En las primeras dos entradas hicimos la introducción del libro de Malaquías. En esta ocasión, vamos a entrar directamente a estudiar el capítulo 1.
PRIMERA ACLARACIÓN
El mensaje de Malaquías comienza de una manera muy linda:
(Malaquías 1:2a) Yo os he amado, dice Jehová…
¿Cuál es la respuesta que uno daría a alguien que nos dicen: “Te amo”?
Normalmente, uno respondería: “Yo también te amo”, si se trata de una relación sana de amor mutuo. Pero veamos qué responde el pueblo:
“…y dijisteis: ¿En qué nos amaste?” (Mal.1:2b)
Esta reacción es inesperada, porque el pueblo de Dios parece estar poniendo en duda que Dios realmente los ame. Esa respuesta implica que ellos no han sentido el amor de Dios, y debemos preguntarnos por qué.
Yo quiero hacer énfasis en esto, antes de entrar a la respuesta, porque hay algo importante en esta declaración de amor y la respuesta fría del pueblo…
RETORNADOS DECEPCIONADOS
Aparentemente, el pueblo estaba decepcionado porque Dios no les había dado lo que esperaban. Los judíos de ese tiempo estaban dudando si había valido la pena salir de Babilonia y regresar a Sion. Habían llegado llenos de esperanza, con sueños de una vida mejor, pero luego se enfrentaron a una vida difícil, de escasez y llena de obstáculos.
Los retornados estaban decepcionados. Tal vez no se atrevían a admitirlo, pero sus actitudes reflejaban una rebelión contra Dios, porque comenzaron a darse ciertas libertades morales y religiosas. Esto se hará evidente conforme vayamos estudiando los temas de Malaquías.
A lo largo del libro, vamos a ver que Dios va a provocar al pueblo a meditar, y los va a empujar a ser sinceros con ellos mismos, sacando lo que realmente hay en su corazón. Y esto debe hacernos pensar también a nosotros: si alguna vez nos hemos molestado con Dios porque no nos ha dado algo que deseamos, o que esperamos de Él.
A JACOB AMÉ, A ESAÚ ABORRECÍ
Ahora vamos a leer cuál fue la respuesta que Dios dio a la pregunta.
La respuesta es algo que tal vez podría confundirnos aún más, porque no es lo que esperamos oír.
Volvamos a leer el versículo 2 desde el principio:
(Malaquías 1:2-3) “Yo os he amado”, dice Jehová; y dijisteis: “¿En qué nos amaste?”
“¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto.”
La respuesta de Dios tal vez podríamos traducirla como: “Escogí a Jacob y rechacé a Esaú.” Aquí, de inmediato, la mente se nos va hacia Esaú, y nos preguntamos: “pero, ¿por qué Dios rechazó a Esaú?”… Y ya vamos a hablar de eso, pero primero concentrémonos en el mensaje que necesitaba oír Israel.
Ellos necesitaban recordar que ellos son el PUEBLO ESCOGIDO de Dios. Esto es lo que dice Isaías:
(Isaías 41:8-9) Pero tú, Israel, siervo mío, Jacob, a quien he escogido, descendiente de Abraham, mi amigo; tú, a quien tomé de los confines de la tierra, y desde sus lugares más remotos te llamé, y te dije: “Mi siervo eres tú; yo te he escogido y no te he rechazado”.
La pregunta no es: “¿por qué rechazó a Esaú?”…
…sino: ¿por qué escogió a Israel?
La respuesta es que Dios lo escogió para ser un pueblo especial:
(Deuteronomio 7:6-8) Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres…
Lo especial no es que ellos sean mejores que los demás; más bien, la diferencia es LO QUE DIOS HARÁ con ellos y a través de ellos. Israel es una nación a través de quien Dios se manifestará al mundo, de diferentes formas, y la más especial es que el Mesías vendrá a través de su simiente, para salvar al mundo.
EXPLICACIÓN DE PABLO
Pablo hace referencia a esta escritura en Malaquías. El dice que la elección no tiene que ver con lo que cada uno hizo, sino que fue una decisión de Dios.
(Romanos 9:10-13) …cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.
La pregunta que debemos hacernos es la que Pablo hace a continuación:
(Romanos 9:14-16) ¿Qué, pues, diremos: “Que hay injusticia en Dios”? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
Dios escogió a Jacob y a su descendencia para hacer una obra especial a través de ellos—no porque lo merecieran, sino porque Dios tenía un propósito divino.
¿QUIÉN ENTENDIÓ LA MENTE DE DIOS?
Algo que debemos saber es que no podemos llegar a entender la profundidad de los pensamientos de Dios. Pablo lo dice en Romanos 11:
(Romanos 11:33-36) ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas…
También Isaías explica que la mente de Dios va más allá de nuestro entendimiento.
(Isaías 55:8-9) Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos —declara el SEÑOR. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Al final, debemos darnos cuenta que sólo Dios sabe lo que hace, y lo que Él hace es bueno, aunque no lo entendamos. Dios nos invita a que confiemos en Él y le amemos por quién Él es y no porque lo entendamos ni por lo que nos pueda dar.
DESCRIPCIÓN DE ESAÚ
Ahora vayamos a leer lo que dicen los siguientes versículos sobre Esaú, porque allí se nos dan una idea de por qué Dios no lo escogió.
Sólo debemos explicar primero que Malaquías se refiere a Esaú como “EDOM”, que es otro nombre que se le dio (Gen. 36:1,8). Edom viene de la palabra “Adom”: que significa: rojo. Se le llamó así porque era pelirrojo, y también porque vendió su primogenitura a cambio de un plato de lentejas rojas (Gen. 25:29-34).
Leamos lo que Malaquías explica de Edom (es decir, Esaú):
(Malaquías 1:4) Cuando Edom dijere: Nos hemos empobrecido, pero volveremos a edificar lo arruinado; así ha dicho Jehová de los ejércitos: Ellos edificarán, y yo destruiré; y les llamarán territorio de impiedad, y pueblo contra el cual Jehová está indignado para siempre.
La actitud de Esaú es de alguien que reta a Dios. Si se arruina lo que hace como consecuencia de su pecado, él dice que no se arrepentirá sino que volverá a hacer lo mismo. Pero, Dios dice que las consecuencias regresarán.
En la Biblia leemos que Esaú nunca quiso vivir bajo las normas de Dios. Por ejemplo, él se casó con mujeres cananas, en contra de la voluntad de sus padres y de Dios. El menospreció la primogenitura, y todo lo de Dios. Por eso, él se fue a vivir fuera de la Tierra Prometida, porque prefería ser “rey del desierto” que un forastero en la tierra que Dios le había dado a su familia.
Aunque Esaú salió de la Tierra Prometida para hacer su propia voluntad, la realidad es que nadie puede huir de Dios. Hasta los confines del mundo llega la justicia de Dios, y eso es lo que dice el siguiente versículo:
(Malaquías 1:5) Y vuestros ojos lo verán, y diréis: Sea Jehová engrandecido más allá de los límites de Israel.
Esaú y Jacob venían de la misma familia, pero cada uno siguió un camino muy diferente. Uno se apartó de Dios, y el otro hermano escogió a Dios, y él fue escogido por Dios para ser su pueblo especial.
Por eso, cuando el pueblo de Dios comenzó a desviarse en tiempos de Malaquías, el Señor les llama la atención. A través del profeta, los llama a reaccionar y a regresar a vivir como Dios manda.
En el próxima entrada, terminaremos de cubrir el primer capítulo.
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