los diez días de este séptimo mes será el día de expiación; será santa convocación para vosotros, y humillaréis vuestras almas y presentaréis una ofrenda encendida al SEÑOR.  (28)  Tampoco haréis ningún trabajo en este día, porque es día de expiación, para hacer expiación por vosotros delante del SEÑOR vuestro Dios. 

¿Qué se hace en este día, en esta cita divina?  Es un día de reposo, no para divertirse sino para ponerse a cuentas con Dios. 
(Levítico 23:31-32)  No haréis, pues, trabajo alguno. Estatuto perpetuo será para vuestras generaciones dondequiera que habitéis.  (32)  Será día de completo reposo para vosotros, y humillaréis vuestras almas; a los nueve días del mes por la tarde, de una tarde a otra tarde, guardaréis vuestro reposo.

En un sentido espiritual, el trabajo representa nuestras obras, y el reposo representa el descanso que encontramos al saber que no son nuestras propias obras las que nos salvan, sino la obra de Dios en nuestras vidas.  Nadie es lo suficientemente justo para salvarse a sí mismo (Rom. 3:24; Gal. 2:16).  En los días de reposo y en las fiestas esto es lo que reconocemos, y nos presentamos a Dios con una actitud de humildad y agradecimiento por todo lo que Él ha hecho por nosotros.  El reposo físico es una manifestación externa del reposo espiritual (Heb. 4:8-10). 



Arrepentimiento del Pueblo
En tiempos de Nehemías, todo el pueblo se arrepintió cuando escucharon la ley de Dios.  La Palabra confronta, y por eso muchos no la leen ni mucho menos la estudian porque no les gusta sentirse condenados.  Pero eso es un grave error.  Como ya mencionamos, la confrontación de la Biblia no es para condenarnos sino para enderezarnos e instruirnos…para que nos vaya bien.  Es una tristeza que trae alegría, como dice Pablo:
(II Corintios 7:8-11)  Porque si bien os causé tristeza con mi carta, no me pesa; aun cuando me pesó, pues veo que esa carta os causó tristeza, aunque sólo por poco tiempo; (9) pero ahora me regocijo, no de que fuisteis entristecidos, sino de que fuisteis entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrierais pérdida alguna de parte nuestra. (10) Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte. (11) Porque mirad, ¡qué solicitud ha producido en vosotros esto, esta tristeza piadosa, qué vindicación de vosotros mismos, qué indignación, qué temor, qué gran afecto, qué celo, qué castigo del mal! En todo habéis demostrado ser inocentes en el asunto. 

La tristeza del día de hoy producirá un gozo profundo y duradero. 



Renovación del Pacto
El arrepentimiento del pueblo de Dios en tiempos de Nehemías, los llevó a renovar el pacto con Dios. 
(Nehemías 9:38)  A causa de todo esto, nosotros hacemos un pacto fiel por escrito; y en el documento sellado están los nombres de nuestros jefes, nuestros levitas y nuestros sacerdotes.

Arrepentimiento no es sólo sentir “cargo de conciencia”.  Más bien, es una conciencia que nos lleva al cambio.  En hebreo es “Teshuvá”, que literalmente significa: “Regresar”. 

El arrepentimiento comienza con reconocer que nos hemos desviado, y luego nos lleva a dar los pasos necesarios para regresar al Buen Camino.  Es regresar a vivir de la forma que Dios quiere, dejando nuestros propios deseos y voluntades.

¿Es esto lo que hemos hecho en estos 40 días de ayuno?  Si nuestro arrepentimiento ha sido genuino y firme, el paso que nos toca es renovar el pacto con el Señor como lo hicieron en tiempos de Nehemías.
(Nehemías 10:28-29)  Y el resto del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los sirvientes del templo, y todos los que se han apartado de los pueblos de las tierras a la ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, todos los que tienen conocimiento y entendimiento,  (29)  se adhieren a sus parientes, sus nobles, y toman sobre sí un voto y un juramento de andar en la ley de Dios que fue dada por medio de Moisés, siervo de Dios, y de guardar y cumplir todos los mandamientos de DIOS nuestro Señor, y sus ordenanzas y sus estatutos.

Si no conocemos los mandamientos de Dios, entonces propongámonos hacerlo este año.  Pero aun así no está de más renovar el pacto con Dios.  Los israelitas aceptaron los mandamientos en el Monte Sinaí, aun antes de conocerlos, porque confiaban que Dios es bueno y que cualquier cosa que venga de Él es para nuestro bien. 

Mañana cerramos el ayuno y concluimos el estudio de Nehemías…

Oremos…
En este Día de Expiación vengo delante de Ti, Señor, a presentarme en la cita a la cual Tú me has convocado.  Vengo con mucha humildad, reconociendo Tu Santidad, que contrasta con mi debilidad.  A la luz de Tu Palabra, me doy cuenta que te he fallado y me he fallado a mí mismo.  Pero el día de hoy me acerco con confianza al Trono de la Gracia para recibir  Tu misericordia, que has prometido al que se arrepiente. 

Hoy me arrepiento y regreso a Ti.  Así como Nehemías dedicó el muro dando una vuelta alrededor del muro con alabanzas (cap. 12), también hoy re-dedico mi vida a Ti.  Hoy renuevo el pacto que he hecho Contigo para ser tu pueblo y que Tú seas mi Dios. Guardaré tus mandamientos, no sólo por temor, sino por amor.  Andaré en Tus caminos y guardaré Tus mandamientos, estatutos y decretos, lo cual traerá bendición a mi vida, a mi familia y a mi sociedad.  Escojo hoy la vida, y no la muerte; la bendición, y no la maldición. 

[Hebreos 4:16; Deuteronomio 30:15-16]

(Isaías 60:18)  No se oirá hablar más de violencia en tu tierra, ni de desolación, ni de destrucción dentro de tus límites; sino que llamarás a tus murallas salvación y a tus puertas alabanza.

(Isaías 26:1-4)  En aquel día se cantará este cántico en la tierra de Judá: Ciudad fuerte tenemos; para protección El pone murallas y baluartes.  (2)  Abrid las puertas para que pueda entrar la nación justa, la que permanece fiel.  (3)  Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en ti confía.  (4)  Confiad en el SEÑOR para siempre, porque en DIOS el SEÑOR, tenemos una Roca eterna.


viernes, 7 de octubre de 2011

Nehemías 9


Luego de pasar casi un mes oyendo la lectura de la Palabra, sobre el pueblo de Dios vino una ola de arrepentimiento.
(Nehemías 9:1-3)  El día veinticuatro de este mes se congregaron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de cilicio y con polvo sobre sí.  (2)  Y los descendientes de Israel se separaron de todos los extranjeros, y se pusieron en pie, confesando sus pecados y las iniquidades de sus padres.  (3)  Puestos de pie, cada uno en su lugar, leyeron en el libro de la ley del SEÑOR su Dios por una cuarta parte del día; y por otra cuarta parte confesaron y adoraron al SEÑOR su Dios. 

La Palabra de Dios es la verdad.  Al leerla, nos confronta y saca a luz lo más profundo de nuestros corazones. 
(Hebreos 4:12-13)  Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.  (13)  Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

Con esta confrontación, Dios no quiere condenarnos, sino perdonarnos, llevándonos al arrepentimiento y dándonos otra oportunidad.  Pero para recibir el perdón, debemos reconocer en qué hemos fallado.
(1 Juan 1:8-9)  Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.  (9)  Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.

Esto les pasó a los judíos en tiempos de Nehemías, y nos puede pasar hoy, si nos exponemos a la luz de la Palabra. 

Hoy vamos a hacer algo diferente: Vamos a leer el llamado que hicieron los levitas en ese tiempo de arrepentimiento.  Los levitas hicieron un resumen de la historia de Israel, y en esta ocasión, quiero que te pongas en su lugar.  Es decir, en lugar de pensar en los israelitas de antaño, piensa en tu vida para ver el camino por el cual te ha traído Dios.  Aplícalo a tu vida el día de hoy, y en cada paso ora dando gracias o pidiendo perdón, según el Espíritu Santo te lo vaya mostrando…

(Nehemías 9:5-38)  Levantaos, bendecid al SEÑOR vuestro Dios por siempre y para siempre. Sea bendito tu glorioso nombre y exaltado sobre toda bendición y alabanza. 
 (6)  Sólo tú eres el SEÑOR. Tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos con todo su ejército, la tierra y todo lo que en ella hay, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú das vida a todos ellos y el ejército de los cielos se postra ante ti.  (7)  Tú eres el SEÑOR Dios que escogiste a Abram, lo sacaste de Ur de los Caldeos y le diste por nombre Abraham.  (8)  Hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste con él un pacto para darle la tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo, para darla a su descendencia. Y has cumplido tu palabra, porque eres justo.  (9)  Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su clamor junto al mar Rojo.  (10)  Entonces hiciste señales y maravillas contra Faraón, contra todos sus siervos y contra todo el pueblo de su tierra; pues supiste que ellos los trataban con soberbia, y te hiciste un nombre como el de hoy.  (11)  Dividiste el mar delante de ellos, y pasaron por medio del mar sobre tierra firme; y echaste en los abismos a sus perseguidores, como a una piedra en aguas turbulentas.  (12)  Con columna de nube los guiaste de día, y con columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino en que debían andar.  (13)  Luego bajaste sobre el monte Sinaí, y desde el cielo hablaste con ellos; les diste ordenanzas justas y leyes verdaderas, estatutos y mandamientos buenos.  (14)  Les hiciste conocer tu santo día de reposo, y les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley por medio de tu siervo Moisés.  (15)  Les proveíste pan del cielo para su hambre, les sacaste agua de la peña para su sed, y les dijiste que entraran a poseer la tierra que tú habías jurado darles.  (16)  Pero ellos, nuestros padres, obraron con soberbia, endurecieron su cerviz y no escucharon tus mandamientos.  (17)  Rehusaron escuchar, y no se acordaron de las maravillas que hiciste entre ellos; endurecieron su cerviz y eligieron un jefe para volver a su esclavitud en Egipto. Pero tú eres un Dios de perdón, clemente y compasivo, lento para la ira y abundante en misericordia, y no los abandonaste.  (18)  Ni siquiera cuando se hicieron un becerro de metal fundido y dijeron: "Este es tu Dios que te sacó de Egipto", y cometieron grandes blasfemias,  (19)  tú, en tu gran compasión, no los abandonaste en el desierto; la columna de nube no los dejó de día, para guiarlos en el camino, ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por donde debían andar.  (20)  Y diste tu buen Espíritu para instruirles, no retiraste tu maná de su boca, y les diste agua para su sed.  (21)  Por cuarenta años proveíste para ellos en el desierto y nada les faltó, sus vestidos no se gastaron ni se hincharon sus pies.  (22)  También les diste reinos y pueblos, y se los repartiste con sus límites. Y tomaron posesión de la tierra de Sehón, rey de Hesbón, y la tierra de Og, rey de Basán.  (23)  Y multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra que habías dicho a sus padres que entraran a poseerla.  (24)  Y entraron los hijos y poseyeron la tierra. Y tú sometiste delante de ellos a los habitantes de la tierra, a los cananeos, y los entregaste en su mano, con sus reyes y los pueblos de la tierra, para hacer con ellos como quisieran.  (25)  Y capturaron ciudades fortificadas y una tierra fértil. Tomaron posesión de casas llenas de toda cosa buena, cisternas excavadas, viñas y olivares, y árboles frutales en abundancia. Y comieron, se saciaron, engordaron y se deleitaron en tu gran bondad.  (26)  Pero fueron desobedientes y se rebelaron contra ti, echaron tu ley a sus espaldas, mataron a tus profetas que los amonestaban para que se volvieran a ti, y cometieron grandes blasfemias.  (27)  Entonces los entregaste en mano de sus enemigos, que los oprimieron, pero en el tiempo de su angustia clamaron a ti, y tú escuchaste desde el cielo, y conforme a tu gran compasión les diste libertadores que los libraron de mano de sus opresores.  (28)  Pero cuando tenían descanso, volvían a hacer lo malo delante de ti; por eso tú los abandonabas en mano de sus enemigos para que los dominaran; y cuando clamaban de nuevo a ti, tú oías desde el cielo y muchas veces los rescataste conforme a tu compasión.  (29)  Los amonestaste para que volvieran a tu ley, pero ellos obraron con soberbia y no escucharon tus mandamientos, sino que pecaron contra tus ordenanzas, las cuales si el hombre las cumple, por ellas vivirá. Y dieron la espalda en rebeldía, endurecieron su cerviz y no escucharon.  (30)  Sin embargo, tú los soportaste por muchos años, y los amonestaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no prestaron oído. Entonces los entregaste en mano de los pueblos de estas tierras.  (31)  Pero en tu gran compasión no los exterminaste ni los abandonaste, porque tú eres un Dios clemente y compasivo.  (32)  Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, poderoso y temible, que guardas el pacto y la misericordia, no parezca insignificante ante ti toda la aflicción que nos ha sobrevenido, a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy.  (33)  Mas tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros, porque tú has obrado fielmente, pero nosotros perversamente.  (34)  Nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no han observado tu ley ni han hecho caso a tus mandamientos ni a tus amonestaciones con que los amonestabas.  (35)  Pero ellos en su propio reino, con los muchos bienes que tú les diste, con la espaciosa y rica tierra que pusiste delante de ellos, no te sirvieron ni se convirtieron de sus malas obras.  (36)  He aquí, hoy somos esclavos, y en cuanto a la tierra que diste a nuestros padres para comer de sus frutos y de sus bienes, he aquí, somos esclavos en ella.  (37)  Y su abundante fruto es para los reyes que tú pusiste sobre nosotros a causa de nuestros pecados, los cuales dominan nuestros cuerpos y nuestros ganados como les place, y en gran angustia estamos.  (38)  A causa de todo esto, nosotros hacemos un pacto fiel por escrito; y en el documento sellado están los nombres de nuestros jefes, nuestros levitas y nuestros sacerdotes.

jueves, 6 de octubre de 2011

Nehemías 8:13-18: Tabernáculos (Sucot)


Ayer vimos que Esdras leyó la Ley de Dios (Torá, lit. instrucción) delante de todo el pueblo en Jerusalén precisamente en un día de fiesta: la Fiesta de las Trompetas.  En ese día, el pueblo aprendió que otra fiesta importante se aproximaba.
(Nehemías 8:13-14)  Al segundo día los jefes de casas paternas de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas se reunieron junto al escriba Esdras para entender las palabras de la ley.  (14)  Y encontraron escrito en la ley que el SEÑOR había mandado por medio de Moisés que los hijos de Israel habitaran en tabernáculos durante la fiesta del mes séptimo.


Fiesta de Tabernáculos
Del 15 al 21 del mes séptimo, en el calendario bíblico, se celebra la Fiesta de los tabernáculos (en hebreo, Sucot).  Esta es una fiesta muy rica en significado, pero ahora veremos sólo el panorama general y lo que la Biblia habla acerca de ella. [Para quienes estén interesados en aprender más acerca de esta fiesta, podrán encontrar más información en “Cita Divina”, www.citadivina.blogspot.com ]
(Deuteronomio 16:13-15)  Durante siete días celebrarás la fiesta de los tabernáculos, cuando hayas recogido el producto de tu era y de tu lagar.  (14)  Y te alegrarás en tu fiesta, tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, el levita y el forastero, el huérfano y la viuda que están en tus ciudades.  (15)  Siete días celebrarás fiesta al SEÑOR tu Dios en el lugar que escoja el SEÑOR; porque el SEÑOR tu Dios te bendecirá en todos tus productos y en toda la obra de tus manos; por tanto, estarás realmente alegre.

(Levítico 23:34-36)  Habla a los hijos de Israel, y diles: El día quince de este mes séptimo es la fiesta de los tabernáculos; se celebrará al SEÑOR por siete días.  (35)  El primer día es santa convocación; no haréis ninguna clase de trabajo servil.  (36)  Durante siete días presentaréis al SEÑOR una ofrenda encendida. El octavo día tendréis una santa convocación, y presentaréis al SEÑOR una ofrenda encendida; es asamblea solemne. No haréis trabajo servil.
(Levítico 23:39-43)  El día quince del séptimo mes, cuando hayáis recogido el fruto de la tierra, celebraréis la fiesta del SEÑOR por siete días, con reposo en el primer día y reposo en el octavo día.  (40)  Y el primer día tomaréis para vosotros frutos de árboles hermosos, hojas de palmera y ramas de árboles frondosos, y sauces de río; y os alegraréis delante del SEÑOR vuestro Dios por siete días.  (41)  Así la celebraréis como fiesta al SEÑOR por siete días en el año. Será estatuto perpetuo para todas vuestras generaciones; la celebraréis en el séptimo mes.  (42)  Habitaréis en tabernáculos por siete días; todo nativo de Israel vivirá en tabernáculos,  (43)  para que vuestras generaciones sepan que yo hice habitar en tabernáculos a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo soy el SEÑOR vuestro Dios.

Esta es una fiesta que no era únicamente para los israelitas de antaño, sino que también se celebrará en el Milenio, cuando el Señor Jesús esté reinando al mundo entero desde Jerusalén. 
(Zacarías 14:16-17)  Y sucederá que todo sobreviviente de todas las naciones que fueron contra Jerusalén subirán de año en año para adorar al Rey, SEÑOR de los ejércitos, y para celebrar la fiesta de los Tabernáculos.  (17)  Y sucederá que los de las familias de la tierra que no suban a Jerusalén para adorar al Rey, SEÑOR de los ejércitos, no recibirán lluvia sobre ellos.

En síntesis, la Fiesta de Tabernáculos nos recuerda dos cosas:
a.  Esta vida es temporal, así como lo son los tabernáculos.  Aun el Milenio será temporal, pero esperamos la Ciudad eterna, la nueva Jerusalén, donde viviremos con el Señor para siempre.
b.  El fruto de lo que produzcamos en esta Tierra se debe a la ayuda de Dios; y debemos reconocerlo y agradecerle.

Se Prepararon para Celebrar
En tiempos de Nehemías, cuando leyeron la Torá delante de todo el pueblo, se dieron cuenta que esta fiesta estaba cerca. Dos semanas después de la Fiesta de Trompetas, se celebra la Fiesta de los Tabernáculos, (en hebreo, Sucot).  Era tiempo de celebrar, por lo tanto se prepararon. 
(Nehemías 8:13-16)  Y al día siguiente se reunieron los príncipes de las familias de todo el pueblo, sacerdotes, y levitas, a Esdras escriba, para entender las palabras de la ley.  (14)  Y hallaron escrito en la ley que Jehová había mandado por mano de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en cabañas en la fiesta solemne del mes séptimo;  (15)  Y que hiciesen saber, y pasar pregón por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: Salid al monte, y traed ramas de olivo, y ramas de pino, y ramas de arrayán, y ramas de palmas, y ramas de todo árbol frondoso, para hacer cabañas como está escrito.  (16)  Salió, pues, el pueblo, y trajeron, y se hicieron cabañas, cada uno sobre su terrado, y en sus patios, y en los patios de la casa de Dios, y en la plaza de la puerta de las Aguas, y en la plaza de la puerta de Efraín. 

Así como no habían cumplido muchos de los mandamientos, el pueblo de Dios tampoco habían guardado las fiestas del Señor, las cuales dan testimonio de Plan de Redención divino.  Pero ahora que lo habían aprendido, se dispusieron a hacerlo.
(Nehemías 8:17-18)  Y toda la congregación que volvió de la cautividad hicieron tabernáculos, y en tabernáculos habitaron; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy grande.  (18)  Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el postrero; y celebraron la fiesta por siete días, y el octavo día fue de solemne asamblea, según lo establecido.


Oremos…
Señor, así como los judíos en tiempo de Nehemías, nosotros también hemos olvidado Tu Torá, y hemos ignorado Tus Fiestas.  No son sólo las fiestas de los judíos, sino las Fiestas del Señor que Tú nos diste como regalo para enseñarnos acerca de Tu Plan de Redención.  Te pido perdón por haberlas ignorado. 

Señor, ahora tengo un corazón agradecido por ese regalo.  Enséñame más, porque quiero aprender los tesoros que allí están guardados.  No quiero esperar hasta el Milenio para celebrarlas contigo, sino desde ahora quiero gozarme Contigo en ellas. 


miércoles, 5 de octubre de 2011

Nehemías 8:1-12

Cinco días después de haber terminado la reconstrucción de los muros de Jerusalén, todo el pueblo se reunió en Jerusalén para celebrar, ya que era día de fiesta.
(Nehemías 8:1-2)  Y se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas. Y dijeron al escriba Esdras que trajese el libro de la ley de Moisés, que Jehová mandó a Israel.  (2)  Y Esdras el sacerdote, trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres, y de todo entendido para escuchar, el primer día del mes séptimo. 

En el primer día del mes séptimo se celebra la Fiesta de Trompetas, que hoy se conoce más como Rosh Hashana (lit. cabeza de año).  Se considera como el “año nuevo”, pues en ese día fue creado el hombre.   Antes que el Señor cambiara el calendario (en Exodo 12:1-2), ese día marcaba el inicio de un año nuevo.  En tiempos de Nehemías, los judíos estaban celebrando precisamente un nuevo inicio.  Los muros de Jerusalén estaban levantados, y ahora podrían vivir en paz. 

Dios les había dado gracia para reconstruir la ciudad en tiempo record, pero no había sido fácil.  Dado que les costó, lo apreciaban más.  Ahora querían aprender a vivir como Dios manda, para que no volviera a pasarles lo mismo.   Por eso era significativo leer la Torá en ese día. 

También nosotros, que hemos pasado estos días de ayuno y hemos limpiado nuestras vidas, seguramente no queremos volver atrás.  Lo que hemos avanzado y ganado, no lo queremos perder; lo que hemos aprendido, no lo queremos olvidar. 

A lo largo de este estudio hemos aprendido que los muros caídos representan áreas de pecado que dejan espacios abiertos por donde el enemigo puede entrar.  En este tiempo hemos estado levantando los muros caídos.  Cuando estén levantados, vamos a querer guardarlos así.  ¿Cómo lograrlo?  Igual que en tiempos de Nehemías, debemos oír la Palabra de Dios, y ponerla en práctica.


Reacción del Pueblo
Tal vez damos por sentado que los judíos conocían la Ley, sólo por el hecho de ser judíos.  Pero la realidad es que no estaban muy familiarizados con la ley de Dios.  Los retornados reconstruyeron la ciudad de Jerusalén y levantaron sus muros, y ahora debían aprender a vivir como Dios manda en la Ciudad que Dios escogió para poner allí Su Nombre.      
(Nehemías 8:3-6)  Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y entendidos; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.  (4)  Y Esdras el escriba estaba sobre un púlpito de madera, que habían hecho para ello… (5)  Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo (porque estaba más alto que todo el pueblo); y como lo abrió, todo el pueblo estuvo atento.  (6)  Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron, y adoraron a Jehová con el rostro a tierra. 

Todo el pueblo estuvo muy atento a la lectura de la Palabra de Dios. A pesar de las largas horas, permanecieron escuchando.  Estaban interesados en oír, porque sabían que lo que les enseñaban les iba a servir para sus vidas…para que les fuera bien.


Rol de los Levitas
Todo el pueblo escuchó la lectura de la Torá, pero tal vez no todos entendían.  Pero Dios lo tenía todo contemplado, y proveyó de personas que les explicaban.
(Nehemías 8:7-9)  … levitas, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba en su lugar.  (8)  Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura. 

Lo mismo nos pasa a nosotros, pues leemos la Biblia pero no comprendemos todo.  Pero siempre que uno busque y muestre interés por aprender de la Palabra de Dios, el Señor pondrá en nuestro camino gente que nos instruya. 


¿Cómo reaccionó el pueblo al oír la lectura de la Torá (la instrucción de Dios)?
(Nehemías 8:9)  Y Nehemías el Tirsata, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis: porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley.

¿Por qué lloraba el pueblo?  Seguramente por la emoción, pero principalmente porque la Palabra los estaba confrontando.  Al oír la Ley, se estaban dando cuenta que habían estado viviendo alejados del orden de Dios.  Estaban siendo confrontados con la Palabra. 
(II Timoteo 3:16-17)  Toda Escritura es dada por inspiración de Dios, y es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,  (17)  para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.


Diferencia entre Remordimiento y Arrepentimiento
Hay una diferencia entre remordimiento y arrepentimiento. Ambas reacciones humanas reconocen que uno ha hecho algo indebido, pero la diferencia consiste en lo que hacemos con ello.  El arrepentimiento nos lleva al cambio, pero el remordimiento o “cargo de conciencia” sólo condena, y eso nos hunde más en la falta porque nos hace creer que somos “malos”.  

La confrontación de Dios no es para condenación, sino para edificación.  Dios no quiere que nos “carguemos”, sino que echemos las cargas sobre Él, recibamos Su perdón y tomemos esa nueva oportunidad para hacer bien las cosas.

El pueblo estaba triste por la confrontación, pero los levitas les decían que no se entristecieran, sino que celebraran esta nueva oportunidad que Dios les daba. 
(Nehemías 8:10-12)  Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque este día es santo a nuestro Señor; y no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fortaleza.  (11)  Los levitas, pues, hacían callar a todo el pueblo, diciendo: Callad, que es día santo, y no os entristezcáis.  (12)  Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a enviar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado.


Oremos…
Señor, todos estos días de ayuno hemos estado trabajando en limpiar nuestras vidas.  Hemos descubierto muros caídos y puertas abiertas.  Por desobediencia o ignorancia lo hemos permitido.  Pero No me condenaré por el pasado, sino que me arrepentiré y tomaré esta nueva oportunidad para vivir como Tú mandas. 

Ahora veo con claridad la importancia de conocer Tu Torá, Tu instrucción, Tu Palabra escrita.  Señor, estoy dispuesto a aprender.  Enséñame.  Envía a levitas que me expliquen lo que yo no entiendo de Tu Palabra, pues no quiero permanecer en ignorancia.  Santifícame en Tu Verdad; Tu Palabra es Verdad.

[Juan 17:17-19]

martes, 4 de octubre de 2011

Nehemías 6:15- 7:3



Milagro y Testimonio
A pesar de todas las adversidades, la muralla alrededor de Jerusalén fue levantada.  
(Nehemías 6:15)  Así que el muro fue terminado el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días. 

La terminaron en tiempo record, lo cual sirvió de testimonio del poder del Dios de Israel ante todas las naciones. 
(Nehemías 6:16)  Y sucedió que cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban en nuestros alrededores, y se sintieron muy humillados ante sus propios ojos, y conocieron que esta obra había sido hecha por nuestro Dios. 

De la misma manera, cuando el Señor comienza a obrar en nuestros corazones, nuestras vidas se transforman, más rápido de lo que podríamos imaginar.  Sólo el Señor puede hacer el milagro de sanar corazones y cambiar vidas.  Al ver esto, muchos creerán (Juan 20:30-31).

Guardianes en los Muros
Nehemías no se durmió en sus laureles.  Él sabía que no sólo se deben levantar los muros, sino que se deben cuidar. 
(Nehemías 7:1-3)  Y aconteció que, cuando el muro fue edificado, y hube colocado las puertas, y que fueron señalados porteros y cantores y levitas,  (2)  di a mi hermano Hanani, y a Ananás el príncipe del palacio, cargo sobre Jerusalén (porque éste era un hombre fiel y temeroso de Dios, más que muchos);  (3)  y les dije: No se abran las puertas de Jerusalén hasta que caliente el sol; y aun ellos presentes, cierren las puertas, y atrancad. Y señalé guardas de los moradores de Jerusalén, cada cual en su guardia, y cada uno delante de su casa.

Lo que más se debe cuidar en una ciudad amurallada son las puertas, porque por allí se entra y se sale al exterior.  En un sentido espiritual, las puertas son los puntos de contacto que los creyentes tienen con el mundo.  Jesús dijo que no somos de este mundo, pero estamos en este mundo (Juan 17).  Debemos aprender a relacionarnos con todos, pero también debemos poner ciertos límites, y no permitir que nada malo entre a nuestros hogares, ni al pueblo de Dios.

La asignación de los guardias comienza de una forma natural: “cada uno delante de su casa” (7:3).  El hombre de la casa debe guardar la parte del muro que está delante de su hogar.  En el orden de Dios, los padres son estos guardias que cuidan qué o quién entra y sale de sus casas.  El padre, quien es la cabeza del hogar, tiene la llave de la puerta de su casa, y él determina lo qué entra en su hogar.  Él es el guardián, el atalaya en el muro, que protege a su familia.  Él es quien debe guardar que los muros de su casa estén levantados, y cuidar que por las puertas no entre algo malo, no sólo a su casa sino al pueblo de Dios (la Iglesia). 

Nehemías también asignó levitas y cantores.  El padre de familia también es el sacerdote del hogar, y quien lleve a la familia a alabar y a honrar a Dios.  En nuestra cultura, ese rol se le ha delegado a la madre, pero en realidad el responsable es el padre.  El hombre no sólo tiene la responsabilidad de traer pan a la mesa, sino también el pan espiritual. 


Claro Como la Luz del Día
Nehemías ordenó que se mantuvieran cerradas las puertas hasta que el día estuviera claro.  Esto nos enseña que no debemos abrir las puertas de nuestro hogar a cualquiera que llame, mucho menos si está oscuro, en tinieblas, cuando las cosas no se ven claras.  Antes que algo entre a la casa, debemos examinarlo antes; para ello, es necesario que haya “luz”, es decir, debe estar claro “como la luz del día”, y ser lo correcto “a la luz de la Palabra”.


Oremos…
Señor, he estado trabajando en mi vida durante estas semanas de ayuno.  He descubierto muros caídos y puertas abiertas, pero con Tu ayuda he estado trabajando para levantar esos muros y cerrar esas puertas.  Hoy quiero pedirte que mi vida restaurada sirva de testimonio y buen ejemplo a muchos, para que crean en Ti al ver los milagros que has hecho en mi vida.

También te pido, Señor, que esta restauración sea permanente, y no sólo pasajera.  Si Tú no edificas mi casa, en vano trabajo; si Tú no me guardas, en vano velaría.  Enséñame a cuidar y a defender lo que me has dado.  Sé que, aunque estoy en este mundo, no soy de este mundo, por lo tanto te pido que me guardes en santidad, a mí y a mi familia.

[Juan 17:15-19; Salmo 127:1-5; 1 Cor. 2:1-4]


  Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guarda.  (2)  Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño.  (3)  He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.  (4)  Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud.  (5)  Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta.
(Salmo 127:1-5)

lunes, 3 de octubre de 2011

Nehemías 6:1-14

Conforme Nehemías levantaba los muros de defensa, los enemigos se molestaban cada vez más.  Habían tratado de frustrar los planes de reedificación, pero no lo habían logrado.  Hasta el momento, ninguna de sus tretas había funcionado.  Lo único que les quedaba era deshacerse de Nehemías.
(Nehemías 6:1)  Y aconteció que cuando se les informó a Sanbalat, a Tobías, a Gesem el árabe y a los demás enemigos nuestros que yo había reedificado la muralla y que no quedaba ninguna brecha en ella, aunque en aquel tiempo yo no había asentado todavía las hojas en las puertas.

Nehemías ya había logrado cerrar las brechas en el muro.  Por lo tanto, el enemigo no lo podía tocar.  De la misma manera, el adversario tampoco nos puede hacer nada si nosotros no hemos abierto puerta al pecado (a menos que Dios lo permita por un propósito especial, como el caso de Job). 


Trampa de los enemigos
Dado que no podían hacerle nada a Nehemías, gracias a que la ciudad estaba protegida por sus muros, entonces los enemigos hicieron planes de sacar a Nehemías “fuera” de la ciudad. 
(Nehemías 6:2)  Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos juntos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Pero ellos habían pensado hacerme mal.

Si él salía de Jerusalén amurallada, estaría expuesto y podrían hacer con él lo que quisieran.  Con esto en mente, lo mandaron a llamar.  También nosotros, si nos salimos del orden de Dios (de los muros de obediencia), nos exponemos a que el enemigo nos haga daño.

La respuesta de Nehemías nos enseña cómo debemos responder cuando el enemigo nos “invite” a salirnos del orden de Dios.
(Nehemías 6:3-4)  Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros.  (4)  Y enviaron a mí con el mismo asunto por cuatro veces, y yo les respondí de la misma manera.

El enemigo es insistente, porque sabe que algunas personas ceden ante la presión.  Pero Nehemías no iba a ceder porque sabía lo que era bueno y correcto.  Él iba a permanecer dentro de los muros.  ¿Qué hacemos nosotros ante la presión?  Haremos bien en perseverar en la voluntad de Dios, en lugar de ceder ante la voluntad del hombre. 


Denuncia pública
Aun así, el enemigo no se dio por vencido, e insistió aún una quinta vez.  En esta ocasión lo hizo mandando una carta abierta, que hoy equivale a una denuncia pública. 
(Nehemías 6:5-7)  Envió entonces Sanbalat a mí su criado, a decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano,  (6)  en la cual estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros; y que por eso edificas tú el muro, con la mira, según estas palabras, de ser tú su rey;  (7)  Y que has puesto profetas que prediquen de ti en Jerusalén, diciendo: ¡Hay rey en Judá! Y ahora serán oídas del rey las tales palabras; ven por tanto, y consultemos juntos.

Esta era una acusación falsa, a ojos de todos.  La intención era presionar a Nehemías a salir a defenderse y aclarar la situación.  Esta trampa es más sutil, porque parece algo justo y necesario.  Pero Nehemías pudo ver más allá, y sabía que las intenciones eran torcidas. 

¿Cuántas veces el enemigo nos lanza golpes bajos para hacernos reaccionar?  Y, ¿cómo reaccionamos a esas provocaciones: Acaso salimos a la “defensa de nuestra dignidad”, o hacemos lo que es correcto?  Muchas veces el enemigo nos provoca para que salgamos del lugar seguro, pues quiere rebajarnos a su nivel.

Nehemías no salió a defenderse, sino sólo envió un mensaje:
(Nehemías 6:8-9)  Entonces envié yo a decirles: No hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas.  (9)  Porque todos ellos nos intimidaban, diciendo: Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será hecha. Ahora, pues, oh Dios, fortalece mis manos.

Se requiere de mucha firmeza y confianza en Dios para no ceder ante las acusaciones falsas, especialmente si son públicas.  Pero hay instancias en que es mejor quedar callado y seguir haciendo lo que uno debe hacer, y pedirle a Dios que nos ayude. 


La Prueba de Fuego
La prueba más difícil que Nehemías tuvo que enfrentar fue la última, ya que fue la traición de personas cercanas, dentro del pueblo de Dios: por Semaías y falsos profetas. 
(Nehemías 6:10-14)  Vine luego a casa de Semaías hijo de Delaías, hijo de Mehetabel, porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la casa de Dios dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte.  (11)  Entonces dije: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvar su vida? ¡No entraré!  (12)  Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí, porque Tobías y Sanbalat le habían alquilado por salario.  (13)  Porque fue sobornado para que yo fuese intimidado e hiciese así, y que pecase, y les sirviese de mal nombre con que fuera yo infamado.  (14)  Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas sus obras, y también de Noadías profetisa, y de los otros profetas que trataban de intimidarme.

Semaías le estaba tendiendo una trampa.  Pero el mayor peligro no era quedar encerrado con el enemigo.  El verdadero problema era que él le estaba aconsejando a Nehemías que hiciera algo indebido, ya que él no podía entrar en el Templo (probablemente porque era eunuco).  Si hacía algo indebido, aunque sea dentro de las murallas de Jerusalén, quedaría expuesto al enemigo por haber abierto una brecha espiritual. 

El enemigo puede usar a personas cercanas, y aún a personas que parecen santas, para hacernos caer.  Algunos se prestan para recibir algún beneficio personal, pero en realidad le están haciendo un favor al enemigo.  Sin embargo, así como Nehemías, el Señor nos puede dar discernimiento para no dejarnos engañar. 


Oremos…
Señor, el enemigo usa armas sutiles para hacernos caer, y así abramos brecha en nuestro muro para poder atacarnos.  Pero Tú nos has dado armas espirituales para defendernos de las tretas del enemigo.  Enséñanos a usarlas. 

Señor, dejo mi propia sabiduría y mi orgullo a un lado, y confiaré sólo en Ti.  Dame sabiduría y discernimiento para no dejarme engañar.  Pero, sobre todo, yo me comprometo a hacer las cosas como Tú mandas, porque sé que mi obediencia será un muro de defensa a mi alrededor.