Nabucodonosor hizo una convocación para adorar la imagen del rey. Pero después del milagro de salvación de los jóvenes judíos, esa asamblea se transformó en una reunión de reconocimiento al Dios de Israel.
(Daniel 3:28-29) Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos,
de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que
confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus
cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios. Por lo tanto,
decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de
Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar;
por cuanto no hay dios que pueda librar como éste.
El rey más poderoso del mundo reconoció el poder del Dios de Israel
(Jehová), y lo hizo delante de los principales líderes de todas las comarcas
del imperio babilónico.
HONRA A LOS HIJOS DE DIOS
Los enemigos de los judíos acusaron maliciosamente a Sadrac, Mesac y
Abed-nego con el fin de destruirlos y destituirlos de sus puestos. Pero lo que
el enemigo diseña para mal, Dios lo puede tornar para bien:
(Daniel 3:30) Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en
la provincia de Babilonia.
La Biblia dice que Dios honra a quienes le honran (1 Samuel 2:30), y
eso fue lo que recibieron los jóvenes fieles, amigos de Daniel. Ellos honraron
a Dios, a pesar de que sus vidas estaban en peligro; luego Dios los honró, no
sólo salvándoles la vida, sino que mejorando su posición y su calidad de vida.
TESTIMONIO DE JUAN
Hoy vamos a leer un testimonio poderoso del apóstol Juan, quien
también pasó por una prueba de fuego similar a la de Sadrac, Mesac y Abednego:
Según la tradición (descrita por Tertuliano), el apóstol Juan no quiso
renunciar a su fe en Jesucristo, y por eso el emperador romano Domiciano mandó
a que fuera lanzado en una olla de aceite hirviendo. El castigo lo hicieron en
público, para que sirviera de escarmiento a los creyentes. Pero sucedió un
milagro, ya que el aceite no le hizo daño a Juan. Todavía trataron de matar a
Juan una segunda vez, obligándolo a beber veneno. Pero tampoco eso le hizo
daño. Como no pudieron quitarle la vida, le quitaron su libertad, y lo mandaron
exiliado a la isla de Patmos.
Dios le guardó la vida a Juan porque aún tenía un propósito que
cumplir en este mundo. En la isla de Patmos, Juan recibió una visión, que luego
la escribió y se convirtió en el Libro de Apocalipsis.
Dos años después de ser enviado al exilio, el emperador Domiciano
murió. Después de eso, Juan fue puesto en libertad, y regresó a la iglesia en
Éfeso, donde sirvió como obispo, hasta que murió en paz a la edad de 80 años.
Oración…
Jesús, tú dijiste que “el
que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la
conservará para vida eterna.” Señor, Tú eres quien da muerte y da vida; Tú empobreces y enriqueces; Tú eres quien humilla
y también quien exalta. Sólo tú puedes levantar del polvo al pobre para
hacerlos sentar con los príncipes, y heredar un sitio de honor. Reconozco que
tú guardas los pies de sus santos, mas los malvados son acallados en tinieblas,
pues no por la fuerza ha de prevalecer el hombre.
Por lo tanto, aunque por un
poco de tiempo sea afligido y tenga que enfrentar diversas pruebas, yo
decido ser fiel a Ti, Señor. Para que la prueba de mi fe, más preciosa que el
oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza,
gloria y honor en la revelación de Jesucristo.
…(continúa en tu oración
personal)…
(ref. Juan 12:25-26; 1 Samuel
2:6-9; 1 Pedro 1:6-7)
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